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FUERTE OLIMPO, Dpto. de Alto Paraguay (Carlos Almirón, corresponsal). Domingo Rodríguez y María Mieres viven junto a su hijo Ernesto en un precario rancho hecho de postes de karanda’y y techo de chapa de fibrocemento. Muy cercana a la cama que comparte la pareja una fogata ayuda a mitigar el frío, ya que el viento penetra con facilidad los enormes huecos en la precaria pared de troncos.
Apenas llueve, corren a refugiarse en la casa del vecino, comenta doña María.
Minutos después de nuestra presencia en el lugar que habitan, llega don Domingo, quien se había ido en busca de leña para avivar y mantener la fogata.
Relató las penurias diarias que sobrellevan para poder sobrevivir. Si no fuera por la acción solidaria de sus vecinos, la realidad sería mucho más triste, afirma.
En la comunidad no existen fuentes de trabajo y por la precaria situación de salud de ambos poco o nada pueden hacer, mencionan. En ese momento llega Ernesto, el hijo del matrimonio, con unos pequeños peces (pirañitas) que logró pescar en un tajamar cercano para el almuerzo del día.
Ernesto tiene una cama improvisada en una habitación con solo parte del techo, al costado de la pieza ocupada por la pareja.
Rosalía Deleón, una de las vecinas solidarias, describió la crítica situación social que se vive en la población por la carencia de trabajo y malas condiciones de los caminos. Doña María, don Domingo y Ernesto no son los únicos que viven en estas condiciones miserables.
La mujer dijo que con suma urgencia la pareja de ancianos necesita una casa digna, ya que no puede seguir viviendo en esa miserable situación. “Cada vez que llueve tenemos que llevarles a ambos a nuestra pequeña casa, atendiendo que por todos lados chorrea en la precaria habitación”, mencionó.
Pidió el apoyo de las autoridades o personas de buen corazón que tengan posibilidad económica para costear la construcción de una pequeña casa donde don Domingo y doña María puedan vivir de manera más humana.
Pueblo fantasma
La comunidad de San Carlos pertenece al distrito de Olimpo y está ubicada a unos 100 km del casco urbano, cuenta con una población de casi 130 habitantes que sobreviven en la pobreza.
En la década del 70, la comunidad contaba con más de 3.500 pobladores que trabajaban en la extracción del quebracho para la elaboración del tanino. Cuando la empresa de Carlos Casado se declaró en quiebra, esta comunidad, como tantas otras del departamento de Alto Paraguay que dependían de dicha actividad económica, se convirtió en un pueblo fantasma.