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La tarea fue y seguirá siendo muy dura. Las exigencias del entorno chaqueño fueron extremas, algo que los hombres y mujeres establecidos en él lo han experimentado muy bien. Han sembrado con sus muertos cada hectárea ganada al monte, al desierto y a la selva. Su perseverancia y su contracción al trabajo han permitido que se abrieran rutas y se levantaran ciudades. Su habilidad para la producción y la comercialización ha abierto mercados a los productos de un Paraguay que, según lo han demostrado estos colonos, puede ser más rico y más promisorio si la honestidad y la justicia prevalecieran sobre la corrupción rampante que han implantado nuestros gobernantes.
Tan auspiciosos resultados lo han logrado los menonitas sin las aparatosas movilizaciones de protestas a que tan acostumbrados están nuestros agricultores criollos, las más de las veces en reclamo de reivindicaciones injustas o impracticables -legalización de tierras ocupadas, fijación de precios mínimos a los productos, condonación de deudas, entre otras- o respondiendo a intereses políticos no acordes con las reales necesidades del campo.
La historia de esta fructífera relación entre los colonos y la tierra que los acogió generosamente ha tenido sus luces y sus sombras. No ha sido fácil la relación entre un grupo cerrado y celoso de sus creencias y un país también fuertemente compenetrado de sus propios valores. Afortunadamente, el tiempo ha demostrado que, con inteligencia y buena voluntad, al amparo de leyes justas, pueden compatibilizarse diferencias y llegar a resultados que benefician a todos.
Hoy los menonitas son parte importante del Paraguay y, sin ninguna duda, un soporte de gran valía de la economía nacional. De sus familias van surgiendo inclusive políticos y gobernantes que adquieren nivel nacional.
En una constante expansión de su labor fecunda y honesta, no han retrocedido ante la naturaleza rigurosa del nuevo hábitat al que comenzaron a llegar hace 75 años, ni ante los ataques de abigeos y otros delincuentes que atemorizan a los productores rurales de nuestro país. Este 25 de junio justamente se recuerda ese acontecimiento en que los primeros grupos de colonos menonitas fundaron la colonia Menno, dando inicio a su fructífera instalación en el Paraguay.
Hospitales y rutas, escuelas y fábricas dan testimonio de la dedicación sin límites que los menonitas se han impuesto. A todas las fronteras llegan sus productos, y sus exportaciones van aumentando gradualmente gracias a la consistente política de reinversión que aplican los colonos, reunidos en cooperativas que son un ejemplo de rectitud y eficiencia. Los menonitas han hecho historia en nuestro país porque han construido su espacio enriqueciendo la tierra a la que llegaron como inmigrantes, guiados por su fe y su determinación de hacer del Paraguay el hogar de sus familias.
Tan auspiciosos resultados lo han logrado los menonitas sin las aparatosas movilizaciones de protestas a que tan acostumbrados están nuestros agricultores criollos, las más de las veces en reclamo de reivindicaciones injustas o impracticables -legalización de tierras ocupadas, fijación de precios mínimos a los productos, condonación de deudas, entre otras- o respondiendo a intereses políticos no acordes con las reales necesidades del campo.
La historia de esta fructífera relación entre los colonos y la tierra que los acogió generosamente ha tenido sus luces y sus sombras. No ha sido fácil la relación entre un grupo cerrado y celoso de sus creencias y un país también fuertemente compenetrado de sus propios valores. Afortunadamente, el tiempo ha demostrado que, con inteligencia y buena voluntad, al amparo de leyes justas, pueden compatibilizarse diferencias y llegar a resultados que benefician a todos.
Hoy los menonitas son parte importante del Paraguay y, sin ninguna duda, un soporte de gran valía de la economía nacional. De sus familias van surgiendo inclusive políticos y gobernantes que adquieren nivel nacional.
En una constante expansión de su labor fecunda y honesta, no han retrocedido ante la naturaleza rigurosa del nuevo hábitat al que comenzaron a llegar hace 75 años, ni ante los ataques de abigeos y otros delincuentes que atemorizan a los productores rurales de nuestro país. Este 25 de junio justamente se recuerda ese acontecimiento en que los primeros grupos de colonos menonitas fundaron la colonia Menno, dando inicio a su fructífera instalación en el Paraguay.
Hospitales y rutas, escuelas y fábricas dan testimonio de la dedicación sin límites que los menonitas se han impuesto. A todas las fronteras llegan sus productos, y sus exportaciones van aumentando gradualmente gracias a la consistente política de reinversión que aplican los colonos, reunidos en cooperativas que son un ejemplo de rectitud y eficiencia. Los menonitas han hecho historia en nuestro país porque han construido su espacio enriqueciendo la tierra a la que llegaron como inmigrantes, guiados por su fe y su determinación de hacer del Paraguay el hogar de sus familias.