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El Paraguay celebra hoy el Día de los Héroes, fecha que evoca la muerte del mariscal López en el último combate de la Guerra contra la Triple Alianza, librado en las soledades de Cerro Corá. Acontecimiento trágico, sin duda, que puso fin a una larga contienda cuyo resultado fue el arrasamiento del Paraguay, la imposición de una enorme deuda de guerra y el cercenamiento de nuestro territorio.
Ese lapso cruento, coronado por un final terrible, dejó huellas imborrables en la conciencia colectiva, dividió a los paraguayos en lopistas y antilopistas, inspiró totalitarismos crueles y voraces y proyectó hacia el futuro el paradigma del héroe como una figura sobrehumana, sin grietas ni debilidades terrestres, por encima del bien y del mal, de la virtud y del pecado. Un paradigma artificial, exagerado sin duda, que terminó por oscurecer la verdadera condición humana de quienes se sacrificaron por la patria.
El "héroe" fue, desde entonces, el héroe militar, el combatiente arrojado que se juega la vida, arma en mano, a la sombra de la bandera tricolor. La posterior Guerra del Chaco, librada contra un país hermano y como consecuencia de una serie de circunstancias desgraciadas, vino a condicionar el fortalecimiento de esa visión tradicional del héroe, multiplicada en miles de paraguayos que vistieron el uniforme verde olivo durante esa nueva contienda, en un teatro de operaciones hostil y desconocido.
Pero, por sobre la memoria de ese pasado glorioso, lleno de luces, se alza en la actualidad una realidad sombría de pobreza, corrupción, ineficiencia y demagogia populista. Es decir, todos los ingredientes necesarios para mantener al Paraguay en el crónico estancamiento que ya se está aproximando a las dos décadas de duración. Un estancamiento que contrasta vivamente con la pujanza de otros países de la región, que han sabido superar las dificultades estructurales de otros tiempos para avanzar diariamente hacia mejores niveles de progreso y bienestar.
Sin olvidar a los anteriores, tal vez sea el momento de proponer a las nuevas generaciones un nuevo paradigma del héroe, por tanto, un nuevo modelo a seguir, un espejo en el cual podremos mirarnos con orgullo. Ese nuevo modelo debe ser extraído de la historia silenciosa de los hombres de trabajo, de la docencia, de la creación, del arte, de la ciencia. En esos escenarios, poco conocidos por cierto, abundan los ejemplos dignos de imitar, porque quienes los forjaron han contribuido al engrandecimiento del Paraguay, al enriquecimiento de la cultura de sus habitantes, a la profundización del conocimiento, a la creación de fuentes de trabajo, al mejoramiento de la seguridad, al culto de la belleza y del espíritu. Héroe, por ejemplo, es hoy el empresario que confía e invierte en el país, o el obrero y el campesino que en medio de tantas trabas, injusticias y penurias trabajan por el mejoramiento económico del Paraguay.
Sobran los ejemplos. Para confirmarlo, daremos algunos nombres, tomados al azar, sin necesidad de un recuento muy acucioso: científicos como la doctora Branislava Susnik, filántropos como el doctor Andrés Barbero, empresarios como Paolo Alberzoni, escritores como Augusto Roa Bastos y Gabriel Casaccia, músicos como Agustín Barrios y José Asunción Flores, deportistas como Arsenio Erico y Víctor Pecci, pintores como Samudio y Bestard, juristas como Luis de Gásperi y Víctor B. Riquelme, médicos humanistas como Carlos Levi Ruffinelli y Gustavo González, entre muchos otros.
Es todo un ejército de ingenieros, arquitectos, religiosos, abogados, médicos, periodistas, escritores, pintores, escultores, músicos, donde son docenas los paraguayos eminentes, que consagraron sus vidas a la patria. Y aunque parezca increíble, dada la calidad de los políticos contemporáneos, también ese ejército contiene nombres de estadistas ilustres, que dieron pruebas de honestidad, de creatividad, de patriotismo, de decencia, de respeto a las instituciones.
Hubo, quién lo creería, esos hombres en el pasado reciente, ciudadanos como Eligio Ayala y Eusebio Ayala, como Emilio Aceval. Hombres que sirvieron a la ley, porque así servían a la patria, y no que se servían de la ley para servirse de la patria. Hombres que salieron del Gobierno tal como entraron: sin riquezas ostentosas, sin vanidad, sin soberbia.
Ellos deben engrosar el ejército de héroes civiles, a quienes la patria les debe su reconocimiento en el mármol perdurable de los monumentos. Para ellos también debe ser, con entera justicia, el 1 de marzo de cada año, para que sea, en verdad y para siempre, el Día de los Héroes del Paraguay.
Ese lapso cruento, coronado por un final terrible, dejó huellas imborrables en la conciencia colectiva, dividió a los paraguayos en lopistas y antilopistas, inspiró totalitarismos crueles y voraces y proyectó hacia el futuro el paradigma del héroe como una figura sobrehumana, sin grietas ni debilidades terrestres, por encima del bien y del mal, de la virtud y del pecado. Un paradigma artificial, exagerado sin duda, que terminó por oscurecer la verdadera condición humana de quienes se sacrificaron por la patria.
El "héroe" fue, desde entonces, el héroe militar, el combatiente arrojado que se juega la vida, arma en mano, a la sombra de la bandera tricolor. La posterior Guerra del Chaco, librada contra un país hermano y como consecuencia de una serie de circunstancias desgraciadas, vino a condicionar el fortalecimiento de esa visión tradicional del héroe, multiplicada en miles de paraguayos que vistieron el uniforme verde olivo durante esa nueva contienda, en un teatro de operaciones hostil y desconocido.
Pero, por sobre la memoria de ese pasado glorioso, lleno de luces, se alza en la actualidad una realidad sombría de pobreza, corrupción, ineficiencia y demagogia populista. Es decir, todos los ingredientes necesarios para mantener al Paraguay en el crónico estancamiento que ya se está aproximando a las dos décadas de duración. Un estancamiento que contrasta vivamente con la pujanza de otros países de la región, que han sabido superar las dificultades estructurales de otros tiempos para avanzar diariamente hacia mejores niveles de progreso y bienestar.
Sin olvidar a los anteriores, tal vez sea el momento de proponer a las nuevas generaciones un nuevo paradigma del héroe, por tanto, un nuevo modelo a seguir, un espejo en el cual podremos mirarnos con orgullo. Ese nuevo modelo debe ser extraído de la historia silenciosa de los hombres de trabajo, de la docencia, de la creación, del arte, de la ciencia. En esos escenarios, poco conocidos por cierto, abundan los ejemplos dignos de imitar, porque quienes los forjaron han contribuido al engrandecimiento del Paraguay, al enriquecimiento de la cultura de sus habitantes, a la profundización del conocimiento, a la creación de fuentes de trabajo, al mejoramiento de la seguridad, al culto de la belleza y del espíritu. Héroe, por ejemplo, es hoy el empresario que confía e invierte en el país, o el obrero y el campesino que en medio de tantas trabas, injusticias y penurias trabajan por el mejoramiento económico del Paraguay.
Sobran los ejemplos. Para confirmarlo, daremos algunos nombres, tomados al azar, sin necesidad de un recuento muy acucioso: científicos como la doctora Branislava Susnik, filántropos como el doctor Andrés Barbero, empresarios como Paolo Alberzoni, escritores como Augusto Roa Bastos y Gabriel Casaccia, músicos como Agustín Barrios y José Asunción Flores, deportistas como Arsenio Erico y Víctor Pecci, pintores como Samudio y Bestard, juristas como Luis de Gásperi y Víctor B. Riquelme, médicos humanistas como Carlos Levi Ruffinelli y Gustavo González, entre muchos otros.
Es todo un ejército de ingenieros, arquitectos, religiosos, abogados, médicos, periodistas, escritores, pintores, escultores, músicos, donde son docenas los paraguayos eminentes, que consagraron sus vidas a la patria. Y aunque parezca increíble, dada la calidad de los políticos contemporáneos, también ese ejército contiene nombres de estadistas ilustres, que dieron pruebas de honestidad, de creatividad, de patriotismo, de decencia, de respeto a las instituciones.
Hubo, quién lo creería, esos hombres en el pasado reciente, ciudadanos como Eligio Ayala y Eusebio Ayala, como Emilio Aceval. Hombres que sirvieron a la ley, porque así servían a la patria, y no que se servían de la ley para servirse de la patria. Hombres que salieron del Gobierno tal como entraron: sin riquezas ostentosas, sin vanidad, sin soberbia.
Ellos deben engrosar el ejército de héroes civiles, a quienes la patria les debe su reconocimiento en el mármol perdurable de los monumentos. Para ellos también debe ser, con entera justicia, el 1 de marzo de cada año, para que sea, en verdad y para siempre, el Día de los Héroes del Paraguay.