Junto con otras autoridades, el ministro de Agricultura y Ganadería, Jorge Gattini, acompañó el pasado jueves 13 del corriente al presidente Horacio Cartes en su visita al departamento de San Pedro para inaugurar el puente sobre el río Jejuí y entregar 120 viviendas sociales a campesinos pobres de la zona. En la ocasión, en forma realmente increíble y cuestionable minimizó el anuncio de los colonos menonitas afincados en la colonia Manitoba, del distrito de Tacuatí, de estar decididos a vender sus propiedades y marcharse a Bolivia, debido a la inseguridad reinante en la zona por acción del EPP que secuestró a uno de ellos, Abrahán Fehr Banman. Aseguró que quizá uno o dos decidan irse, pero no toda la comunidad, sentenciando que si algunos abandonan el lugar, seguramente otra gente irá a trabajar en la zona. “Vendrán otros”, dijo.
De las palabras del ministro, lo menos que puede pensarse de él es que se trata de una persona con integridad moral cuestionable y que vive de espaldas a la realidad. El señor Gattini es un ministro del Gabinete presidencial y como tal debiera tener una mínima ética de respeto por la suerte de sus conciudadanos en la adversidad. La desgracia que aflige a la familia Fehr es lacerante y merece la más solícita solidaridad de cualquier prójimo. Más aún de las máximas autoridades del gobierno responsable de proteger la vida y bienes de los habitantes de la República. Y lo más notorio es que este ministro va a contramano de la supuesta intención del presidente Horacio Cartes de atraer inversionistas. Porque estos pacíficos y laboriosos menonitas no están dejando el país para ir a ganar más dinero en otra parte, sino que están huyendo de la rampante inseguridad reinante.
De ahí la espontánea indignación ciudadana suscitada por el exabrupto del ministro de Agricultura y Ganadería, quien en vez de solidarizarse con la inquietud de los colonos menonitas –en particular con la desgracia de la familia Fehr– optó por ofenderlos en lo más íntimo de sus sentimientos de personas honorables y laboriosas, al menoscabar públicamente su angustia e inquietud de desamparo diciendo que “si algunos abandonan el lugar, otra gente vendrá a trabajar en la zona”. Semejante juicio ante la desgracia ajena configura una crueldad mental reprochable. Más todavía tratándose del ministro responsable de la mayor fuente de riqueza del país hasta hoy día: la agricultura y la ganadería. En vez de insultar con cínica impudicia el sentimiento comunitario de los colonos menonitas de Manitoba, el ministro Gattini se hubiera afanado en acercarse a ellos, si no con sentimiento personal de amor al prójimo, por lo menos con la condescendencia formal a que le obliga su alta investidura de hombre de Gobierno.
Resulta obvio que si los colonos menonitas de Manitoba se marchan del país a donde sea, sus lugares serán ocupados por otros. Lo que ya no puede asegurarse es que serán inversionistas honestos quienes vendrán a ocupar una zona abandonada por inseguridad física y ausencia del Estado. Ninguna comunidad puede arraigarse y prosperar en un ambiente sin ley ni orden. Por consiguiente, no vendrá la gente de trabajo honrado. Los únicos que pueden sentirse a gusto en tal situación existencial son las gavillas de criminales que actualmente mantienen en jaque a las laboriosas comunidades del norte de la Región Oriental, sean ellos el EPP, ACA, narcotraficantes y cultivadores de marihuana, contrabandistas o paramilitares.
Tampoco debería sorprender que si los menonitas abandonan sus tierras, las mismas sean adquiridas por los “narcopolíticos” que, con la careta de hacendados, se escudan en actividades económicas lícitas para disfrazar sus actividades criminales y que aquí, como en Colombia, organicen fuerzas paramilitares para que cuiden de sus bienes, ahuyentando a los pobladores tradicionales de dichos lugares, o a los competidores de sus patrones en el narcotráfico. No debería causarnos extrañeza entonces que la criminal campaña de aterrorizar a los colonos menonitas del departamento de San Pedro sea la punta del iceberg del aumento de la inseguridad en la región por obra de los narcopolíticos que quieren hacer del departamento de San Pedro “zona liberada”, como han conseguido hacer de Concepción y Canindeyú, y que ante la inutilidad de la FTC para combatirlos, los facinerosos agavillados, sean como EPP, ACA o “Justicieros de la Frontera”, asuman el rol de impartir justicia por mano propia, como al parecer ya se está insinuando.
Lo que cabe pensar del ministro Gattini es que su cuadrúpeda visión acerca de la importancia que tiene la presencia de una comunidad honesta y laboriosa como la menonita en una zona socialmente problemática como San Pedro es doblemente descabellada. En primer lugar, porque su desarraigo va a representar una sensible pérdida económica para el país en cuanto a la producción de alimentos y de puestos de trabajo para los lugareños. En segundo término, existe el riesgo de que organizaciones campesinas extremistas aprovechen el desarraigo de la colonia Manitoba para ocuparla ilegalmente, creando al Gobierno un problema sociopolítico semejante a los muchos impulsados por las organizaciones campesinas ideologizadas y violentas. Finalmente, la peor secuela de un eventual abandono de la colonia Manitoba por parte de los menonitas va a ser el descrédito internacional que semejante migración forzada por la inseguridad va a producir.
A costa de cualquier sacrificio político, el presidente Horacio Cartes debe evitar que los menonitas abandonen Manitoba y el país. Porque si eso sucede, será el fin de su sueño de atraer inversión económica directa para impulsar el desarrollo del país, dado que este no tiene las condiciones de seguridad indispensables para ello. Y como primera medida para recuperar en algo su menguada credibilidad, el Primer Mandatario debe desprenderse de colaboradores desaprensivos e inútiles como el ministro Gattini, entre otros, y poner en su reemplazo a personas que generen mayor credibilidad y confianza.