El chancho predicando la higiene

El discurso del presidente Nicanor en la convención colorada le permitió alcanzar, como pocas veces, los extremos de la incoherencia, hasta el punto de que el rótulo más adecuado que puede dársele es simplemente el de cinismo. Se permitió el lujo de hablar de transparencia, de honestidad y hasta de fustigar la corrupción precisamente en momentos en que su mandato está manchado por una sucesión interminable de escándalos increíbles. Varios de esos escándalos han estallado gracias a que él mismo creó el campo propicio para el saqueo. Por tanto, resulta cómico que el motor de la corrupción se convierta en centro de una prédica contra este cáncer que corroe las mejores energías de la República. Para acudir a una frase del refranero popular, es algo así como ver al chancho predicando la higiene

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El discurso de Nicanor Duarte Frutos en la convención del Partido Colorado le permitió alcanzar, como pocas veces, los extremos de la incoherencia, hasta el punto de que el rótulo más adecuado que puede dársele es simplemente el de cinismo. Se permitió el lujo de hablar de transparencia, de honestidad y hasta de fustigar la corrupción precisamente en el momento en que su mandato está manchado por una sucesión interminable de escándalos increíbles. Varios de esos escándalos han estallado gracias a que él mismo, con sus alocadas decisiones, creó el campo propicio para el saqueo.

Basta con recordar los ríos de dinero canalizados hacia supuestos sectores sociales, sin control ni seguimiento de ninguna clase. ¿Qué puede resultar de una entrega indiscriminada de dinero si nadie sabe cómo se va a invertir, cuáles serán los costos de las operaciones y quiénes serán los beneficiarios últimos? O tal vez ese precisamente sea el objetivo: que nadie pueda controlar nada para que los fondos vayan a parar al pozo insondable del electoralismo. Por ejemplo, los subsidios, uno de los instrumentos favoritos del populismo irresponsable y barato que parece ser la única ideología de Duarte Frutos, no han sido otra cosa que mecanismos desembozados para el robo. Y no parece que haya uno solo de esos programas que haya escapado a esta regla general.

El subsidio a los pescadores durante la época de veda, el dirigido a los productores algodoneros, la distribución de semillas, son algunos de los ejemplos más patéticos de esta política gubernativa, puesta en marcha por orden del presidente Nicanor. Ni hablar del famoso “apoyo a los asentamientos”, que carece de toda fiscalización, por lo que se puede conjeturar que se encuentra comprendido dentro de las generales de la ley en materia de corrupción. O la manera calamitosa en que terminó la grotesca confiscación de las tierras de Victoria S.A., en Puerto Casado.

Los turbios manejos del Gobierno en la política internacional solo conducen a alentar las más vehementes sospechas de corrupción. Basta con recordar el frustrado acuerdo sobre el brazo Aña Cua, plagado de aspectos turbios; el actual proyecto de refinería con apoyo venezolano, la pretensión de canalizar las reservas monetarias hacia un banco internacional con sustentación financiera venezolana, la conducta complaciente ante el Brasil, que deriva en la aceptación de sangrías multimillonarias diarias en perjuicio del Paraguay, entre otros.

En todos estos hechos se encuentra el sello personal de Nicanor Duarte Frutos, porque la mayoría de los escándalos tienen en su raíz alguna decisión irresponsable emanada de su despacho. Por tanto, resulta cómico que el motor de la corrupción se convierta en centro de una prédica contra este cáncer que corroe las mejores energías de la República. Para acudir a una frase del refranero popular, es algo así como ver al chancho predicando la higiene.

Es durante el gobierno de Duarte Frutos cuando cobró fuerza una de las formas más novedosas de la corrupción, que ya ha tenido tiempo de producir episodios escandalosos: la transferencia de fondos públicos a “entidades sin fines de lucro”, que no son otra cosa que fachadas que muchas veces esconden las actividades de gavillas de sinvergüenzas. En efecto, la transferencia del dinero se realiza sin control alguno y sin que posteriormente sean revisadas las cuentas respectivas.

Es dentro de este contexto donde han surgido hechos bochornosos, como el de las “galletas de oro” y el del vaso de leche a los niños del departamento Central. Estos casos producen una repugnancia aun superior a la de los escándalos anteriores, porque en este caso se ha usado el pretexto de alimentar a los niños para robar dinero del patrimonio público.

Lo más ofensivo del gobierno de Duarte Frutos es que, generalmente, todos estos atracos terminan en la nada, coronados por la impunidad absoluta, por la burla descarada a la sed de justicia del pueblo. ¿Puede pensarse que alguien esté interesado en que se juzgue y castigue a quienes forman parte de su entorno inmediato, quienes han crecido bajo su sombra y cuyas flamantes fortunas han brotado de la nada mediante su generosa bendición? Basta con mirar las fotografías de los dirigentes sentados en el entorno del presidente Duarte Frutos durante la convención, mientras este pontificaba con increíble soltura de cuerpo contra la corrupción. El simple repaso de esos nombres hará posible confirmar que todo lo que dijo carecía de la menor seriedad.

Los pesimistas creen que todos estos hechos enunciados anteriormente terminarán como los anteriores: en nada, y que los autores serán premiados con la libertad, con sus bienes asegurados por sentencias judiciales de manera tal que ellos y sus descendientes podrán disfrutar por largo tiempo de los bienes malhabidos. Por tanto, las palabras de Duarte Frutos quedan todas como inspiradas en la demagogia, el populismo y la mentira.
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