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En el siglo XVI la Iglesia Católica condenó como hereje la Reforma protestante; ahora la Pastoral Social de la misma Iglesia emprende en el plano económico -acompañada por organizaciones civiles- una campaña para decir "no" al ALCA (Area de Libre Comercio de las Américas). La Reforma, además del cambio religioso, trajo al mundo la fe en el libre ejercicio de la razón humana, la democracia republicana y el capitalismo. Los países que lo admitieron (Inglaterra, Holanda, EE.UU. y otros) pronto se desarrollaron y salieron de la pobreza. La Contrarreforma impuesta por la Iglesia Católica significó, por el contrario, el dogmatismo y la censura, el autoritarismo y despotismo en política, la improductividad y el anticapitalismo en economía; desde entonces hasta hoy los países -entre ellos todos los de América Latina- que han caído bajo su dominio están entre los más pobres y atrasados del planeta.
El ALCA es una idea lanzada en Miami (1994) por Estados Unidos y tiene por objetivo crear una zona de libre comercio en toda América, no muy diferente al Mercosur. Consiste básicamente en un cronograma de eliminación gradual de las barreras arancelarias para facilitar el comercio y las inversiones entre los países miembros, que deberá ser completado en 15 años si se firma el acuerdo.
Ahora bien, un resultado de la campaña de las organizaciones religiosas católicas dice que de 1.700 personas consultadas, 1.670 están contra el ALCA. Estas personas, sin embargo, escucharon una sola campana, fueron instruidas en los supuestos males del ALCA, pero no en las enseñanzas de la economía y la historia sobre las enormes ventajas del libre comercio. La misma incongruencia se verifica en los seminarios y conferencias realizados por exponentes de la sociedad civil y por organizaciones políticas de izquierda en los que hay casi unanimidad por la oposición al ALCA, sin que expresen justificativos concretos para asumir tal postura.
Estos datos que se dan en el Paraguay "contra" el ALCA, que pronostican el cierre del comercio y las inversiones con el argumento de que es un proyecto "hegemónico" de los EE.UU. para apropiarse de nuestra "riqueza" y de dominación para "legalizar el saqueo", como dicen, no es una actitud nueva. En efecto, a 450 años de la condena de la Reforma por la Iglesia Católica, en pleno siglo XX, los países de América Latina -entre ellos Paraguay- se agruparon alrededor del proteccionismo y de la teoría de la dependencia para expresar una tendencia similar. Raúl Prebisch, Fernando E. Cardozo y otros, en las décadas de los 50 y 60, aplicaron esas ideas en toda América Latina y se clausuró el comercio con el mundo desarrollado en base al postulado de que los países "centrales" (ricos) explotan a los "periféricos" (pobres) por el deterioro de los términos de intercambio del comercio internacional por su menor desarrollo. Así se sustituyeron importaciones con industria de competitividad cero, se crearon monopolios improductivos, fuente de estafas monumentales; se aplicaron un nacionalismo antediluviano y un estatismo prebendario, asistencialista y clientelista. Hoy ya se tiene el resultado en qué terminó su aplicación: subdesarrollo, atraso, miseria y corrupción. Exactamente lo contrario ocurrió en el sudeste asiático. En la década de los 60, Singapur, Taiwán y Corea del Sur eran tan subdesarrollados como América Latina, pero no aplicaron el proteccionismo ni la teoría de la dependencia, sino se abrieron al comercio internacional, garantizaron inversiones y decidieron competir mediante el desarrollo de industrias eficientes innovadoras, con productos competitivos. Hoy son plenamente desarrollados.
Es penoso ver que en el Paraguay y América Latina, en general, siguen predominando las creencias e ideas fracasadas. Si se quiere dejar el subdesarrollo, hace falta que sus habitantes comprendan que el ALCA no es ninguna panacea que por arte de magia va a solucionar los problemas. El ALCA es una oportunidad para los países de América Latina que debe ser aprovechada en todo lo útil que pueda ser, teniendo presente el inmenso mercado que significan los Estados Unidos, la economía más grande del mundo.
El comercio es la única vía conocida del desarrollo; no hay otra. Se debe eliminar la falsa creencia de que a los países ricos les conviene que haya países pobres que consumen poco o nada, como Paraguay. Esto no es cierto; a nadie le conviene que haya países pobres. Lo que les conviene es que todos sean ricos, pues así aumentará el volumen de sus intercambios comerciales. Esto es elemental. Basta saber que el 90% del comercio exterior de EE.UU. se hace con países ricos (Canadá, Europa, Medio Oriente y Japón), no precisamente con América Latina. Hay que terminar con la torpe idea de que seremos "saqueados", pues en rigor no tenemos nada bueno para ser saqueados; hoy en día lo que cuenta son los conocimientos, la tecnología, la ciencia, la genética, la microbiología, la informática, las comunicaciones, y no bananas, bolsas de soja, ganado ni petróleo.
Lo que corresponde hacer frente al ALCA es acicatear al máximo la inteligencia y la imaginación para sacarle toda la ventaja posible, y no como quieren algunos: sostener e inventar absurdos y pueriles pretextos para seguir manteniéndonos pobres y subdesarrollados.
El ALCA es una idea lanzada en Miami (1994) por Estados Unidos y tiene por objetivo crear una zona de libre comercio en toda América, no muy diferente al Mercosur. Consiste básicamente en un cronograma de eliminación gradual de las barreras arancelarias para facilitar el comercio y las inversiones entre los países miembros, que deberá ser completado en 15 años si se firma el acuerdo.
Ahora bien, un resultado de la campaña de las organizaciones religiosas católicas dice que de 1.700 personas consultadas, 1.670 están contra el ALCA. Estas personas, sin embargo, escucharon una sola campana, fueron instruidas en los supuestos males del ALCA, pero no en las enseñanzas de la economía y la historia sobre las enormes ventajas del libre comercio. La misma incongruencia se verifica en los seminarios y conferencias realizados por exponentes de la sociedad civil y por organizaciones políticas de izquierda en los que hay casi unanimidad por la oposición al ALCA, sin que expresen justificativos concretos para asumir tal postura.
Estos datos que se dan en el Paraguay "contra" el ALCA, que pronostican el cierre del comercio y las inversiones con el argumento de que es un proyecto "hegemónico" de los EE.UU. para apropiarse de nuestra "riqueza" y de dominación para "legalizar el saqueo", como dicen, no es una actitud nueva. En efecto, a 450 años de la condena de la Reforma por la Iglesia Católica, en pleno siglo XX, los países de América Latina -entre ellos Paraguay- se agruparon alrededor del proteccionismo y de la teoría de la dependencia para expresar una tendencia similar. Raúl Prebisch, Fernando E. Cardozo y otros, en las décadas de los 50 y 60, aplicaron esas ideas en toda América Latina y se clausuró el comercio con el mundo desarrollado en base al postulado de que los países "centrales" (ricos) explotan a los "periféricos" (pobres) por el deterioro de los términos de intercambio del comercio internacional por su menor desarrollo. Así se sustituyeron importaciones con industria de competitividad cero, se crearon monopolios improductivos, fuente de estafas monumentales; se aplicaron un nacionalismo antediluviano y un estatismo prebendario, asistencialista y clientelista. Hoy ya se tiene el resultado en qué terminó su aplicación: subdesarrollo, atraso, miseria y corrupción. Exactamente lo contrario ocurrió en el sudeste asiático. En la década de los 60, Singapur, Taiwán y Corea del Sur eran tan subdesarrollados como América Latina, pero no aplicaron el proteccionismo ni la teoría de la dependencia, sino se abrieron al comercio internacional, garantizaron inversiones y decidieron competir mediante el desarrollo de industrias eficientes innovadoras, con productos competitivos. Hoy son plenamente desarrollados.
Es penoso ver que en el Paraguay y América Latina, en general, siguen predominando las creencias e ideas fracasadas. Si se quiere dejar el subdesarrollo, hace falta que sus habitantes comprendan que el ALCA no es ninguna panacea que por arte de magia va a solucionar los problemas. El ALCA es una oportunidad para los países de América Latina que debe ser aprovechada en todo lo útil que pueda ser, teniendo presente el inmenso mercado que significan los Estados Unidos, la economía más grande del mundo.
El comercio es la única vía conocida del desarrollo; no hay otra. Se debe eliminar la falsa creencia de que a los países ricos les conviene que haya países pobres que consumen poco o nada, como Paraguay. Esto no es cierto; a nadie le conviene que haya países pobres. Lo que les conviene es que todos sean ricos, pues así aumentará el volumen de sus intercambios comerciales. Esto es elemental. Basta saber que el 90% del comercio exterior de EE.UU. se hace con países ricos (Canadá, Europa, Medio Oriente y Japón), no precisamente con América Latina. Hay que terminar con la torpe idea de que seremos "saqueados", pues en rigor no tenemos nada bueno para ser saqueados; hoy en día lo que cuenta son los conocimientos, la tecnología, la ciencia, la genética, la microbiología, la informática, las comunicaciones, y no bananas, bolsas de soja, ganado ni petróleo.
Lo que corresponde hacer frente al ALCA es acicatear al máximo la inteligencia y la imaginación para sacarle toda la ventaja posible, y no como quieren algunos: sostener e inventar absurdos y pueriles pretextos para seguir manteniéndonos pobres y subdesarrollados.