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En la apertura del II Congreso del Futuro denominado “Ciudadanía y gobernanza global”, realizado en Santiago la presente semana, el expresidente chileno Ricardo Lagos destacó que la única forma de que América Latina tenga mayor peso específico e incidencia en la comunidad internacional, y pueda al mismo tiempo obtener mayores beneficios del proceso globalizador, es mediante la construcción de un espacio de integración que le permita adquirir proyección y vocería mundial. Lamentablemente, agregó, nuestra región está a “años luz” de la unidad.
“La posibilidad de hablar con una sola voz es la única forma de ser escuchado. Para esa tarea, los latinoamericanos estamos a años luz de lo que hay que hacer”, puntualizó el exmandatario trasandino.
Destacó, al mismo tiempo, que la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac) tiene que ser el “incipiente embrión para poder participar en una gobernanza que va a tener el carácter de grandes regiones o de grandes continentes”.
En otro momento, al enfatizar el carácter altamente interdependiente de las relaciones internacionales en el mundo actual, Lagos indicó que “temas que hasta ayer eran del dominio de cada Estado, ahora estos son incapaces de resolverlos por su propia naturaleza, y obliga en consecuencia a un acuerdo entre estados”.
La exposición del expresidente chileno, de gran prestigio en la comunidad internacional por la gestión desempeñada al frente de su país entre los años 2000 y 2006, es atinada tanto en su diagnóstico como en su conclusión. Para tener mayor incidencia en el mundo actual, es preciso aunar esfuerzos. Sin embargo, nuestra región está a “años luz” de esa unidad. Y ello es así hasta tal punto que parece confirmarse lo que alguna vez dijo un célebre escritor francés: “América Latina es un archipiélago, no un continente”.
¿Por qué? Según nuestro modo de ver, porque los actuales líderes de la región intentaron e intentan construir la integración desde una perspectiva equivocada: la ideológica. Ellos creyeron y continúan creyendo que compartiendo todos una misma doctrina -en este caso, el engendro fundado y mantenido a platazo limpio por Hugo Chávez bajo la denominación de “socialismo bolivariano del siglo XXI” (mejunje seudoteórico en el que prima un componente altamente populista con elementos dispersos de un vetusto y superado marxismo)- lograrían “fabricar” la unidad tanto tiempo anhelada.
Desde luego, se equivocaron grandemente, porque con su pretensión lo único que terminaron logrando fue profundizar la brecha de las diferencias existentes en la región. Desde su fanático sectarismo, ellos mismos empezaron a destratar y hasta hostilizar a aquellos gobiernos de América Latina que no fueran y no son de su agrado y mismo signo ideológico. Basta ver Telesur, el canal de televisión chavista, para comprobar la bronca que el gorila caribeño les tiene a Chile, Colombia y México.
En esta tarea de ahondar la división, Brasil ha tenido mucho que ver. Fiel al antiguo principio de “dividir para reinar”, utilizó y sigue utilizando a Hugo Chávez para que todo esfuerzo realmente integrador esté siempre destinado al fracaso en esta parte del mundo.
Los hechos acaecidos a nivel regional en los últimos meses así lo demuestran fehacientemente.
Valiéndose de la excusa de la destitución de su socio ideológico Fernando Lugo, los brasileños forzaron el ilegal ingreso del gorila Hugo Chávez al Mercosur. Para ello, Dilma Rousseff contó con la activa connivencia y participación de sus compinches presidenciales de Argentina y Uruguay.
Ahora, movidos por intereses de carácter estrictamente crematístico, patrocinaron la violación de la Constitución venezolana para que el fantasma de Hugo Chávez pudiera mantenerse artificial e ilegalmente en la Presidencia de Venezuela. El extremo “celo” que cuando entonces pusieron en la hipotética “defensa” de la Constitución paraguaya, lo volvieron a activar ahora... pero al revés, para despreciar el orden legal de la hermana nación sudamericana. Todo en aras de preservar la unidad del club bolivariano, no de la región.
Ante este cúmulo de irregularidades, ¿qué plataforma de unidad está en condiciones de presentar América Latina ante el mundo? Ninguna. De hecho, otros bloques de países como la Unión Europea no tienen la intención ni el interés de avanzar en una firma de un Acuerdo Birregional de Libre Comercio entre ambas regiones, mientras la situación del Mercosur no se reencauce en mínimos y aceptables estándares de normalidad institucional, que es, desde luego, lo que actualmente brilla por su ausencia.
Así las cosas, ante este panorama de inquietante y lamentable confusión y fraccionamiento, el futuro de esta región no es precisamente promisorio. Estamos, como bien lo dijo el expresidente Lagos, a “años luz” de la unidad. Una unidad que solo podrá construirse seria y sólidamente cuando se respeten las diferencias inherentes a la realidad política, económica, social y cultural de cada país, y cuando cesen y se releguen definitivamente las ambiciones de preponderancia y hegemonía por las cuales algunas naciones buscan miserablemente imponerse y dominar a las demás.