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Hoy resulta que es lo mismo ser derecho que traidor, decía Santos Discépolo, sin imaginar que el Congreso paraguayo sería la réplica exacta del más despreciable cambalache donde la moral y la vergüenza se cotizan al valor de un paseo de playa o un boleto de avión. “Da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón”, decía también el famoso autor argentino.
Con total desfachatez, el presidente de la Cámara de Diputados, el cartista Raúl Latorre, trató de justificar el gasto de 14 pasajes a Estados Unidos, más 13 viáticos de los 15 diputados que viajaron, pagados con el dinero de todos los paraguayos, asegurando que “lo que se puede ganar en términos de experiencia institucional, en términos a los fortalecimientos democráticos propios, van a ser trascendentales”. Claramente, esta frase sin contenido real ni gramatical resulta una afrenta a la dignidad del pueblo paraguayo, un pueblo que debe luchar día a día por llevar el pan a la mesa, rogar por medicamentos en los hospitales, rezar por llegar sano y salvo a sus hogares, realizar colectas para reparar el techo de la escuela pública de sus hijos o realizar préstamos para vacacionar en alguna ciudad del interior del país.
Quince diputados que ni siquiera han recibido una invitación oficial del Gobierno norteamericano para visitar Washington, pero que se han colgado de una conveniente oportunidad de realizar un viajecito, allí donde su líder no puede entrar, pero donde ellos son capaces de sacrificar hasta su propia vergüenza, si es que aún les queda, para dar un paseo y conocer algunos museos. Quince diputados que hace una semana estaban debatiendo sobre la necesidad de contar con seguros médicos privados de alta gama, ya que al parecer les da “asco” formar largas filas en los hospitales públicos. Quince diputados que justifican la necesidad de contar con cupos de combustible para concurrir a sus lugares de trabajo, haciendo gala de la completa desigualdad social a la que someten al pueblo paraguayo, a quien dicen representar.
Este acto de desvergüenza es asimilable a los grandes festines de Luis XVI y María Antonieta en la Francia prerrevolucionaria, los cuales han llevado al hartazgo del pueblo hambreado que tenía que contentarse con mirar desde sus balcones cómo las necesidades sociales eran el plato de segunda mesa, y donde lo más importante era satisfacer los caprichos de la monarquía despótica e irracional. “Madame, el pueblo no tiene pan”, le dijeron a la reina poco antes de que la toma de la Bastilla se convirtiera en una de las revoluciones más grandes de la historia. Pero María Antonieta, reina de Francia y consorte del glotón Luis XVI, se encogió de hombros, haciendo de menos el clamor del pueblo. Hoy, 235 años después de aquel evento, la glotonería parlamentaria luce exactamente igual, ignorando por completo las necesidades de su pueblo, pagando sus lujos, viajes, banquetes y festines con el dinero que se resta de aquellos derechos básicos como salud, educación y seguridad, olvidando que aquellos que en otro tiempo obraron con igual desprecio e indolencia han terminado derrocados, despreciados y muchos guillotinados.
La autoasignación de seguros médicos privados por valor de 1.200.000 guaraníes y cupos de combustible por valor de 5.000.000 de guaraníes, ambos mensuales para cada uno de los 125 parlamentarios, suman a la lista de privilegios de aquellos inmorales que fueron electos para representar al pueblo, además de la larga lista de parientes, amigos y conocidos beneficiados por estos, a través de contrataciones con jugosos salarios, utilizando al Congreso Nacional como agencia de empleo, y al presupuesto público como piñata de feria.
Como corolario de inmoralidad vemos desfilar orondamente los más nefastos actos de corrupción, como el uso indebido de influencias o incluso la lesión de confianza, los cuales, en cualquier Estado de derecho serían causales de pérdida de investidura incluyendo al presidente de la Cámara de la vergüenza. Estos actos materializados con un viaje al cual no fueron oficialemente invitados, donde nada tienen que aprender estos quince diputados y del cual nada van a aportar a los intereses de la nación, son la muestra del derroche, la opulencia y el desprecio a la sociedad.
“MADAME, AL PUEBLO LE FALTA PAN” y ustedes de paseo por Taiwán, de tour por Washington, de espectadores en la Champions League o los grandes premios de la Fórmula 1, creyendo tal vez que el pueblo no tiene prisa.
Sin dudas pasarán a la historia como el peor Congreso del Paraguay, el más inmoral, el más glotón, o tal vez, el que inspiró una nueva revolución.