Hernán Rivas para negociar Itaipú, una verdadera tomadura de pelo

Si el caso del título universitario de abogado del hoy senador Hernán Rivas (ANR, cartista) ya fue lo suficientemente bochornoso cuando salió a la luz en el Congreso, tanto que el legislador se vio obligado a renunciar a la presidencia del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) que ocupaba, la situación se vuelve aún más negra, si se quiere, cuando este personaje es designado ahora nada más y nada menos que como uno de los representantes de ese cuerpo legislativo en la Comisión Nacional que acompañará las negociaciones relacionadas al Anexo C del Tratado de Itaipú con el Brasil. En esta cuestión siempre se señaló que se iba a apelar a los mejores hombres, a los más preparados para defender los intereses del Paraguay. Por consiguiente, esta designación puede considerarse una verdadera tomadura de pelo para los paraguayos.

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Si el caso del título universitario de abogado del hoy senador Hernán Rivas (ANR, cartista) ya fue lo suficientemente bochornoso cuando salió a la luz en el Congreso, tanto que el legislador se vio obligado a renunciar a la presidencia del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados (JEM) que ocupaba, la situación se vuelve aún más negra, si se quiere, cuando este personaje es designado ahora nada más y nada menos que como uno de los representantes de ese cuerpo legislativo en la Comisión Nacional que acompañará las negociaciones relacionadas al Anexo C del Tratado de Itaipú con el Brasil. En esta cuestión siempre se señaló que se iba a apelar a los mejores hombres, a los más preparados para defender los intereses del Paraguay. Por consiguiente, esta designación puede considerarse una verdadera tomadura de pelo para los paraguayos.

En efecto, el presidente del Senado, Basilio Núñez (ANR, cartista), afrentó a la nación al designar al cuestionado legislador como uno de los ocho senadores miembros de la citada Comisión Nacional. El grotesco personaje, sobreseído provisionalmente en la causa abierta por la presunta falsificación de su título de abogado, carece de los atributos morales e intelectuales que le permitan ejercer tal función con algún decoro. Da vergüenza ajena escucharle balbucear en castellano en el propio Senado, incluso leyendo, tanto que probablemente no habrá faltado quien piense que sufre de dislexia, una dificultad en el aprendizaje de la lectura.

Es obvio que la renovada confianza depositada en este desfachatado legislador no es atribuible a su versación en cuestiones financieras, hidroeléctricas o de Derecho Internacional Público, sino a que adora al titular de la ANR: “Yo le adoro a don Horacio”, dijo al asumir la presidencia del JEM. ¿Será que el dios terrenal supo ahora recompensar la devoción a través del obediente Bachi Núñez, a quien al parecer la defensa del interés nacional en unas negociaciones tan relevantes importa menos que la condición de férreo cartista de un redomado inútil?

Siendo candidato presidencial, el que hoy oficia de jefe de Estado, Santiago Peña, dijo que para ocupar un cargo público era más importante el carnet partidario que el título académico. En ese caso, puede que el de Rivas sea falso, pero lo decisivo es su filiación colorada y, más aún, por lo visto también cartista. Con todo, ¿se debe creer que no existía incluso en el propio cartismo un senador más idóneo que el susodicho para integrar la Comisión? Rivas, demandado judicialmente más de una vez por cobro de guaraníes, es indigno de ocupar una banca y, por ende, de representar a la Cámara Alta en cualquier órgano; en el mejor de los casos, es un hazmerreír, pese a contar con asesores rentados por los contribuyentes que tratan de explicarle algún tema. De acuerdo a los antecedentes, si alguna vez leyó el Tratado de Itaipú, resulta muy improbable que lo haya entendido. La culpa exclusiva de esta designación parece recaer en el senador Bachi Núñez, aunque no se puede descartar que se haya limitado a seguir instrucciones del presidente de la ANR.

Mientras no se valoren la idoneidad y la honestidad, el Paraguay seguirá sufriendo las consecuencias de la ineficiencia y la corrupción en los asuntos públicos. Si se ignoran los atributos aludidos, no se puede esperar que las negociaciones previstas sobre Itaipú sean vigiladas por la ciudadanía a través de los legisladores designados. Que uno de ellos sea Hernán Rivas agravia el buen sentido y parece una broma de pésimo gusto, un atentado al interés general de que las negociaciones sirvan para corregir cláusulas nocivas para la nación.

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