El Mercosur no es un éxito, sino un rotundo fracaso

El presidente de la República, Santiago Peña, quien será anfitrión los próximos 7 y 8 de julio de la nueva cumbre del mal llamado “Mercado Común del Sur”, declaró que, aunque hay un largo camino por delante, el Mercosur es un “éxito de la integración”. Nada más alejado de la realidad. Después de 33 años y, con esta, 63 cumbres de presidentes, ni siquiera se ha logrado agilizar, no digamos ya liberar, el tránsito intrafronterizo de personas y mercaderías, que es lo mínimo que tendría que haber logrado a estas alturas. Paraguay ha salido perjudicado comercialmente, políticamente y estratégicamente. 

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El presidente de la República, Santiago Peña, quien será anfitrión los próximos 7 y 8 de julio de la nueva cumbre del mal llamado “Mercado Común del Sur”, declaró que, aunque hay un largo camino por delante, el Mercosur es un “éxito de la integración”. Nada más alejado de la realidad. Después de 33 años y, con esta, 63 cumbres de presidentes, ni siquiera se ha logrado agilizar, no digamos ya liberar, el tránsito intrafronterizo de personas y mercaderías, que es lo mínimo que tendría que haber logrado a estas alturas. Paraguay ha salido perjudicado comercialmente, políticamente, estratégicamente y ser miembro y socio fundador no le ha servido para dar avances significativos en ninguno de los críticos asuntos pendientes con sus grandes vecinos.

Alrededor del 44% del comercio exterior paraguayo es con el Mercosur, un porcentaje que ha ido cayendo en la última década, pero que se suele tomar como principal argumento en favor del bloque. La verdad es que ello dista de ser una buena noticia. De hecho, de todos los miembros, Paraguay es, por lejos, el que sigue siendo más dependiente del comercio regional y el que menos ha diversificado sus mercados, porque los demás países hace tiempo se han dado cuenta de que el Mercosur no va a ningún lado y han actuado en consecuencia.

Supuestamente el Mercosur tenía que ser una plataforma para catapultar la región al mundo, pero, como se temía, terminó siendo todo lo contrario, un mercado cerrado y cautivo que ha reflejado las tendencias históricamente proteccionistas de Brasil y Argentina. El que más lo ha sufrido ha sido Paraguay, que es el único que ha tenido que elevar, y muy considerablemente, el promedio de sus tarifas aduaneras para converger con el Arancel Externo Común, con el resultado de encarecer los productos de extrazona en favor de intereses sectoriales brasileños y argentinos.

Y lo peor es que nunca ha habido la debida reciprocidad, porque Paraguay, en la práctica, solo encuentra trabas cada vez que surge algún segmento competitivo que afecte, no ya a las economías, sino incluso a pequeños grupos económicos de sus vecinos, con lo cual ellos nos venden de todo, pero nosotros solo lo que ellos permiten y conviene a sus propias empresas.

Si se la desgrana, la cifra mencionada refleja esa situación. La balanza es levemente superavitaria, pero eso es así porque, por ejemplo, las compañías graneleras argentinas se autoexportan para fabricar aceites y para reducir la carga tributaria, en tanto que en las exportaciones a Brasil se contemplan la producción de sus industrias en Paraguay por maquila y, sobre todo, la contratación de los excedentes energéticos nacionales en Itaipú a precio vil, lo mismo que en Yacyretá. En cambio, los productores paraguayos pueden dar fe de lo complicado que les resulta entrar a competir en el “mercado común del sur”.

Políticamente, Paraguay ha sido víctima en el Mercosur de una de las peores humillaciones de su historia cuando fue ilegal e injustificadamente suspendido con la excusa de una cuestión de estricta política interna, por el juicio político a Fernando Lugo con la aplicación de mecanismos previstos en nuestra Constitución Nacional, paradójicamente por “cláusula democrática”, cuando el verdadero objetivo era hacer entrar por la ventana al régimen chavista. De más está decir que cuando, pocos años después, en Brasil se destituyó a la presidenta Dilma Rousseff también por juicio político, no se actuó de la misma manera.

Estratégicamente, a Paraguay nunca se le permitió negociar convenios comerciales al margen del Mercosur con otros países o áreas del mundo. Por las características de su economía, Paraguay tenía todas las condiciones para cerrar múltiples acuerdos ventajosos, como lo ha hecho Chile, sin por ello tener que renunciar al mercado regional, pero se lo ha obligado a ir como furgón de cola de los intereses proteccionistas de Argentina y Brasil que, sin embargo, sí han negociado por separado cada vez que quisieron.

Párrafo aparte para la “integración energética”, que era uno de los supuestos grandes objetivos. El Mercosur lleva casi tantos años de existencia como los que lleva produciendo Itaipú, y más de los que lleva Yacyretá, y nunca en todas estas décadas Paraguay pudo apoyarse en la letra y el espíritu del Tratado de Asunción para disponer de sus excedentes energéticos y comercializarlos libremente en el mercado regional.

Entendemos la intención de cortesía diplomática de Santiago Peña, pero uno de los problemas es justamente que todo se reduce a eso, a bonitas palabras de boca para afuera. En la realidad, el Mercosur no es un éxito, sino un rotundo fracaso.

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