La Comuna asuncena está al servicio de sí misma y no de los contribuyentes

Este año, la Municipalidad asuncena destinará 763.495 millones de guaraníes a la remuneración de sus 9.358 funcionarios, contratados y jornaleros, lo que equivale a 2.092 millones diarios y al 81% de los aportes de los contribuyentes, porcentaje superior incluso al registrado a nivel nacional en materia de “servicios personales”. El tremendo derroche causado por el prebendarismo, a costa de las inversiones, conduce al endeudamiento creciente, hasta para cubrir los gastos de personal: la deuda actual ascienda a más de dos billones de guaraníes. En lo esencial, el aparato municipal está al servicio de sí mismo, esto es, de las autoridades electas y de sus respectivas clientelas.

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Este año, la Municipalidad asuncena destinará 763.495 millones de guaraníes a la remuneración de sus 9.358 funcionarios, contratados y jornaleros, lo que equivale a 2.092 millones diarios y al 81% de los aportes de los contribuyentes, porcentaje superior incluso al registrado a nivel nacional en materia de “servicios personales”. El tremendo derroche causado por el prebendarismo, a costa de las inversiones, conduce al endeudamiento creciente, hasta para cubrir los gastos de personal: la deuda actual asciende a más de dos billones de guaraníes.

En lo esencial, el aparato municipal está al servicio de sí mismo, esto es, de las autoridades electas y de sus respectivas clientelas, según surge, por ejemplo, de que la Junta emplee a 58 personas por cada uno de sus veinticuatro miembros. Entre sus nada menos que 1.412 apadrinados figuran 604 “asistentes”, de los cuales 233 fueron contratados durante la presidencia de Luis Fernando Bernal (ANR), iniciada en noviembre de 2021. Este concejal se lava las manos, aduciendo que las contrataciones son dispuestas por la Intendencia, como si los montos previstos para el efecto no hubieran sido incluidos en el Presupuesto aprobado por él y por sus colegas.

Dado que los “asistentes” atienden a alguien de un modo eventual o desempeñando tareas específicas, cabría preguntarse qué hacen los del órgano colegiado para atender a los ediles: ¿actúan como asesores en ciertas cuestiones, como secretarios o como ordenanzas, cumpliendo con un horario y contando, cada uno de ellos, con el espacio físico y los equipos necesarios para realizar su “trabajo”? La misma interrogante podría plantearse con relación a las 808 personas restantes, que también dependen de los concejales, en forma directa. Por lo visto, no les avergüenza practicar un prebendarismo desaforado, a cara descubierta.

Los pobladores de Asunción deben soportar tremendas carencias en cuanto a obras y servicios municipales, pero sus representantes dilapidan el dinero público sin ningún escrúpulo. Son muy pocos los que defienden los intereses de los contribuyentes: a la gran mayoría de ellos le importa un bledo el desastroso estado de la capital del país, incluyendo el de sus finanzas, como si vivieran aislados y ni siquiera observaran la miseria urbana al menos al trasladarse a la sede de sus funciones.

Para peor, estas inconductas no son novedosas: se vienen cometiendo desde hace largos años, bajo administraciones de diverso color, lo que induce a suponer que los electores asuncenos tampoco escarmientan: se equivocan una y otra vez, como si ya estimaran normal vivir en un pésimo entorno o no se informaran de la idoneidad ni de la honestidad de los candidatos. La calidad de la Junta Municipal se corresponde con la de la Intendencia: son tal para cual, en más de un sentido, de modo que hay cierta coherencia en la materia. Hace unos días, el intendente Óscar “Nenecho” Rodríguez (ANR, cartista) fue abucheado al llegar a un concierto, lo que supone una saludable reacción de, al menos, las víctimas de su vergonzosa gestión allí presentes. El mismo repudio merecen por doquier los concejales manirrotos con el dinero ajeno, aunque tengan la ventaja de que sea más difícil identificarlos en los lugares públicos.

La generalidad de quienes integran la Junta Municipal es tan culpable de la calamidad asuncena, como el bochornoso Nenecho. Convendría que, en cada sesión en que se traten cuestiones crediticias o presupuestarias, los ediles que defiendan el bien común pidan que la votación sea nominal, en resguardo de su buen nombre, para diferenciarse de aquellos que tienen apego al prebendarismo y al formal desvío de fondos en favor de la clientela y en contra de los vecinos. Los descarados deben sentir la repulsa de la gente, para que no se sigan burlando de ella.

Resulta intolerable que los contribuyentes sigan siendo exprimidos para solventar los gastos de los cuantiosos “operadores políticos” y de otras sanguijuelas municipales, absolutamente prescindibles.

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