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Luiz Inácio Lula da Silva es un político curtido y hábil que tiene aquí muchos adeptos. La semana pasada estuvo en un acto en Foz de Yguazú en compañía del presidente Mario Abdo Benítez para poner en funciones al nuevo director general brasileño de Itaipú, Enio Verri, un economista paranaense del Partido de los Trabajadores que inició su carrera pública a mediados de la década del 2000 como diputado estadual y ministro del recordado y polémico gobernador Roberto Requião. Fiel a su estilo, Lula habló de renegociar el Anexo C del Tratado “con el respeto que tiene que tener Brasil por nuestro aliado Paraguay”, calificó a su país como “hermano mayor” con la responsabilidad de hacer crecer al resto, hizo diversas puntualizaciones sobre la relación bilateral, pero, no por casualidad, cuidadosamente eludió referirse al punto central de la cuestión, que es el precio justo y real que en adelante tiene que pagar Brasil por los excedentes energéticos paraguayos.
Ha habido toda una propaganda, tanto en Brasil como aquí, que ha hecho creer que Lula en su momento fue condescendiente con Paraguay, y que supuestamente nuestro país obtuvo grandes ventajas en las tratativas que terminaron con el llamado “Acuerdo Lula-Lugo” de 2009. Los luguistas se suelen jactar de los presuntos logros conseguidos y hasta el actual candidato colorado a la Presidencia, Santiago Peña, ha dicho en más de una ocasión en recientes oportunidades que Lula fue “generoso” al propiciar el aumento de la compensación por cesión de energía. Nada más alejado de la realidad.
Fernando Lugo llegó a la Presidencia con la promesa de dar pelea sin cuartel por seis reclamos paraguayos en Itaipú, a saber: 1) libre disponibilidad y soberanía sobre la energía paraguaya; 2) precio justo por los excedentes; 3) plena cogestión administrativa; 4) Transparencia; 5) Depuración de la deuda; 6) Finalización de obras pendientes, como la esclusa de navegación. No estuvo ni cerca.
Es cierto que, como gran cosa, se triplicó la compensación por cesión de energía, pero eso no es ni por asomo el “precio justo” al que legítimamente aspira el Paraguay. La “compensación” era una ínfima migaja antes y lo sigue siendo ahora. En números redondos, Brasil pagaba 3 dólares por cada megavatio/hora que Paraguay no utilizaba de su mitad y actualmente paga aproximadamente 10 dólares. Ya con la tarifa de Itaipú (precio de costo), hasta el año pasado la energía paraguaya le costaba a la compañía eléctrica estatal brasileña unos 54 dólares el MWh en total, para revenderla luego en las subastas de São Paulo entre operadores privados a 80, 100, 200 y más dólares el MWh, que es el precio del mercado regional mayorista, quedándose con enormes rentas que le tendrían que corresponder a Paraguay.
Pese a ello, hasta el día de hoy existe el convencimiento en la clase dirigente de Brasil, y no entre pocos paraguayos, de que aquel fue un gran beneficio otorgado por Lula al “hermano pobre” y que, por tanto, prácticamente Paraguay ya no tiene nada que reclamar. En realidad, solo fue una pequeña concesión para dejar las cosas exactamente como estaban.
Como dadivosa “yapa”, Brasil le “regaló” a Paraguay una línea de transmisión de Itaipú a Villa Hayes, algo que sí mencionó Lula la semana pasada en Foz. “Teníamos discusiones con Lugo y en medio del debate surgió el proyecto de la construcción de la línea de 500 kV a Asunción”, dijo. Con ello no hace más que confirmar el tremendo error estratégico que cometió el Gobierno de entonces al aceptar una “donación” que más se asemeja a un soborno de la contraparte para aplacar las verdaderas reivindicaciones paraguayas.
Paraguay ya tenía préstamos preaprobados del Banco Mundial para construir esa y otras líneas de 500 kV, no necesitaba ni necesita ningún regalo del Brasil. El “obsequio” se canalizó a través del Mercosur, sin intervención paraguaya en la ejecución y con clarísimos indicios de sobrefacturación que nunca fueron investigados, mucho menos dilucidados, en épocas en que estuvo en pleno auge en Brasil lo que luego se destaparía como el mayor escándalo de corrupción de la historia de América Latina. Al margen de ello, dejó al país en una situación de desventaja al darle a Brasil una carta para sacarle en cara, como lo acaba de insinuar Lula.
Ahora la deuda de Itaipú ya está cancelada, la central hidroeléctrica ya está amortizada, en agosto se cumple el plazo de 50 años establecido en el Anexo C para su revisión, se acabaron los pretextos. No se trata de respeto o de hermandad, sino de una participación equitativa, 50/50, en la riqueza generada por Itaipú como producto de la explotación del potencial energético del río Paraná, un recurso natural que pertenece a Paraguay y a Brasil en partes estrictamente iguales.