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Apenas conocidos los resultados preliminares de las elecciones internas coloradas, ya empezó a hablarse de la unidad partidaria de cara a los comicios generales de 2023, lo cual no es ninguna novedad, sino más bien sería un acto de coherencia en una situación de normalidad política. En este caso, el hecho de que el presidente de la República, Mario Abdo Benítez, líder de Fuerza Republicana, no esté dispuesto a abrazarse con Horacio Cartes, que encabeza Honor Colorado, es irrelevante: lo decisivo aquí es que su sector partidario acompañará la candidatura presidencial de Santiago Peña, el empleado de quien sería “el mayor contrabandista de la región”, según el propio Marito, y partícipe de actos de corrupción significativos, de acuerdo al Gobierno estadounidense.
Se plantea así la cuestión de si el Presidente de la República tendrá la desvergüenza de instar a sus correligionarios, por sí mismo o a través de los dirigentes abdistas, a votar por quien se limitaría, si llegara al Palacio de López, a cumplir instrucciones de quien también conquistó la jefatura de la ANR. Como dijo el candidato presidencial Arnoldo Wiens, en septiembre de este año, “Santi Peña es Horacio Cartes y siempre le va a obedecer. Incluso, desde la cárcel va a hacer lo que le ordena”. Pese a estas duras palabras, ya anunció que apoyará la candidatura de quien no llegaría a ser más que un títere del ex primer mandatario.
El contrabando es un delito y, por tanto, quien lo practica es un delincuente, pero todo indica que tal condición no impediría constituirse en un poder tras el trono, aunque no tan oculto. Tampoco lo impediría lavar dinero, enriquecerse ilícitamente en la función pública y declarar en falso, de ser cierta la denuncia formulada ante la Seprelad por el exministro Arnaldo Giuzzio, con anuencia del jefe de Estado. Por lo que se ve, aquí lo importante es que la ANR siga mandando, a como dé lugar. La moral y el bien común pesarían menos que el poder político-partidario.
Estamos así ante la extraña paradoja de que, tras su derrota, el jefe de Estado deseó “felicidades a todo el pueblo paraguayo”, como si a sus compatriotas debiera alegrarles que el dependiente de un gran contrabandista, según él, pueda llegar a presidir un país digno. En octubre dijo que “el tiempo de mayor lavado de dinero de la historia de la República” fue aquel en que Santiago Peña dirigió el Ministerio de Hacienda, pero ahora quiere que los paraguayos voten por él. ¿Podría explicarles por qué motivos? Por su parte, en agosto, el hoy vencedor de las internas coloradas recordó en un programa radial que “en el 2017 (Marito) dijo que no se iba a abrazar con Cartes; después terminó pidiendo votos para Horacio”. Así como están las cosas, aunque no se abrace con su jefe, ahora va a pedir votos para Peña, pese a que este lo consideró en la misma ocasión un presidente “corrupto” que “no tiene palabra”.
Estamos así ante la total degradación de la palabra, en la politiquería nacional: los contendientes se tratan de la peor manera, atribuyéndose incluso graves delitos, sin que ello tenga la menor consecuencia. Si hasta las declaraciones juradas de bienes y rentas son una “bolaterapia” con la que se engaña a la ciudadanía, al decir del senador “trato apu’a” Silvio Ovelar (ANR, cartista), las acusaciones que se intercambian no lo serían menos: se hace creer que los contrincantes estallan de indignación ante la corrupción de sus propios correligionarios, pero llegado el momento se olvidan los agravios y se abrazan. Una consulta a la hemeroteca revelaría que la dirigencia colorada rebosa de malandrines y que, por ende, su partido no merece la menor confianza.
En verdad, sería grotesco, pero no asombroso, ver a Mario Abdo Benítez y a Arnoldo Wiens pedir el voto para el protegido del “mayor contrabandista de la región” y a la vez presidente de la ANR, para que el partido no “caiga”, de tal modo a continuar libando, de algún modo, las mieles del poder.
Los ciudadanos tienen que hacer valer el voto en beneficio del país y no en el de sus verdugos, cuando concurran a las urnas en abril de 2023, para rescatar al Paraguay de quienes solo piensan utilizarlo para su beneficio.