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De que en Paraguay se roba sin asco el dinero de todos, no es ninguna novedad. Pero resulta escandaloso que un miembro de uno de los poderes del Estado lo reconozca públicamente, y poco menos que vanagloriándose de ello, en medio de una reunión pública oficial.
En efecto, en la última sesión de la Cámara que infelizmente integra, el diputado Nazario Rojas (ANR, cartista) alcanzó una de las más altas cotas de cinismo de la historia paraguaya, al afirmar con desparpajo que los colorados se apropian habitualmente del dinero público y que los miembros de otros partidos también quieren hacerlo. “Ore colorado ko ro’úa voínte la plata, ha peê pe’use la plata avei”, dijo, lo que equivale a algo así como “Nosotros los colorados estamos habituados a robar dinero, y ustedes también lo quieren hacer”, en respuesta a opiniones de su colega Kattya González (PEN). Desde luego, semejante confesión no tendrá mayores consecuencias, como no las han tenido los reiterados dichos del presidente de la República, Mario Abdo Benítez; el vicepresidente Hugo Velázquez y otras altas autoridades, en el sentido de que el crimen organizado ha permeado todas las instituciones. Dado que el legislador se refirió en general a los afiliados del partido oficialista y no fue rebatido por sus correligionarios presentes, se puede pensar que este es un Gobierno de ladrones, al igual que el anterior, y que los diputados de la ANR tienen la pésima costumbre de quedarse con lo ajeno.
Como si se hubiera tratado de una obviedad, no hubo reacciones indignadas, ni siquiera por parte de los diputados de otros partidos, a quienes se atribuyó también una ambición delictiva; solo Kattya González señaló la desvergüenza del preopinante, habiendo sido deseable que, por decoro, más de uno alzara la voz, por aquello de que “quien calla otorga”. Si casi nadie se inmutó es porque el envilecimiento ha llegado al colmo de que la malversación se estime inherente al ejercicio de un cargo público, de modo que no habría por qué ocultarla: se puede dormir con la conciencia tranquila y sin temer el descrédito.
Resulta así que en las elecciones del 18 de diciembre, la ANR, que de hecho no sería más que una asociación ilícita, a juzgar por las declaraciones antedichas, postulará a unos delincuentes que aspiran a ser reelectos –entre ellos el mismo diputado Rojas– y a otros afiliados que tienen muchas ganas de imitarlos. Con toda evidencia, no se teme en absoluto que la abierta confesión del diputado Rojas afecte las chances de los candidatos colorados. Sin duda alguna, no será una justa electoral entre honestos y sinvergüenzas. Quedó en evidencia también así que la mayoría de nuestros políticos han perdido totalmente la conciencia del delito.
Da la casualidad de que en este momento se encuentra en nuestro país el coordinador de la Lucha Anticorrupción Global del Departamento de Estado norteamericano, Richard Nephew, quien expresó el interés de su país de trabajar con sus socios globales en “promover la transparencia... y la rendición de cuentas para aquellos que socaban el Estado de derecho”. Si el mismo tomara nota de la brutal franqueza de Nazario Rojas, tendrá un motivo más para concluir que aquí hay muchísimo que hacer. Que en el Palacio Legislativo alguien sostenga que el partido oficialista está lleno de corruptos, entre los que él mismo se incluye, implicaría también que el Ministerio Público y el Poder Judicial, integrados en su enorme mayoría por colorados, tendrían poco interés en perseguir la corrupción.
Sin embargo, no todo está podrido en este país saqueado: hay reservas morales, de las que dan testimonio compatriotas que trabajan con honestidad, pagan impuestos y ayudan al necesitado, tomando iniciativas de bien común, sin atentar contra el erario. Confiamos, pues, en que llegará el día en que en el Congreso no se habrán de escuchar en silencio unos dichos tan denigrantes para la conciencia moral de la nación.
Por de pronto, los electores ya tienen una información importante para decidir a quiénes no deben otorgarles el voto, pues su dinero irá a parar al barril sin fondo de la corrupción.