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Ayer se cumplieron dos años desde que el exvicepresidente de la República Óscar Denis fue secuestrado por una banda criminal. Desde esa vez comparte los infortunios del suboficial de policía Edelio Morínigo y del ganadero Félix Urbieta, en cruel cautiverio desde 2014 y 2016, respectivamente. Al igual que los afligidos allegados de las otras víctimas, de nada sirve a la esposa del exmandatario, Miryam Stella Bareiro, ni a sus hijas Beatriz, Silvana y Marta Lorena Denis que el EPP esté “estratégicamente derrotado”, según dijo en abril último el Tte. Cnel. Luis Apesteguía, portavoz de la Fuerza de Tarea Conjunta (FTC) del Comando de Operaciones de Defensa Interna (CODI). El drama continúa, pues el EPP parece estar “vivito y coleando”, ante la indiferencia de hecho de quienes, desde la función pública, tienen el deber de velar por la vida, la libertad y los bienes de los demás.
En una conferencia de prensa con motivo del luctuoso segundo aniversario del secuestro de Denis, los familiares de los atormentados compatriotas privados de su libertad instaron a las autoridades a actuar de acuerdo a sus discursos y a entender que “cada silla vacía que deja un compatriota secuestrado en su hogar es la muestra de la ineficiencia estatal en combatir el crimen organizado”, en el que bien podría incluirse a los desalmados que se precian de “revolucionarios”: sus lazos con la mafia del narcotráfico parecen tan fuertes como los de sus mentores colombianos. Las rutinarias palabras gubernamentales de solidaridad no bastan y las promesas de una pronta derrota del grupúsculo asesino ya no resultan creíbles, de modo que es perfectamente comprensible que Liliana Urbieta, hija del ganadero, haya dicho que durante estos años fueron “defraudadas una y otra vez por el Gobierno y las autoridades”. En efecto, es evidente que en su actual escala de prioridades, la liberación de los raptados ocupa un lugar muy inferior al de la campaña electoral en curso, entre otras ocupaciones relativas a la conservación del poder para satisfacer intereses particulares o sectoriales.
Así las cosas, el temor de que ocurra otro secuestro no resulta en absoluto infundado, razón por la cual también se entiende que la citada Liliana Urbieta haya pedido en la rueda de prensa la cooperación de quienes tengan informaciones sobre el EPP o los secuestrados, ya que es “muy difícil nuestro día a día”. Si el pedido se creyó necesario es porque el trabajo de la Secretaría Nacional de Inteligencia, que debe brindar al jefe del Poder Ejecutivo y a los órganos que él indique “conocimiento útil de inteligencia criminal” para “detectar, neutralizar y contrarrestar las acciones de grupos terroristas”, resulta paupérrimo. A propósito, en 2019 se supo que, en ocho meses, la FTC había pagado 1.200 millones de guaraníes de recompensa, muchas veces por datos falsos, lo que induce a preguntarse sobre el correcto uso de estos fondos públicos; hasta julio de 2021, se habrían gastado 831.140 millones de guaraníes en siete años, pero los “estratégicamente derrotados” siguen golpeando: en el último cuarto de siglo perpetraron unas 150 acciones criminales y no hay visos de que vayan a dejar de hacerlo, gracias a la inutilidad de la fuerza pública, pese a que el campo de operaciones no es montañoso ni boscoso y a que la FTC/CODI tiene helicópteros y drones. “En el norte se vive con miedo”, sostuvo Obdulia Florenciano, madre de Edelio. Siendo así, la ineptitud estatal tiene un amplio efecto nocivo, que debe ser eliminado cuanto antes.
Si la banda criminal sigue tan campante es porque, según Beatriz Denis, “nuestros organismos de seguridad carecen por completo de ideas y estrategias o porque es un negocio tan rentable que no se desea erradicar”. He aquí un tema de singular relevancia, que remite al papel que jugaría la corrupción en esta triste historia.
En fin, pasa el tiempo y todo sigue igual, como si las “gloriosas Fuerzas Armadas” y policiales se hayan habituado a la incapacidad de vencer a un ridículo “ejército”, con el consentimiento de los que mandan. ¿Hasta cuándo estos seguirán mirando hacia otro lado, mientras Edelio Morínigo, Félix Urbieta y Óscar Denis y sus familias sufren un calvario y los pobladores del norte de la región Oriental viven con miedo?