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Como si ya no fuera suficiente que los asuncenos soporten las consecuencias de una ciudad abandonada a su suerte, tienen que aceptar las ofensas de un intendente, Óscar “Nenecho” Rodríguez (ANR, cartista), que pretende tirarles el fardo para tratar de justificar su inoperancia y las denuncias de presunta corrupción contra su administración. No le bastó que se le atribuyeran contrataciones sospechosas para adquisiciones realizadas durante la pandemia, ni que endeude cada vez más a los contribuyentes asuncenos para pagar salarios a la abultada clientela política, ahora sostuvo que la ciudadanía “ensucia” la ciudad y que no paga sus impuestos. Afirmó también que no puede echar a la gente que holgazanea por los pasillos municipales porque supuestamente así no tendría personal para cubrir los servicios municipales.
Y bien, al menos es de agradecer que el intendente haya dicho algunas palabras con motivo del nuevo aniversario fundacional de la ciudad que desgobierna, en vez de seguir escudándose en el jefe de gabinete, Federico Mora. Admitió que Asunción “no es la mejor ciudad”, algo que nadie se atrevería a refutarle, en vista de las basuras no recogidas, las calles estropeadas, las plazas en estado de abandono, las aceras ruinosas u ocupadas por vendedores informales, la polución sonora y los arroyos contaminados, entre otros infortunios que sufren tanto los pobladores como los visitantes.
El eslogan “Asunción en orden” es un insulto a la inteligencia de quienes deben soportar, cada día, las penosas consecuencias de esos vicios tan arraigados en una administración que no se endeuda para construir obras o prestar servicios, sino para remunerar a nada menos que 8.844 dependientes, cuyo promedio salarial asciende a 5.200.000 guaraníes mensuales. La mayoría de ellos no fueron incorporados en el deficitario Presupuesto porque hayan sido necesarios, sino porque había que instalar allí a los “operadores políticos” de los intendentes y de los concejales que se han venido sucediendo a lo largo de los años. En virtud de un fallo dictado en 2013 por la Corte Suprema de Justicia, la Municipalidad asuncena no se rige por la Ley de la Función Pública, según la cual el sistema de selección para el ingreso y promoción es el concurso público de oposición: allí entra cualquier “recomendado”, sin previo examen, pese a que el art. 47 de la Constitución habla del requisito de la idoneidad; también se contrata a cualquier “apadrinado” porque sí, aunque no haya que atender “necesidades temporales de excepcional importancia para la comunidad”, como exige la ley.
El intendente también admite que el personal está superpoblado, pero invoca el “realismo”; en su opinión, los despidos masivos afectarían la prestación de servicios y provocarían el enfado de los sindicatos de funcionarios municipales y hasta del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social. Basta con visitar el Palacete Municipal para concluir que la primera excusa es una vulgar tomadura de pelo: son tantos los supernumerarios que vagan por los pasillos, si es que se toman la molestia de asistir a su lugar de “trabajo”, que ni siquiera tienen bastantes sillas para descansar luego en sus atestadas oficinas. Y, no obstante, se importan comisionados de otros organismos, asumiendo retribuciones adicionales, entre ellos, amigos del intendente. Nenecho teme que los sindicatos y el Ministerio se enojen, pero no le preocupa que el propio jefe de Gabinete señale “un descalce financiero de graves e impredecibles consecuencias en lo que respecta a los servicios personales”. ¿Piensa hacer algo al respecto? Lo primero que debería hacer es dejar de lado su cobardía moral, que mucho les cuesta a los contribuyentes asuncenos, para anular los nombramientos que violan la Constitución y rescindir o no renovar los contratos opuestos al interés general, todo ello sin perjuicio de que el Ministerio Público investigue los casos de “cobro indebido de honorarios”.
Para el intendente, la cuestión “no pasa por cuánto gasta el municipio; pasa por cuánto la ciudadanía paga; queremos una ciudad de Primer Mundo, pero no queremos pagar impuestos”, dijo. Claro que importa, y mucho, cuánto gasta la Municipalidad para mantener un plantel en gran medida parasitario. Por de pronto, este año serán 674.550 millones de guaraníes. Nenecho debería saber –aunque dudamos de que lo ignore– que se pagan impuestos para que se construyan obras y se presten servicios. Él lamenta que solo la mitad de los contribuyentes pague sus impuestos, pero no se anima a invertir mejor lo que se recauda.
Si la Municipalidad quiere aumentar la recaudación, tendría que estimular a los contribuyentes, no con discursos políticos disparatados sino demostrando con hechos que su dinero está siendo bien invertido, comenzando por desprenderse de los muchos presupuestívoros que sobran. Tal como se ven las cosas, la administración comunal se ocupa de sí misma, en primer lugar. Ojalá que algún día se ocupe de la gente, porque ella está comenzando a demostrar su hartazgo, como ocurrió ahora, repudiándolo a los gritos y no le dejó pronunciar su discurso por el aniversario de la ciudad que dirige. Es de desear que capte el mensaje.