Raudales desnudan la catastrófica situación de nuestras ciudades

Durante una lluvia torrencial, un guardia de seguridad rescató a un niño abrazado a un árbol, a punto de ser arrastrado por el raudal, tras salir del vehículo en que viajaba cuando el conductor perdió el control al toparse con un bache, oculto por las aguas. Este episodio, que pudo haber sido mortal, ilustra cuán peligroso resulta transitar por la capital, sobre todo cuando arrecia una tormenta. Muestra también los pobrísimos resultados de la contribución para el desagüe pluvial y de la tasa para su mantenimiento, que los dueños de inmuebles pagaron y siguen pagando, rigurosamente, desde hace décadas.

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Durante una lluvia torrencial, el guardia de seguridad Froilán Benegas rescató a un niño abrazado a un árbol, a punto de ser arrastrado por el raudal en una avenida asuncena: había abandonado el vehículo en el que viajaba cuando el conductor perdió el control al toparse con un bache, oculto por las aguas. El nada insólito episodio, que pudo haber sido mortal, ilustra cuán peligroso resulta transitar por la capital, sobre todo cuando arrecia una tormenta. Que Asunción se inunde no solo cuando crece el río Paraguay es una muestra elocuente de los pobrísimos resultados de la contribución para el desagüe pluvial y de la tasa para su mantenimiento, que los dueños de inmuebles pagaron y siguen pagando, rigurosamente, desde hace décadas.

Aunque solo el 23% de la ciudad tiene cobertura de desagüe pluvial, la Junta Municipal resolvió, en octubre de 2021, que se siga cobrando dicha tasa especial, incluso a quienes no cuentan con el servicio. Dado que una tasa es un tributo que se abona por un servicio efectivamente prestado, lo recaudado de la gran mayoría de los frentistas es un despojo liso y llano que, entre 2018 y 2020, llegó a 10.300 millones de guaraníes, según el edil Álvaro Grau (PPQ). El Ministerio Público y la Contraloría General de la República tendrían que investigar si ese dinero fue empleado para cubrir los excesivos “gastos de personal” o los particulares de los mandamases municipales. En todo caso, puede pensarse que fue malversado, ya que no se pueden realizar labores de mantenimiento en obras inexistentes en la mayor parte de Asunción.

Un estudio publicado en 2019 por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología reveló que en la capital hay nada menos que 84 “puntos críticos de inundación”, varios de ellos en cruces de avenidas que suelen recordar a Venecia. Tras el salvataje del niño, el intendente Óscar Rodríguez (ANR) tuiteó que en algunos de ellos ya habrían comenzado las obras de desagüe pluvial; con respecto a otros, se estarían elaborando los pliegos de bases y condiciones para las licitaciones públicas o bien los contratos ya estarían por ser adjudicados. Por lo menos, es bueno saberlo, siendo de esperar que los procedimientos de contratación sean correctos y los trabajos esmerados, sin que su conclusión se demore en exceso, aunque el jefe comunal ya advirtió que llevarán su tiempo. Lo más probable, entonces, es que Nenecho concluya su mandato sin que se hayan concretado las obras, y que el próximo intendente repita la triste historia de acusar de negligencia –por decir lo menos– a sus antecesores.

Además de lamentar “las circunstancias que vive cada asunceno en días de lluvia”, el tuitero “lord mayor” señaló también, con toda razón, que “las inundaciones son producto de años de dejadez en obras de este tipo”. Pues bien, esperábamos que su administración solucionara tales problemas, pues prometió mucho y para eso fue electo. Echarles la culpa a los antecesores es el deporte favorito de las autoridades electas. Es cierto que las administraciones municipales asuncenas –y por lo visto la de Nenecho no va a ser diferente– se han desentendido de este agudo problema, pese a que la Ley Nº 3952/09 les encarga, como a las de todo el país, elaborar proyectos de desagües pluviales, así como construirlos, explotarlos y administrarlos. Han pasado más de doce años de la vigencia de esa norma, y este es el día en que el sistema no se ha ampliado gran cosa, como si los grandes raudales fueran fenómenos extraordinarios, que solo acaecen raras veces. Al contrario, son tan habituales que la Ordenanza Nº 408/14 las prevé, castigando con una multa de hasta 2.400 jornales mínimos –hoy, 2.289.324 guaraníes– la “falta gravísima” de arrojar basura a “raudales o corrientes de agua que se originen como consecuencia de lluvias”. Si la práctica incivil persiste es porque la sanción nunca es aplicada. Por cierto, el director de Servicios Urbanos de la Municipalidad, Fernando Chávez, cree que los raudales obedecen, sobre todo, a la gran cantidad de residuos sólidos acumulados en los desagües pluviales, lo que parece improbable, dada la escasa cobertura; por lo demás, el inconveniente también se podría evitar si la basura fuera recogida con regularidad por los camiones municipales. Otra de las fallas de la institución comunal.

Resulta así que, aparte de precautelar la vida y los bienes de las personas, una buena red de desagüe pluvial contribuiría a la limpieza de Asunción, donde se registra un promedio anual de 1.400 mm de lluvia, relativamente elevado. La “dejadez” municipal de la que habla Nenecho, así como la corrupción y la abundancia de funcionarios y contratados superfluos, hacen que los pobladores y visitantes de la capital sigan corriendo el riesgo de perder sus vehículos o hasta su propia vida, cuando el agua cae de las nubes con alguna intensidad. No es un dato menor que, en el Gran Asunción, varias personas hayan fallecido en los últimos diez años, por tal motivo. La misma situación de peligro se vive en otras ciudades del Área Metropolitana, como Fernando de la Mora, San Lorenzo, Luque, Lambaré, donde la desidia, la inutilidad y la corrupción que han caracterizado sus administraciones privan a sus habitantes de servicios tan importantes como el desagüe pluvial.

A este paso los asuncenos –y también los habitantes de otras ciudades– deben salir, por las dudas, munidos de sogas, salvavidas y otros menesteres para el caso de toparse en medio de un raudal, porque sus autoridades no hacen otra cosa que quejarse de sus antecesores, de prometer soluciones que nunca llegan, y de no explicar claramente dónde va a parar la cuantiosa recaudación que debería ser destinada al menos a paliar la desastrosa situación y el peligro que envuelve a la gente cada vez que llueve con cierta intensidad. Y también hay que rezar para que esté cerca algún valiente como el citado guardia de seguridad Froilán Benegas, para algún heroico salvataje, porque está visto que no es mucho lo que se puede esperar de los munícipes.

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