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“Obras son amores, y no buenas razones”. Así se titulaba una comedia del escritor del Siglo de Oro español, Lope de Vega, y la frase quedó vigente para la posteridad. Se usa hoy para señalar que las palabras no bastan, si no hay acciones u obras que las respalden. En otras palabras: los discursos no sirven de nada, cuando solo se quedan en palabras.
Rescatamos la frase para enrostrársela al Gobierno: no pueden vanagloriarse de cuidar, respetar y querer a la niñez, si hoy, cuando falta un mes para que empiecen las clases del año lectivo 2022 hay dramáticos problemas de infraestructura y no hay datos concretos sobre el inicio de la vacunación a los niños de 5 a 11 años, que son la inmensa mayoría de los alumnos.
Solo ayer, el Ministerio de Educación, a través de Juan Manuel Arce, director general de Asesoría Jurídica, informaba que una empresa, Estructura Ingeniería SA, de Alberto Palumbo, incumplió su contrato para remodelar y ampliar instituciones educativas en Alto Paraguay, Concepción, San Pedro, Canindeyú y Alto Paraná. Tenía a su cargo trabajos en 79 locales y ni siquiera empezó a hacer nada en 44 de ellos. En los demás hay distintos grados de avance, pero en ninguno se terminaron los trabajos.
El caso está judicializado, y así el MEC pretende evadir su responsabilidad. Pero la firma recibió un millonario adelanto de G. 6.475 millones. En situaciones como esta, la supervisión del MEC sobre los avances de las obras debe ser ultrarrigurosa, para cortar los contratos ante el menor indicio de incumplimiento. Y los castigos para la empresa responsable del perjuicio a la comunidad educativa deben ser ejemplares y aleccionadores. Cabe preguntar: ¿qué estaban haciendo los fiscales de obras del MEC?
Aunque grave e importante, esta es apenas una arista de la compleja problemática de la infraestructura del sector educativo público, cuyo abandono se profundizó y agravó durante los casi dos años que lleva la pandemia. Las escuelas y colegios fueron completamente olvidados y lo que ya estaba mal ahora empeoró.
Con un poco de humor negro, se podría decir que si algo de bueno tuvieron las clases a distancia era que los alumnos no corrían el riesgo de que el techo de su escuela se desplomara sobre ellos.
Pese a la negativa que aún persiste en ciertos bolsones de los sindicatos docentes, al menos hasta ahora, está definido que las clases sean presenciales. La virtualidad fue nefasta para los niños y jóvenes, los procesos educativos y la salud mental de toda la comunidad.
Las clases deben recomenzar con fuerza y no “así nomás”. Parte de la necesaria preparación para que el proceso educativo funcione es que las aulas sean sólidas, seguras, acogedoras, ventiladas y lindas, propicias para el aprendizaje. No pueden ser unas cajas de zapatos, “guardaderos” de niños y niñas, y mucho menos poner en peligro su integridad física.
El Ministerio de Educación no puede aún garantizar las condiciones básicas de infraestructura edilicia. Pero dadas las circunstancias climáticas actuales, no podemos dejar de mencionar que parte del acondicionamiento necesario para que el proceso educativo fluya es la climatización. Todavía hay numerosas aulas con techos de zinc, bajos, con apenas unos balancines por ventana y sin ventilador. Es simplemente inhumano en el ardiente verano paraguayo (y buena parte de las otras estaciones también) pretender que los alumnos se sientan cómodos y aprendan ahogados en sudor y sofocados por la falta de aire.
Este es un problema que se debe analizar, porque las temperaturas van en aumento con el correr de los años y la situación no va a mejorar en este aspecto.
Por otro lado, es clave para la vuelta a clases que la mayor cantidad posible de niños esté vacunada contra el covid-19, de modo que regresen a un ambiente seguro para ellos, sus maestros y sus familias. Lo ideal sería que los alumnos vuelvan a las aulas ya con sus dos dosis de vacunas aplicadas, de modo a contar con mayor inmunidad.
Esto ya no será posible, porque no dan los tiempos. Sin embargo, se debe asegurar que al menos la primera dosis de la vacuna anticovid se aplique a los niños dos semanas antes del 21 de febrero.
Ya hay más de 110.000 niños inscriptos por sus padres para recibir esas vacunas, y con una buena campaña de comunicación del Gobierno ese número aumentará. El gran objetivo es llegar a más de un millón de niños.
Por ahora, este proceso ha quedado frenado por la vendetta política del movimiento Honor Colorado, cuyo líder es el expresidente Horacio Cartes. Sus diputados dejaron sin quorum la sesión en la que debía tratarse la Ley de Emergencia que permitiría comprar estas vacunas para niños. Cartes está enojado porque el Gobierno informó sobre el pedido de investigación por lavado de dinero que pesa sobre su persona en Panamá. Y el precio de ese enojo lo pagan los niños y sus familias.
Así las cosas, las clases se reiniciarán –un año más– en un entorno inseguro y hostil para los alumnos, gentileza del partido de Gobierno. Sin aulas dignas y sin –al menos hasta ahora– vacunas. Una sociedad que no cuida a sus hijos es triste y no tiene futuro.