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Con el reciente hallazgo en puertos europeos de grandes cargamentos de cocaína, el Paraguay ha vuelto a aparecer en la prensa internacional como un país donde se embarcan toneladas y toneladas de esta droga con destino al Viejo Continente, sin que la Policía Nacional, la Secretaría Nacional Antidrogas (Senad) o la Dirección Nacional de Aduanas (DNA) se den por enteradas. Esta vez fueron incautados 4.200 kilos, valorados en 313 millones de euros, ocultos entre granos de soja almacenados en dos contenedores que salieron del Puerto Seguro Fluvial de Villeta con destino a Portugal y fueron trasbordados en Montevideo.
El exportador, Emilio Montalva, afirmó que los contenedores fueron precintados en su empresa y revisados en Villeta por la DNA: si se los dejó salir, fue porque no se halló nada malo. El director aduanero, Julio Fernández, dijo que los contenedores llegaron a Rotterdam con los precintos alterados, en tanto que su colega uruguayo Jaime Borgiani afirmó que a Montevideo llegaron con los precintos originales, lo que implicaría que la carga no se abrió ni en el camino ni en el Uruguay: “la responsabilidad surge del país en el que se carga”, sostuvo. Los contenedores también pasaron por los puertos de Santos (Brasil) y Casablanca (Marruecos), pero no se conocen declaraciones de sus respectivas autoridades aduaneras.
Por varios motivos, no se debe excluir que la cocaína haya sido embarcada en nuestro país. Desde hace muchos años se viene escuchando la misma cantinela de las autoridades: que faltan radares y escáneres, para detectar los aviones que provienen de otros países, y para explorar el interior de los contenedores, respectivamente, pero nadie hace nada para remediar tales deficiencias. Otro factor a considerar –mucho más crítico– es la corrupción reinante. En efecto, en el criminal negocio del narcotráfico hay tanto dinero en juego que los sobornos ofrecidos serían irresistibles, no solo para los aduaneros y portuarios. Es así que pueden entenderse los impactantes números en la materia. Mientras las estadísticas oficiales se ufanan de decomisos, alrededor de 8.000 kilos de cocaína en lo que va del año, asustan las cantidades incautadas solamente en puertos europeos en los últimos tiempos. Entre junio de 2020 y el día de hoy cayeron en Europa nada menos que 36.000 kilos de cocaína “paraguaya”. Solo la carga incautada en febrero de este año en Hamburgo (Alemania) ¡¡¡totalizó 16.174 kilos!!!., en medio de un cargamento de pintura acrílica.
En igual periodo, la Policía Nacional (PN) solo pudo impedir la salida hacia Europa de otros 4.824 kilos. En todo el mundo, los decomisos representan solo una pequeña parte de las drogas ilícitas en circulación, de donde puede estimarse que el volumen de la cocaína traficada a Europa desde nuestro país tendría que ser mucho mayor.
Es evidente que la cocaína no solo sale de nuestro país a través de contenedores en puertos habilitados o del aeropuerto internacional. Hace poco más de un mes se informó que las autoridades brasileñas se hicieron con importantes lotes de cocaína y de marihuana remesados desde los alrededores de Ciudad del Este, ya que en el río Paraná abundan los puertos “clandestinos”; el narcotráfico sería bastante fluido, tanto que son diarias las incautaciones en el lado brasileño, pero no así en el paraguayo.
El otro problema grave es la marihuana, de la que el Paraguay es país productor, y además de uno de los mejores en calidad en el mundo, como suele decirse. Según la Senad, el 80% de esta droga producida en el Paraguay pasa al Brasil y el 15% a la Argentina, donde el último octubre fueron confiscados 5.000 kilos en Puerto Iguazú y 1.380 en Puerto Rico. Las incautaciones en el vecino país habrían subido entre 2017 y el año pasado, desde 17.652 kilos hasta 19.986 anuales, estimándose que las cantidades son aún mucho mayores, considerando los cargamentos que cruzan las fronteras sin ser detectados. Pero la marihuana, desde hace algún tiempo, ya llegó también al departamento de Ñeembucú, estimándose solo la que se envía desde allí a la ciudad correntina de Itatí en más de 6.000 kilos semanales, según la fundación InSigth Crime, que investiga el crimen organizado.
Desde hace años, se sabe, por boca de propias altas autoridades nacionales, que el narcotráfico ha inficionado la estructura del Estado, sin que se sepa que alguna autoridad importante haya sido condenada por ese delito. Se explica entonces el crecimiento exponencial de ese sucio negocio, que ya no apunta solo al mercado internacional sino a la proliferación del consumo interno, traducido en un incremento de la drogadicción. El propio ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, atribuyó en los últimos días la creciente agresividad de la “gente del bajo” que asaltan y roban en el centro capitalino al “aumento del consumo de drogas”. Esto, así, ya se estaría volviendo incontrolable.
A este paso, el tráfico de drogas ilícitas es una actividad que se está volviendo “respetable”, con personas cuestionadas por ese delito convertidas en senadores, diputados, intendentes, gobernadores. El Paraguay se está transformando en un narcoestado.