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Un diagnóstico y análisis del sistema educativo nacional desarrollado en el marco de la elaboración del proyecto de “Diseño de la Estrategia de Transformación Educativa del Paraguay” fue presentado esta semana por el Ministerio de Educación y Ciencias (MEC) y causó un rotundo revuelo en el ámbito educativo y en la sociedad en general.
El relevamiento de los datos fue realizado entre el 2020 y abril del 2021 por especialistas de la Pontificia Universidad Católica de Chile y la Universidad Columbia de New York, y abarca varios puntos críticos.
Ni bien dado a conocer, sus conclusiones levantaron un reguero de reacciones que se pueden medir en el termómetro que hoy son las redes sociales. En un rincón: los docentes, defendiéndose como gatos panza arriba e intentando diluir responsabilidades entre autoridades, escasez de recursos, alumnos desinteresados en aprender y familias poco comprometidas en apoyar los procesos. En el otro rincón la sociedad en general, principalmente padres, que echan en cara a los maestros lo que no es ningún secreto, pero que este informe viene a confirmar con bases sólidas: su baja preparación, que afecta indefectiblemente a sus alumnos.
El diagnóstico es amplio y abarca varios aspectos del sistema educativo, con miras a un proceso de transformación. En lo que respecta a los docentes, pilar fundamental en este sistema, palabras más palabras menos, indica que un alto número de ellos no tiene el perfil para enseñar en el nivel en el que se desempeña, accede a cargos por vías irregulares y tiene “bajo prestigio social”. Esto se debe en buena parte a la baja calidad de las instituciones que los forman. He ahí el meollo de la cuestión. En la búsqueda de acortar procesos e impactar de manera más efectiva (aunque no a profundidad), las sucesivas reformas planteadas a lo largo del periodo de vida democrática del país apuntaron más a la formación en servicio que a la formación de los futuros educadores.
Si bien los docentes son quienes quedan más expuestos al revelarse este informe, es evidente que la responsabilidad no es solo personal, sino de todo el sistema y de sus autoridades. Cuando el diagnóstico señala, por ejemplo, que muchos docentes no llegan a la posición que ocupan por el concurso correspondiente, es imposible no señalar que la responsabilidad va mucho más allá de este docente, que es funcional a un sistema prebendario y corrupto.
Lo mismo pasa cuando se pone de resalto que no tienen el perfil requerido y se critica su formación. La cuota de empeño que un maestro puede poner para capacitarse nunca será suficiente si no hay un sistema articulado desde el principio para que su formación sea de calidad.
O cuando se habla de “profesores taxi”, que van de aquí para allá, repartiendo su tiempo entre diferentes instituciones educativas. Allí hay un patrón de funcionamiento que se perpetúa y nunca se organiza adecuadamente, y tiene como eje la repartija de rubros y no la optimización de recursos humanos con el foco puesto en el aprendizaje de los alumnos.
El informe refiere también que las prácticas de aula se centran en la repetición de contenidos de forma vertical, con escaso protagonismo de los estudiantes y con poca posibilidad del ejercicio de la creatividad y la innovación. Esto está directamente vinculado con el concepto de que el sistema educativo es altamente jerárquico y centralizado y que esta excesiva verticalidad “es un resabio” del régimen del exdictador Alfredo Stroessner y que, hasta el presente, “las prácticas autoritarias y clientelares se perpetúan en distintos niveles del sistema”. Estos “resabios” que muchos no quieren reconocer y cuya importancia pretenden minimizar con el argumento de que ya ha pasado mucho tiempo desde la caída de la dictadura, están en la médula del fracaso educativo.
Hay muchas cosas que están mal y se deben modificar. Lograr esos cambios, consideramos, debe ser el eje de la lucha del poderoso colectivo docente, que cuando persigue un objetivo se mueve como una aplanadora y resiste contra viento y marea (a veces contra toda razón). Por eso les preguntamos: conocido este informe ¿qué proponen para salir del atolladero en el que están ellos, y por ende toda la sociedad, dado su rol clave en el desarrollo humano?
Y con esta pregunta no estamos diciendo que además de ejercer su labor en el aula deben solucionar la enorme problemática que lastima al sistema educativo. Al contrario, decimos que deben hacer oír su voz al respecto, sin excusas, con propuestas prácticas y que no se centren exclusivamente en las reivindicaciones salariales, que no necesariamente inciden en los resultados educativos de sus alumnos.
La sociedad y las autoridades educativas necesitan escucharlos, saber cómo consideran que pueden mejorar su formación y su desempeño. Tienen muchos canales para expresarse y hacer propuestas de fondo. La profundización del uso de herramientas tecnológicas de la pandemia les habilitó vías de comunicación directas con las autoridades y las familias de sus alumnos, sin mayor protocolo.
Hay una sociedad expectante de saber cómo reaccionan ante este diagnóstico, más allá del airado disgusto inmediato y el endilgamiento de culpas a terceros, que ya difundieron. Ya sabemos que pueden organizar protestas, que pueden paralizar todo el sistema cuando se lo proponen. Ahora queremos saber cómo se proponen mejorar.