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El Presidente de la República manifestó su frustración por el fracaso del mecanismo Covax para la provisión de vacunas anticovid y admitió que haber apostado todo a esta fuente de abastecimiento patrocinada por la Organización Mundial de la Salud retrasó el proceso de inmunización de la población. Que el mecanismo Covax ha sido un fiasco es más que evidente y alguien tiene que responder por ello, pero hay suficientes razones para sostener que la culpa de lo que ha ocurrido y de la situación actual en Paraguay frente a la pandemia no es ni de Covax ni de la OMS, sino del Gobierno de Mario Abdo Benítez.
El “mecanismo Covax” (COVID-19 Vaccines Global Access Facility) es una iniciativa lanzada en abril de 2020 “para asegurar que las personas en todos los rincones del planeta, independientemente de su poderío económico, tengan acceso a vacunas contra el covid-19”. El mecanismo está integrado por dos entidades público-privadas, la Global Alliance for Vaccines and Immunisation (Gavi) y la Coalition for Epidemic Preparedness Innovations (CEPI), más Unicef y la Organización Mundial de la Salud (OMS), de la que, a su vez, depende la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que es la que tiene directa vinculación con Paraguay.
El compromiso con nuestro país era proveer 4.300.000 vacunas en 2021, lo que alcanzaba para cumplir la meta mínima de inmunizar al 30% de los habitantes. Lastimosamente, como se sabe, llegando al octavo mes del año apenas ha enviado 340.800 (el 8%) y quedan muy pocas o nulas esperanzas de que cumpla su promesa.
El Presidente dijo que la decisión de encomendarse a este mecanismo fue por recomendación de la OMS con el argumento de que era una vía que garantizaba una distribución equitativa a precio adecuado, “para que mañana no digan que compramos vacunas de oro”. Y como tardía constatación de un hecho consabido, agregó: “tengo que decir con dolor, no me puedo callar, Covax no funcionó”.
Lo que no dijo Marito es que ya hacia fines de 2020 en todo el mundo se hablaba de que habría problemas de abastecimiento y que Covax no era lo confiable que decía ser, motivo por el cual todos los países de la región comenzaron a buscar alternativas, menos Paraguay, que se quedó con los brazos cruzados pese a contar con las herramientas financieras y legales necesarias, ya que en diciembre se había modificado la ley para permitir negociar y adquirir vacunas al margen del fondo rotatorio de la OPS.
Todavía en marzo el Gobierno seguía repitiendo que estaba todo bajo control y que pronto llegarían las partidas para comenzar la campaña de vacunación masiva. Solo se empezó a apurar para buscar opciones cuando los hechos se hicieron inocultables y la gente perdió la paciencia, lo que por poco le cuesta el poder al Jefe de Estado a la mitad de su mandato y precipitó la renuncia del entonces ministro Julio Mazzoleni.
El resultado no fue un simple “retraso”, como lo calificó el Presidente, sino que Paraguay ha estado desde el comienzo en los últimos lugares en Sudamérica en vacunación junto con Venezuela, muy por debajo de los demás, y, desde mayo, en los primeros lugares en el mundo en muertes por covid por millón de habitantes, con cerca de 15.000 fallecimientos, una cifra catastrófica en un país con un promedio de alrededor de 30.000 defunciones al año.
En las últimas semanas el ritmo de vacunación se ha acelerado y la situación general ha mejorado, pero aún dista de ser la ideal, o por lo menos la aceptable. Ya no somos el país con mayor número relativo de muertes por covid, pero permanecemos en la zona roja en el sexto lugar; y en cuanto a vacunaciones ya no somos penúltimos en Sudamérica, sino antepenúltimos, apenas por encima de Bolivia.
Al 25 de julio se habían administrado en el país 2.130.000 vacunas anticovid de las distintas variedades a 1.840.000 personas, el 25% de la población, de las cuales 290.000 recibieron las dos dosis y las restantes 1.550.000 todavía deben completar la inmunización. La campaña relativamente masiva solamente pudo comenzar gracias a las donaciones, que componen más del 60% de la disponibilidad, especialmente al lote de un millón de dosis de la Pfizer que envió Estados Unidos, y al apoyo logístico del sector privado.
Se acaba de anunciar una nueva donación de otro millón de dosis de Estados Unidos, lo que permitirá continuar con las inoculaciones, pero está claro que falta muchísimo por hacer. Para alcanzar con las dos dosis a toda la población adulta se deben aplicar más de 9 millones de vacunas, cuatro veces más que todas las que se aplicaron hasta el momento, y eso sin considerar la posibilidad de que se incluya al grupo etario de 12 a 18 años y sin contemplar el hecho de que, salvo que la evidencia científica indique lo contrario, habrá que volver a vacunar el año que viene.
Siempre es bueno reconocer errores, pero también hay que asumir responsabilidades y la realidad es que, con 15.000 muertos, Marito debe cargar con su fracaso. Lo único que ya le resta es traer las vacunas que se necesitan para vencer la pandemia y poner al país en condiciones de volver cuanto antes a la normalidad. Solo así podrá honrar algo de la confianza que depositó en él la ciudadanía.