Esta es una semana de inmensas emociones, una semana de fiesta. La pandemia no terminó, está lejos aún su fecha de caducidad, pero la enorme donación de un millón de dosis de la vacuna Pfizer/BioNTech de parte de los Estados Unidos de América nos permite volver a creer en que un tiempo mejor se acerca.
El lunes fue la fecha oficial de vacunación del personal prioritario, grupo en el cual se incluye a un colectivo gigante en número y por la importancia de su rol en la sociedad y su incidencia a futuro. Se trata de los educadores, que desde que comenzó la pandemia, en marzo del año pasado, tuvieron que dejar de lado siglos de tradición de trabajo en el aula para dar paso a experimentos pedagógicos para los cuales no estaban formados. Y lo peor: sin que ellos ni sus alumnos contaran con las herramientas necesarias. La mayoría de estas prácticas, por mucho amor e intención que pusieran algunos protagonistas, resultó un fracaso en términos de aprendizaje. Ni qué decir cuando se abordaban con ignorancia y poca predisposición.
De acuerdo con los datos proveídos por el Sindicato Nacional de Directores de Instituciones Educativas de Gestión Oficial del Paraguay (Sinadi), antes de la jornada destinada a trabajadores prioritarios, ya habían recibido al menos la primera dosis de la vacuna 13.000 docentes, ya sea por su edad o por tener enfermedades de base. En la jornada especial del lunes fueron vacunados otros veinte mil educadores. Y se espera que el resto lo haga en el curso de esta semana.
Esto indica que la gran mayoría de los docentes cumplirá en los primeros días de agosto los 21 días de espera mínima de rigor entre la primera y la segunda dosis de la vacuna Pfizer.
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La literatura científica indica que la Pfizer/BioNTech, una vacuna que utiliza el ARN mensajero para producir la respuesta inmunitaria, tiene una eficacia del 94,6% tras la segunda dosis. Esta es la más rápida en generar una total inmunidad. La inmunidad se logra a su vez siete días después de recibir la segunda dosis.
Esto significa que como máximo, ya con su pauta de vacunación completa, en la segunda quincena de agosto los educadores estarán preparados para volver a las aulas con toda la protección que pueden ofrecer las vacunas. Por supuesto, deben hacerlo manteniendo todas las normas que dictan los protocolos de bioseguridad que deben ser garantizados por los sectores público y privado. No es tiempo aún de sacarse el barbijo, los espacios deben estar ventilados, el lavado de manos debe ser constante y se debe mantener la distancia social. Todo esto no es imposible, sino necesario para cuidar la salud de toda la comunidad educativa. No se trata de una aventura, sino de tener un proceso seguro y participativo para garantizar a la vez el derecho a la salud y el derecho a la educación.
Pero ya no hay excusa para no reanudar el camino hacia la “nueva normalidad”. Es necesario que los alumnos vuelvan a tener el contacto cara a cara con sus maestros y sus compañeros y comiencen a dejar el miedo de lado. Es de extrema necesidad que enseñen con su práctica cotidiana que no debemos tener miedo a vivir, que podemos y debemos confiar en la ciencia.
Atrás quedó el contexto de escasez de vacunas que generó la mala gestión del Gobierno. Hoy hay vacunas, y para los maestros esta disponibilidad es independiente de que tengan más o menos 35 años.
Aquí cabe plantearse también la pregunta de cómo se gestionará la situación en los casos de aquellos educadores negacionistas que no se vacunaron y no están dispuestos a hacerlo. Increíblemente, los hay, a pesar de que los sindicatos del sector afirman que el covid los golpeó duramente y que más de 250 educadores fallecieron por causa de esta enfermedad. Son obtusos, su actitud es moralmente reprochable y su idoneidad para el cargo se vuelve cuestionable. Pero vacunarse o no es una decisión personal. Por lo tanto, el Ministerio de Educación debe aclarar cómo se procederá ante estas situaciones, ya que su opción puede tener consecuencias sobre muchas otras personas y familias.
Afortunadamente, son los menos de los casos y la mayoría demostró sus ansias de vivir con salud. ¡Vamos profes, los necesitamos a todos de vuelta en las aulas, gestionando procesos de aprendizaje, transmitiendo alegría, enseñando a ponerse de pie a las nuevas generaciones!