Clanes angurrientos pretenden la reelección

Es curioso que la Constitución prohíba la reelección del Presidente de la República y la de los gobernadores, pero no así que los intendentes puedan aspirar a seguir en el cargo. Desde 2015, el Código Electoral permite que sean reelectos por una sola vez, de modo consecutivo o alternado; en el primer caso, deben renunciar tres meses antes de la fecha fijada para los comicios. El cargo sería muy apetecible, ya que, invocando la irretroactividad de las leyes, hay quienes pretenden volver a él, tras haberlo ejercido incluso durante tres periodos. No quedaron satisfechos con lo antes digerido y van por más. La trágica pandemia está evidenciando las mortales consecuencias de la corrupción y de la ineficiencia en el manejo de la cosa pública, esto es, de los mismos vicios que adornan a quienes se atreven a volver a pugnar por un cargo que han enlodado o van a enlodar.

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Es curioso que la Constitución prohíba la reelección del Presidente de la República y la de los gobernadores, pero no así que los intendentes puedan aspirar a seguir en el cargo. Desde 2015, el Código Electoral permite que sean reelectos por una sola vez, de modo consecutivo o alternado; en el primer caso, deben renunciar tres meses antes de la fecha fijada para los comicios. El cargo sería muy apetecible, ya que, invocando la irretroactividad de las leyes, hay quienes pretenden volver a él, tras haberlo ejercido incluso durante tres periodos. No quedaron satisfechos con lo antes digerido y van por más.

Uno de ellos es Optaciano Gómez Verlangieri, jefe del clan liberal limpeño, que también integran sus hermanos Ángel Darío y Ramón, exintendente el uno y exsenador el otro, así como su primo Alexi, exintendente, también actual aspirante en competencia. El clan tendría una gran vocación de servicio a sí mismo. Valga como ejemplo la transferencia de 485 lotes a la Municipalidad de Limpio, efectuada en 2004, cuando Optaciano se sacrificaba dirigiendo la Intendencia: hubo inmuebles distribuidos entre los ediles, en supuesto pago de dietas atrasadas; los Gómez Verlangieri se quedaron con unos treinta, por amor al terruño.

El departamento de Paraguarí ofrece otro claro ejemplo de las ganas de seguir sirviéndose de la comunidad, pese a un deplorable historial, de conocimiento público: 17 de los 18 intendentes quieren ser reelectos y diez de ellos están imputados o con pedidos de investigación fiscal, porque habían dañado el patrimonio de la Municipalidad. Un caso singular, ajeno a cuestiones inmobiliarias o financieras, es el de Gustavo Giménez, el intendente de Natalicio Talavera que quiere seguir teniendo la confianza de sus compueblanos, aunque pesen sobre él unas medidas alternativas a la prisión porque habría cometido los delitos de proxenetismo y de abuso sexual en una menor de trece años.

Se diría que personajes de semejante calaña son muy caraduras o muy ingenuos por aspirar a permanecer en el cargo que han deshonrado tanto. Como los jefes comunales no está protegidos por fueros, no es presumible que busquen la impunidad: lo que anhelan, más bien, es continuar mandando y cometiendo fechorías, porque tienen motivos para no temer ni al Ministerio Público ni al Poder Judicial: suponen que, como es habitual, todo quedará en nada. Pero lo peor de todo es que hasta podrían contar con el voto ciudadano, es decir, que no serían unos ilusos que se lanzan al ruedo, aunque sus antecedentes los condenen. Duele decirlo, pero los Gómez Verlangieri siguen siendo bastante influyentes en Limpio, así como los Zacarías Irún lo son en Ciudad del Este: tienen el suficiente peso político y económico para ganarse al electorado de una localidad mediana, cercana a la capital, en la que la gente podría estar bien informada.

Podría aducirse que la tradición familiar, el pañuelo y la polca siguen jugando un gran papel a la hora de votar, pero ocurre que hay unos comicios internos previos, en los que todos los candidatos son correligionarios del elector. Sin embargo, bien puede ganar un sinvergüenza de marca mayor, que ha delinquido en el ejercicio del cargo que volverá a estar en disputa. Por si haga falta recordarlo, el de intendente es uninominal, de modo que aquí no vale el argumento de que las listas sábana hacen que se cuele un corrupto: si se prefiere a un correligionario deshonesto antes que a uno intachable es porque el afiliado que sabe distinguir entre buenos y malos se queda en su casa, mientras se moviliza la clientela del pésimo intendente de ayer o de hoy. Sin duda, la indiferencia favorece a los bandidos.

La trágica pandemia está evidenciando las mortales consecuencias de la corrupción y de la ineficiencia en el manejo de la cosa pública, esto es, de los mismos vicios que adornan a quienes se atreven a volver a pugnar por un cargo que han enlodado o van a enlodar. Por tanto, es de esperar que sean desengañados, a más tardar, en las próximas elecciones municipales y generales. Que no sigan tomando por idiota a la ciudadanía y que esta vote en defensa propia, ante el renovado embate de los ladrones o de los inútiles.

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