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Ya estamos en el último mes del semestre, la cuarentena lleva 450 días, las vacunas no llegan, Paraguay está entre los países que menos ha vacunado y con mayor número de fallecimientos por covid en el mundo por millón de habitantes, en los hospitales faltan insumos tan básicos como oxígeno, no se ha conseguido implementar un sistema masivo de testeos para controlar la propagación del virus, las escuelas no dan clases, hay segmentos enteros de la economía paralizados o trabajando al mínimo, y la gente se pregunta: ¿qué está haciendo Mario Abdo Benítez?
Mayo, supuestamente, debía marcar un punto de inflexión con la llegada de un millón de dosis de vacunas anticovid para empezar a torcer la tendencia de la crisis sanitaria, y a principios del mes el canciller Euclides Acevedo “ratificó” que, por lo menos, 800.000 estaban “plenamente aseguradas”. Sin embargo, solo llegaron 290.000, con las que se completan 707.400 en total en todo el año, lo que representa apenas un décimo de las más de siete millones de dosis que se requieren para vacunar al 50% de la población en 2021 y crear una razonable “inmunidad de rebaño” capaz de detener la circulación del virus y vencer la pandemia.
Como gran cosa se anuncia que hoy arriba un nuevo lote de 134.000 dosis de Oxford/AstraZeneca provenientes del mecanismo Covax y falsamente se quiere dar la impresión de que hay disponibilidad y que es la gente la que no acude a los vacunatorios. Pero si bien cada vacuna cuenta, porque la salud de cada persona vacunada es importante, los habilitados para la inoculación, aun con la última ampliación del rango de edad, no alcanzan ni al 7% de los habitantes. Para vacunar al grueso de la población adulta y que ello surta efecto en términos de salud pública se necesitan millones de dosis, no miles.
Hasta ahora llegaron 484.400 de las 8.279.800 cuya adquisición presuntamente ya está pactada, incluyendo 250.000 de la china Sinopharm adquiridas de un nuevo proveedor de Arabia Saudita, a lo que deben sumarse 223.000 correspondientes a donaciones. Cuándo llegará el resto es una incógnita. El ministro de Salud, Julio Borba, habló de un preacuerdo de compra de un millón de dosis de la Pfizer, pero no volvió a hacer mención ni a dar detalles al respecto. Se generaron expectativas con un contrato de compra de dos millones de la variedad Covaxin con fondos de Taiwán, pero la India sigue sin liberar la exportación para dar prioridad a su gigantesca población. Tampoco hay noticias de las 400.000 de la estadounidense Moderna, que teóricamente donará Qatar.
Lo concreto es que, al 28 de mayo, Paraguay había vacunado al 4,19% de sus habitantes, el porcentaje más bajo en Sudamérica después de Venezuela, solo por encima (y no por mucho) de Nicaragua, Honduras, Guatemala y Haití en el resto del continente, con todo el Caribe incluido. Claramente este Gobierno ha conseguido ponernos en el mapa junto con los países más pobres y atrasados del mundo.
Tanto peor, no parece haber estrategias alternativas viables para capear la tormenta. Está más que demostrado que los aislamientos estrictos son inaplicables en un país como Paraguay, donde la mitad de la población económicamente activa obtiene sus ingresos de manera independiente y dos tercios de la mano de obra se desempeña en el sector informal o cuasi informal. En contrapartida, las restricciones parciales y las limitaciones horarias no son eficaces, porque el virus no distingue la hora ni el día para propagarse y porque la mayor parte de los contactos son diurnos y relacionados con la actividad laboral.
Algo que han hecho muchos países con muy buenos resultados y que debió hacerse aquí hace tiempo es poner énfasis en los sistemas de testeos y complementarlos con kits de autotests que tranquilamente pueden ser importados por el sector privado y vendidos libremente en supermercados y farmacias. Son de uso sencillo y seguro, no son costosos y miden los anticuerpos en quince minutos.
Lo que está ocurriendo en Paraguay y no se está queriendo admitir es que hacerse el análisis en el sector público es difícil y engorroso, y en el sector privado es caro para la mayoría, sobre todo para hacérselo reiteradamente, cada vez que haya sospechas. La consecuencia es que muchísimos portadores del virus con síntomas leves o asintomáticos no se hacen la prueba y continúan normalmente con sus actividades, con lo cual se multiplican los contagios. Al mismo tiempo, al no haber detección temprana, los tratamientos no se inician oportunamente y los enfermos suelen llegar a los hospitales con la infección ya avanzada, lo que hace colapsar el sistema sanitario e incrementar el número de fallecimientos.
Los testeos masivos, en cambio, permiten aislar a los enfermos, no a los sanos, lo cual es mucho más factible que pretender aislar a todos, e igualmente efectivo. Con testeos masivos la gente podría saber más rápidamente si está contagiada, lo que haría más probable que los portadores se confinen antes, con lo que se aminoraría la propagación y se podrían iniciar los tratamientos preventivos a tiempo.
Hasta el momento solo ha habido ambiguas promesas, anuncios que no se concretan y excusas. Es tiempo de que el Presidente exponga sin rodeos a la ciudadanía cuál es el verdadero estado de situación, cuándo se va a inmunizar a la población y qué maneja como alternativa o plan B hasta tanto eso se materialice. El Gobierno no puede quedarse con los brazos cruzados con más de cien muertos por día. La ciudadanía quiere saber qué está haciendo al respecto.