Imperdonable desabastecimiento del sistema sanitario

Según el propio Ministerio de Salud, en estos días se llegó al colapso del sistema de defensa contra el covid-19 con la ocupación plena de las camas disponibles tanto en terapia intermedia como en terapia intensiva. Lo anterior incluye al sistema público y al Instituto de Previsión Social: en ambos sistemas, a la falta de camas se agrega la falta de insumos. En razón de esta situación se establecieron nuevas restricciones a los derechos de tránsito, reunión y trabajo de los compatriotas. Solo el Gobierno es responsable de la situación, nadie más. Mientras, trescientos cincuenta millones de dólares que el pueblo puso a disposición de Salud duermen en alguna bóveda bancaria, quien sabe a la espera de qué negociado similar a los de marzo.

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Según el propio Ministerio de Salud, en estos días se llegó al colapso del sistema de defensa contra el covid-19 con la ocupación plena de las camas disponibles tanto en terapia intermedia como en terapia intensiva. Lo anterior incluye al sistema público y al Instituto de Previsión Social: en ambos sistemas, a la falta de camas se agrega la falta de insumos. Todo esto fue reconocido expresamente por el ministro de Salud, Julio Mazzoleni, quien en conferencia de prensa ensayó dos líneas de defensa: la limitación de personal entrenado, para la falta de camas, y la “burocracia más desabastecimiento exterior”, para la falta de insumos.

En razón de esta situación se establecieron nuevas restricciones a los derechos de tránsito, reunión y trabajo de los compatriotas. El argumento que justificó la terrible cuarentena de marzo, un virtual toque de queda y estado de sitio fácticos combinados, vuelve a esgrimirse: “el encierro previene el contagio del covid-19 y da tiempo para preparar el sistema de salud”.

Ese argumento, que en marzo parecía racional, ahora es absurdo, pues implica que para preparar los hospitales hay que matar de hambre a la gente. No hay mucha diferencia entre decir eso y sostener, por ejemplo, que matando a toda la gente se acaba el covid-19. El remedio jamás debería ser peor que la enfermedad, como se está proponiendo.

Pero además, y desde el punto de vista de la vida de nuestras instituciones republicanas, es peor, pues restringir derechos para preparar el sistema de salud ha sido una gran mentira en nuestro país. El Gobierno ha mentido, y nada puede ser peor que eso para una democracia.

Cuando faltan insumos básicos como calmantes, broncodilatadores, relajantes musculares y toda la batería de medicinas requeridas para mitigar los efectos del covid-19; cuando faltan placas radiográficas y demás elementos de apoyo a ese menester, es obvio que el sistema no ha sido preparado.

Los datos de la Comisión Parlamentaria de Control sobre covid-19 son demoledores, pues el Gobierno apenas ejecutó veinticuatro por ciento de los cuatrocientos sesenta millones de dólares que tenía disponibles. En la citada conferencia de prensa, Mazzoleni culpó a la enorme demanda internacional de la desaparición de materias primas requeridas para fabricar los medicamentos faltantes y de los medicamentos importados propiamente.

Es una verdad a medias, pues aunque es cierto que la demanda mundial de dichos elementos se disparó, es un hecho también que el Gobierno paraguayo se embarcó en una aventura de negocios inmoral en marzo, para beneficiar a sus miembros a costa del pueblo, y que el descubrimiento del negociado, imputable exclusivamente a las autoridades, retrasó por meses la participación paraguaya en los acuerdos internacionales de abastecimientos.

Solo el Gobierno es responsable de eso, nadie más. Pero Mazzoleni culpó a las leyes por los retardos, cosa que, como ya se ha señalado en reiteradas ocasiones, es totalmente inaceptable, porque los funcionarios están para ser eficaces por la vía de la ley y nunca en contra de ella, como pretende el ministro. El Gobierno no es para aprender a gobernar, es para gobernar con eficiencia en el marco de la ley.

Si no saben hacerlo, sus integrantes deben dar un paso al costado, pues su oportunismo y su ignorancia están costando muchas vidas y costarán todavía más.

En el tema de las camas de terapia intensiva, el ministro Mazzoleni repitió lo que el Gobierno viene diciendo desde el principio: que cada una de ellas requiere personal especializado y que el déficit generado por la falta de gente adiestrada es de alrededor de seiscientas camas.

Pero eso deja en evidencia que en ocho meses nuestras autoridades no pensaron, como era su obligación hacerlo, cómo suplir con tecnología la falta de personal para aumentar el número de camas a la cantidad que requiera la normalización económica. Y lo confesó el propio Mazzoleni al revelar que recién ahora se pusieron a buscar implementar algo así.

Mientras, trescientos cincuenta millones de dólares que el pueblo puso a disposición de Salud duermen en alguna bóveda bancaria, quien sabe a la espera de qué negociado similar a los de marzo.

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