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En una medida con pocos precedentes, el joven intendente Miguel Prieto declaró una “huelga por tiempo indefinido” en la Municipalidad de Ciudad del Este a partir de mañana, en coincidencia con la anunciada movilización del populoso sector de pequeños transportistas, al que se le sumará probablemente el aun más numeroso sector de mesiteros, por la apertura del Puente de la Amistad. Más allá de cualquier consideración legal, el inusual hecho tiene un alto contenido simbólico. Denota la desesperación y el hartazgo del segundo mayor distrito del país y uno de sus principales puntales económicos, que se siente abandonado, y hasta rebajado y discriminado, por lo que perciben como una burocracia central y una parte de la sociedad indiferentes, incapaces de dimensionar desde sus cómodos sillones en Asunción la gravedad y la profundidad de la crisis en la frontera esteña.
Aunque el clamor es similar, la movilización de mañana es distinta a la del 5 de septiembre, que fue organizada cuidadosamente por los gremios de medianos y grandes comerciantes y se mantuvo dentro de los marcos de una protesta pacífica y ordenada. Mañana saldrán a la calle, al decir de las autoridades locales, “los que están comiendo una vez al día”, lo cual presenta otro tipo de escenario.
Después de siete meses de paralización, a esta gente ya no se le puede ir con más promesas que nunca se cumplen ni con “soluciones” a medias que no van a funcionar. El intendente Prieto lo sabe muy bien, por lo que se adelanta a ponerse del lado de los suyos y exigir de una vez la apertura total y sin restricciones del principal conducto de comunicación física con Brasil y gran pulmón económico de la ciudad.
El Ministerio de Salud Pública y otras agencias del Gobierno central elaboraron un “borrador de protocolo” para una apertura “gradual, parcial y temporal” del Puente de la Amistad, que contempla un número determinado de personas que podrán ir y venir, en ciertos horarios y con ciertas condiciones, con la obligación de volver en el mismo día, bajo la supervisión y el control de la Dirección General de Migraciones.
Todos en Ciudad del Este y alrededores, sin excepción, saben que esto es impracticable e inútil. Para empezar, Migraciones tiene solo un pequeño puñado de funcionarios allí, y aunque pudiera ampliar la dotación, jamás sería suficiente para un tránsito mínimamente fluido. El comentario generalizado es que hacer esto es igual a dejar todo como está, porque nadie va a venir a comprar a Ciudad del Este de esa manera.
Más lógico y efectivo sería poner en consideración la propuesta de liberar el paso en el puente, asegurar un estricto cumplimiento de las normas sanitarias en los comercios (cosa que ya se está haciendo y que los comerciantes están más que dispuestos a hacer) y establecer los controles en la segunda rotonda o en algún otro sitio a definir, con el objetivo de evitar que personas que vienen de Brasil se introduzcan al interior del territorio paraguayo sin cuarentena, si es eso lo que tanto se teme.
La pregunta es si es factible hacerlo sin que ello signifique un riesgo inaceptable. Hace siete meses, cuando reinaba la incertidumbre, y sobre todo cuando empezaron a escalar los contagios en Brasil, prácticamente todos, esteños incluidos, apoyaron el cierre de las fronteras. Hoy la situación es bastante diferente, por varias razones.
La primera es que la circulación del virus en Alto Paraná ya superó su pico y está claramente en descenso, en gran medida debido a que un muy considerable porcentaje de la población (mucho más alto del que indican las cifras oficiales) de hecho ya se contagió, lo cual muy probablemente ha creado una condición de “inmunidad de rebaño”, como insiste el intendente Prieto. Las posibilidades de que aumente desmedidamente el ritmo de contagios en esa zona a estas alturas ya son realmente mínimas.
La segunda razón es que, en la práctica, el cierre del Puente de la Amistad nunca ha sido estricto. Según datos de Aduanas, entre 700 y 1.000 camiones con mercaderías pasan todos los días sin ningún control sanitario, sumados los vehículos fleteros de menor porte a los que se les autorizó un trato similar.
Otra razón es que no por prohibir algo ello deja de existir. Paraguay y Brasil comparten una frontera absolutamente permeable de 1.365 kilómetros, de los cuales 438 kilómetros son de frontera seca. Ni poniendo al mejor ejército del mundo se podrá impedir que la gente vaya y venga, como ha estado ocurriendo incesantemente todo este tiempo. En el área de Ciudad del Este es de público conocimiento que pagando entre 100 y 300 dólares se pasa tranquilamente y que hay un sistema de envíos transfronterizos por 50.000 o 100.000 guaraníes. De hecho, la apertura formal del Puente de la Amistad está dirigida a los que quieren cumplir las normas, tanto en Paraguay como en Brasil, porque los que no las cumplen tienen otras alternativas y alimentan toda una maquinaria de extorsión y coimas.
Otra razón es la situación sanitaria en Brasil, y específicamente en Foz de Yguazú y en el estado de Paraná. No solamente el covid está controlado, sino que sus sistemas de salud son mucho mejores que los nuestros. En Foz hay un promedio de 50 contagios por día con 180 personas aisladas, y está todo abierto y funcionando normalmente, con más de veinte puntos para hacer tests con resultados en el día, mientras que de este lado del río se esperan hasta 12 días para hacer la prueba y otros tantos para tener el informe.
Las autoridades regionales brasileñas reiteradamente han puesto a disposición de los paraguayos su infraestructura, sus insumos y sus servicios, con lo cual los altoparanaenses estarían mejor desde el punto de vista sanitario, no peor, si el puente estuviera abierto.
Dicho todo esto, la apertura del Puente de la Amistad no será la panacea ni producirá efectos milagrosos. El golpe al comercio fronterizo y a las inversiones en la zona ha sido durísimo. Se estima que el 90% de los pequeños negocios ya no podrán reabrir sus puertas en el corto plazo. Pero es importante que la ciudad se vuelva a poner en marcha, que empiece a aguzar su proverbial ingenio comercial para ir recuperando paulatinamente la clientela y los puestos de trabajo perdidos.
Las autoridades nacionales y la sociedad paraguaya en su conjunto deben valorar más y tener más empatía con Ciudad del Este, a la que se la suele denigrar con generalizaciones prejuiciosas, pero que históricamente ha aportado hasta el 40% de los ingresos aduaneros. No solo ha llegado la hora de abrir el puente, sino también de abrir la mente para escucharlos verdaderamente, tenerlos en cuenta y actuar con decisión para ayudarlos a levantarse.