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El 3 de abril, a menos de un mes del inicio de la cuarentena, el ministro Julio Mazzoleni se mostró preocupado ante la “relajación ciudadana” e informó que su cartera estaba comprando bolsas mortuorias, pues llegado el momento, “naturalmente, vamos a tener muchas bajas”. La noticia no inquietó tanto a la población y el propio Ministerio de Salud Pública y Bienestar Social (MSPyBS) se mostró luego muy satisfecho con el resultado del “primer tiempo” del partido contra la pandemia. Empero, hace una semana, el ministro advirtió que “el segundo tiempo es otro partido”.
En este “segundo tiempo” mencionado por Mazzoleni, el último sábado se publicitó una “Compañía de manejo de cadáveres”, integrada por personal militar. La foto de los uniformados, ataviados con trajes especiales y transportando ataúdes fue promocionada ampliamente por el equipo de comunicación del Gobierno y tuvo un feroz impacto en las redes. Los airados reclamos no se hicieron esperar: si se hubiera tenido el mismo cuidado para planificar la compra de insumos para la vida, así como lo tuvieron para adquirir suministros para enfrentar la muerte, el vía crucis ciudadano no sería tan doloroso e incierto.
El cháke gubernamental de la muerte se hubiera justificado si la administración sanitaria de Mario Abdo Benítez no arrastrara un escandaloso caso de corrupción en las compras de insumos para Salud. El protocolo de manejo de cadáveres como concienciación tendría otra connotación si en estos momentos no fuera crítico el stock de recursos públicos para realizar tests, o los hipnóticos para sedar pacientes en Cuidados Intensivos. Sin embargo, Salud debió reconocer ayer que en estos momentos la oferta de testeos es superada por casi el doble de la demanda, mientras el tan mentado laboratorio prometido en Ciudad del Este, uno de los enclaves más preocupantes del virus, sigue sin funcionar. Como si todo esto fuera poco, recién la semana pasada anunciaron la construcción de seis nuevos pabellones de contingencia para Misiones, para el hospital pediátrico Acosta Ñu, para Lambaré, Limpio, Ciudad del Este y Pedro Juan Caballero. Con toda justicia, la población sigue preguntándose de qué sirvió la larga temporada de cuarentena decretada por el Gobierno cuando recién ahora –cinco meses después– anuncian que construirán lo que ya debió estar terminado a esta altura.
Mientras esta inoperancia, negligencia y desidia gubernamental se campanea airosa, laboratorios del sector privado confirmaron ayer que ellos sí consiguen insumos en plaza para realizar los tests. Esto solo puede significar dos cosas: la burocracia está derrotando al sector público o alguien –ya sea del sector público o del sector privado, o ambos– están intentando lucrar, una vez más, a costa de la salud y la vida del pueblo paraguayo.
Cuando Mario Abdo Benítez anunció el tan mentado “Aislamiento General Preventivo”, la ciudadanía se plegó sin protestar al pedido gubernamental. Se dijo que era para evitar un desborde descontrolado de la enfermedad, ganar tiempo para equipar hospitales, adquirir insumos y formar al personal sanitario. Algunos hospitales ya llegaron a la ocupación del 100% de sus camas, otros se acercan peligrosamente y algún que otro sector médico ya está advirtiendo que podríamos llegar al escenario de que se deberá elegir a quien proporcionarle una cama en Terapia Intensiva para salvar su vida.
Es imperioso insistir en que la población debe adquirir conductas para prevenir el contagio del coronavirus, tales como el uso de mascarillas, el lavado frecuente de manos, el distanciamiento físico y evitar las aglomeraciones. Sin embargo, es absolutamente injusto que se ponga en los hombros de la ciudadanía la responsabilidad por el fallo que está teniendo el sistema de salud para dar respuestas satisfactorias. Los casos aún no son los suficientes para provocar un colapso que ya se está sintiendo no solo en los sistemas de atención telefónicos, en las instrucciones que se otorgan por medios virtuales, en la ausencia de una comunicación clara y enfática, en los análisis laboratoriales, en fin, en un largo etcétera que demuestra que, con pocos casos, el sistema ya está tambaleando.
Cuando todo iba viento en popa, el gobierno insistía en repetirnos que era un triunfo de sus estrategias políticas; ahora que la tempestad ha llegado, repiten que es por el fracaso ciudadano. Sin embargo, con falta de tests aleatorios masivos en búsqueda de positivos como lo han hecho otros países, sin laboratorios en las cabeceras departamentales, sin anestésicos, sin hospitales suficientes, el problema no es solo el pueblo sino sobre todo sus gobernantes, planificadores y administradores. Si vamos a compartir responsabilidades, que sean las del triunfo inicial que el gobierno se adjudicaba y este fracaso que ahora nos empieza a devorar.
El gobierno de Mario Abdo Benítez y la administración del ministro Julio Mazzoleni han incumplido el acuerdo con el pueblo paraguayo. La ciudadanía cumplió a cabalidad lo que se le ha pedido cuando se decretó el “Aislamiento General Preventivo” con las esperanzas de que mientras tanto se pondría en marcha el engranaje para las adquisiciones de insumos, la preparación de hospitales, el entrenamiento del personal médico y hasta la construcción de los pabellones de contingencia que hicieran falta.
La corrupción los derrotó por el camino y hoy ellos mismos instalan la terrible realidad de que en lo que más preparados estamos es para el manejo de cadáveres, mientras siguen anunciando que ahora recién iniciarán la construcción de hospitales de contingencia y la población se enfrenta a la realidad de falta de testeos suficientes en todo el país.
El pueblo paraguayo no se merece tanto manoseo.