Cargando...
Finalmente, el pasado 27 de diciembre, con la asistencia del presidente de la República, Mario Abdo Benítez; del director paraguayo de la Entidad Binacional Yacyretá (EBY), Nicanor Duarte Frutos, y de autoridades nacionales y departamentales, tuvo lugar la ceremonia de habilitación de la subestación asentada en el Campo 13 de la central hidroeléctrica mediante la adecuación de las barras que conectan a esta con la central de generación y esta, a su vez, con la línea de 500 kV, con capacidad de transportar 2.000 MW. La ANDE queda así en condiciones de retirar la totalidad de la energía generada por la potencia instalada de 1.550 MW que pertenece a nuestro país.
Sin embargo, no deja de ser una ironía que esto se dé casi dos años después de que fuera habilitado el tramo Ayolas-Villa Hayes de dicha línea de transmisión, pues pone en evidencia la absoluta falta de responsabilidad y de patriotismo de todas las autoridades superiores de la entidad que, desde que la central empezó a operar con el embalse a cota 83 en febrero del 2011, debieron haberse preocupado de prever con anticipación y adecuar la subestación de la margen paraguaya para el retiro de la totalidad de nuestra electricidad, tal como lo hicieron los argentinos con lo suyo en tiempo y forma.
Es que, como se sabe, los directores paraguayos de la EBY, más interesados en medrar a expensas de sus cargos antes que precautelar los intereses de nuestro país en la misma, dejaron que sus pares argentinos administraran a su gusto y paladar la central hidroeléctrica binacional. Ni cortos ni perezosos, estos no solo adecuaron la subestación alimentadora y construyeron las líneas de transmisión de 500 kV requeridas para llevarse la energía generada por la totalidad de la potencia instalada en la usina (3.100 MW). Se incluyen las dos líneas de más de 500 kilómetros de longitud que desde Rincón Santa María, en la margen izquierda del río Paraná, llegan hasta la estación brasileña transformadora de frecuencia de Garabí, ubicada en la frontera argentino-brasileña, con una capacidad de transporte de hasta 2.000 MW, a través de la cual Cammesa (Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico) –empresa mixta controlada por el Estado argentino pero constituida por 80 por ciento de capital privado, que sustituyó a la extinta Secretaría de Minas y Energía como operadora de la EBY por parte del Estado argentino– vende artera e ilegalmente a Brasil, a precio de mercado, energía paraguaya que se lleva a la irrisoria tarifa de menos de US$ 10/MW. Y lo que resulta más ignominioso: sus costos fueron cargados a cuenta de la EBY, vale decir, la mitad de la deuda cargada a espaldas del Paraguay. Tales costos están embebidos en la friolera de US$ 4.084 millones, que por el Acuerdo Cartes-Macri supuestamente Yacyretá adeuda al Tesoro argentino. Asiento contable no auditado por la Contraloría paraguaya, pero aceptado sin beneficio de inventario por el Gobierno de Horacio Cartes, el exmandatario paraguayo actualmente requerido por la justicia brasileña por presunta asociación criminal con su “hermano del alma” Darío Messer, acusado en su país por lavado de dinero sucio proveniente del crimen organizado transnacional.
Como se ha hecho costumbre en él, el presidente Mario Abdo Benítez aprovechó la ocasión, no para referirse a la problemática situación administrativa y financiera reinstalada en la usina hidroeléctrica binacional con el lesivo Acuerdo Cartes-Macri, sino para mirar a otra parte y explayarse en lírica cantinela ajena a la cuestión. Tras haber prometido a los electores que no avalaría un convenio desventajoso para el país, a la postre, una vez elegido Presidente de la República, en radical cambio de postura, impulsó la aprobación por el Congreso de las notas reversales que formalizaron el leonino acuerdo.
Por su parte, el director paraguayo de la entidad binacional, Nicanor Duarte Frutos, hizo lo propio autoalabando su gestión al frente de la EBY, omitiendo, sin embargo, mencionar la severa crisis administrativa y financiera en que se encuentra sumida la usina hidroeléctrica binacional y que requiere urgente solución. Obviamente, también evitó referirse a la responsabilidad que le cupo a su Gobierno en las desprolijidades financieras del Plan de Terminación de Yacyretá convenido con su par Néstor Kichner, incluido el fallido acuerdo de la “novación”, por el cual su Gobierno aceptó entregar a la Argentina la mitad de la energía paraguaya por 30 años, como pago de la deuda espuria supuestamente contraída por la EBY con el Tesoro argentino y que por suerte el Congreso paraguayo de ese tiempo se negó a tratar siquiera.
Posiblemente por la firme reacción ciudadana que obliga, a su vez, a la Justicia a perseguir a los “peces gordos”, Duarte Frutos está imprimiendo una mayor transparencia de gestión en cuanto al proyecto de maquinización del Brazo Aña Cua, y la firmeza con que se impuso a Cammesa que, como Eletrobras en Itaipú, se cree dueña de la usina y trató de impedir que se completara la adecuación de barras para energizar la subestación de 500 kV que acaba de habilitarse. Es de esperar que ahora se manifieste en apoyo de la derogación de las notas reversales del acuerdo Cartes-Macri, lo que hasta ahora no ha hecho por alguna razón que cuesta imaginar.
Desafortunadamente, la EBY es, y continúa siendo, un “monumento a la corrupción”, desde sus cimientos hasta la presa de coronación, como acertadamente la describiera el expresidente argentino Carlos Saúl Menem, no en mero sentido metafórico sino en la realidad de su desempeño como una “joint venture” binacional de participación igualitaria entre Paraguay y Argentina. En vez de procurar enderezar el entuerto, el expresidente Horacio Cartes lo empeoró con su acuerdo con Mauricio Macri, al que el anterior Congreso argentino no dio ninguna importancia y que, inexplicablemente, hasta ahora Mario Abdo Benítez se empecina en convalidar.
Es de esperar que el patriotismo impere por fin en el accionar de los autoridades paraguayas para que los beneficios que en esta histórica oportunidad Yacyretá pone a disposición del país lleguen efectivamente a la población, y no favorezcan otra vez a los aprovechadores de siempre.