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Son conocidas –nuestros editoriales se han ocupado en más de una ocasión sobre el tema– las graves dificultades que enfrentan los habitantes del Alto Paraguay en el momento de necesitar algún cuidado de su salud, especialmente en ocasiones en que las dolencias son de cierta complejidad. Como si ello ya no fuera suficiente castigo, las noticias hablan ahora de un caso vergonzoso y lamentable: el ministro de Salud Pública y Bienestar Social, Julio Mazzoleni, destituyó a la directora del Hospital Regional de Fuerte Olimpo, Dra. Damaris Wagner, por haber denunciado la falta de recursos para realizar una sencilla intervención quirúrgica. Es decir, la privó del cargo por haber dicho, fundada en un veraz informe de la doctora Patricia Ferreira, que un paciente debió ser trasladado a Pedro Juan Caballero, con su consentimiento, para ser operado del apéndice, pues en el nosocomio de la capital del Alto Paraguay no había antibióticos ni anestésicos. No se quiso “poner en riesgo su vida”, dijo. Una situación realmente bochornosa que en un hospital regional no se pueda hacer una simple operación de apendicitis. Es como que la salud pública del citado departamento haya tocado fondo.
La doctora Wagner demostró ser una profesional responsable, además de patriota. Recibida en Cuba, a su regreso pudo quedar en Asunción o en otra localidad, pero prefirió prestar servicios en su alejada comunidad de origen, donde vive su familia. Pero de nada le sirvió todo eso, pues es obvio que le costó caro haber revelado las agudas carencias referidas, que ahora el Ministerio busca ocultar divulgando fotos de remedios a punto de vencer y que, por tanto, ya no son efectivos. El paciente debió ser derivado a 400 km de distancia para su atención. Como es sabido que el pomposamente denominado Hospital Regional de hecho se parece más a un centro de salud, lo ocurrido no debería llamar la atención, pero sí indigna que la destacable preocupación de una profesional de la institución sea retribuida con su destitución.
Algunos penosos hechos ocurridos en los últimos tiempos sirven de suficiente ilustración al respecto. En marzo de 2014, una joven con hemorragia no pudo ser sometida a una terapia intensiva neonatal por falta de equipos adecuados, así que fue evacuada por vía aérea a la lejana Asunción. En mayo del año pasado, como el único anestesista estaba de vacaciones, una embarazada que portaba un feto sin vida desde hacía dos semanas, debió ser llevada a la capital del Amambay para que le extirparan la matriz; días después, una menor gestante fue trasladada a la misma ciudad, donde se constató que el embrión ya había muerto.
Ante esos tristes episodios, similares a otros que seguramente no trascendieron, y dado que numerosas personas recurrían a él para que cesen las falencias sanitarias, el obispo del Vicariato Apostólico del Chaco, Gabriel Escobar, reunió a autoridades locales y departamentales. Se acordó enviar una nota al entonces ministro, Carlos Morínigo, señalando las necesidades de la XVII Región Sanitaria. Es evidente que la iniciativa no sirvió de mucho. Pero el prelado por lo menos no recibió ninguna represalia, como ocurrió con la doctora Wagner por su “atrevimiento”.
Siguiendo con los dramas de los altoparaguayenses, debe recordarse también que en mayo último, una bebé, que requería una terapia urgente, falleció en el Hospital Regional, porque otros nosocomios públicos del país estaban colmados y porque el avión de la Fuerza Aérea que debía evacuarla a un sanatorio privado llegó tarde desde Asunción, debido a las malas condiciones climáticas. En junio, se supo que el hemocontador donado por el Gobierno italiano, que detecta el azúcar en la sangre, los triglicéridos o el colesterol, no funcionaba desde hacía un mes por falta de mantenimiento. Las graves deficiencias del Hospital Regional se habrían acentuado luego de que, en marzo, el Ministerio haya suspendido sus transferencias, porque el Consejo de Salud local, presidido por el intendente Sergio Cuéllar (ANR), investigado por el Ministerio Público por los delitos de lesión de confianza y enriquecimiento ilícito, no había rendido cuentas sobre el uso de los fondos de equidad recibidos en 2018. La ineficiencia, la indiferencia y la corrupción se unen así para golpear a los pobladores de esa lejana región del país.
Según comentó la hoy destituida doctora Wagner, ella obtuvo heladeras y bebederos de los ganaderos de la zona, pues el Ministerio nunca le había dado nada, pese a sus constantes pedidos, como los relativos al equipamiento de un laboratorio de diagnóstico, a la instalación de un quirófano con personal idóneo y al menos una cama de terapia intensiva e intermedia, para adultos, niños y recién nacidos. “Pero se enojan cuando uno deja al descubierto las falencias del hospital”, expresó, para mostrar su incomprensión ante el enfado del mandamás del área o de quien haya promovido su destitución. Como se ha visto, no solo ella ha reclamado el auxilio debido a tantas e inocultables insuficiencias, pero el drama persiste, con el añadido de que se decidió “castigar al mensajero” con notable prontitud. El autoritario ministro sabe que el Hospital Regional carece de elementos básicos, pero cree por lo visto que sus problemas serán solucionados negándolos.
Alguna vez expresamos nuestra confianza en que “el doctor Julio Mazzoleni –anunciado como nuevo ministro de Salud– desarrolle una gestión honesta y comprometida con la gente, comenzando por ubicar en los cargos de responsabilidad a los mejores profesionales...”. Con relación al tema que nos ocupa, el propio secretario de Estado reconoció, poco antes de asumir el cargo, que hay zonas del país que tienen problemas críticos, para agregar que “la zona del Alto Paraguay y norte de la Región Oriental son áreas que me quitan el sueño”. Pero ahora se revela como un farsante, pues teniendo una magnífica ocasión para mejorar la situación ante una denuncia concreta como la de la doctora Wagner, reacciona de la peor manera. Con esto se nota que le importa más esconder la basura bajo la alfombra para dar una buena imagen a su gestión, o demuestra que es maleable a los reclamos de los políticos. Su decepcionante actuación sugiere que los Hospitales Regionales, en general, seguirán sufriendo las carencias bien conocidas, y los pobladores las penurias para la atención de su salud.