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Los pactos forman parte de la práctica política en todos los países. Generalmente, se concretan para impulsar una campaña de interés nacional, o para condenar alguna acción deleznable. Pero también, y eso ocurre con frecuencia en nuestro país, para defender intereses grupales o proteger a un correligionario en peligro de caer en desgracia. Eso lo estamos viendo ahora mismo, donde dos movimientos muy antagónicos del Partido Colorado concretan una vez más la “unidad granítica”, tan grata al fallecido dictador Alfredo Stroessner, para impedir que caiga el partido y los odiados enemigos ingresen “por la ventana”. ¡Quién creería, por ejemplo, que Horacio Cartes y Mario Abdo Benítez estén hoy de luna de miel, siendo probable que el Jefe de Estado se abrace en cualquier momento con “el mayor contrabandista” de nuestro país, según sus propias palabras!
En la coyuntura actual, la entreguista Acta Bilateral, defendida inicialmente por el Primer Mandatario, hizo que su antecesor reconquiste de hecho el poder político. Lo del “cogobierno” es un eufemismo que, en realidad, implica una capitulación lisa y llana: Mario Abdo Benítez permanecerá formalmente en el cargo a cambio de que Horacio Cartes tome la batuta, al margen de las instituciones. Se trata de un pacto siniestro fundado en bastardos intereses personales y no precisamente en el deseo de asegurar la “estabilidad” del país. El garante de la estabilidad mal puede ser quien hace apenas un par de años atentaba contra ella al pretender imponer una enmienda inconstitucional para seguir en el poder.
Tras condenar con vehemencia el infame documento suscrito en Brasilia, el cartismo se comprometió, gracias a la mediación del vicepresidente Hugo Velázquez, a no apoyar el juicio político, sin duda a cambio de que su líder dicte en adelante las pautas gubernativas. Primero se habló de esperar el dictamen de la Comisión Bicameral creada para investigar los entretelones del escándalo que provocó la remoción de cuatro chivos expiatorios que actuaron en las negociaciones con Brasil, pero los protagonistas del enjuague resolvieron luego dejar de lado la farsa y ordenar a sus peones que rechacen cuanto antes el pedido de que el Presidente y el Vicepresidente de la República, así como el ministro de Hacienda, Benigno López, sean destituidos mediante el procedimiento constitucional.
Así las cosas, ¿a quién le interesan ahora las conclusiones de la Comisión Bicameral, integrada por cinco legisladores colorados y otros tantos opositores? En el improbable caso de que constate que hubo delitos o mal desempeño de las respectivas funciones, ¿retirarán los cartistas su apoyo a “Marito” y a Velázquez? Jamás, salvo que alguna demanda no satisfecha abra de nuevo una brecha en la “unidad granítica” de este “abrazo republicano”. Pero sobre el Jefe del Poder Ejecutivo penderá en adelante la amenaza de destitución si se atreviera a ignorar algún pedido de Horacio Cartes. El Primer Mandatario tendrá que seguir con la cabeza gacha.
El precio de este matrimonio de conveniencia es la sumisión de uno de los contrayentes, a quien los diputados de su partido, para no desairarlo tanto, visitaron en Mburuvicha Róga solo después de haber rendido pleitesía al “cogobernante” en su propio domicilio. Como era previsible, los cartistas ya aprovecharon la ocasión para pedir que sean reincorporados varios funcionarios “injustamente” removidos. Cada uno de ellos tendría tres o cuatro pedidos de cargos, de modo que la componenda para salvar el pellejo de Abdo Benítez les costará buen dinero a los contribuyentes. Se recordará que, en la legislatura anterior, el hoy lastimoso Presidente comparó al Senado con un prostíbulo debido a la compraventa de votos. Ahora él está comprando su “estabilidad” a cambio de cargos. Según el diputado Alliana, su sector no pide cargos ministeriales, lo que bien puede tenerse por cierto, pues su jefe no necesita que sus acólitos integren el Gabinete para mandar con muchas ganas. Bastaría con telefonazos oportunos, también para imponer la destitución de algún desafecto o hasta la “renuncia” de algún legislador, como al parecer ya está ocurriendo con el abdista Rodolfo Friedmann.
Está visto que los diputados colorados impidieron el juicio político no porque estén convencidos de que los afectados son inocentes o de que ejercieron bien sus funciones. A los cartistas, en especial, eso les importa un bledo. Lo que quieren –y lo están logrando– es volver al poder mediante un burdo chantaje político. Tampoco a un senador abdista, como Juan Carlos Galaverna, le interesa saber si es justo o no que quien hoy ocupa el Palacio de López se mantenga en el cargo. Él solo se opone a que un liberal entre allí por la ventana, es decir, mediante un procedimiento constitucional similar al que él impulsó para destituir al hoy senador Fernando Lugo. Pero esas cosas son una “minucia”. La cuestión es que el Partido Colorado continúe en el poder, porque “la suerte del país está muy ligada a la suerte del Partido Colorado”, como dijo hace poco el mencionado senador Friedmann.
Ahora es “Marito” quien repite que “al Palacio de López se entra con votos y no por la ventana”, es decir que no habrá mecanismo constitucional que valga, sino la aplanadora colorada. Esta mentalidad lo pinta de cuerpo entero, lo mismo que su desdoroso contubernio con Horacio Cartes, el mismo a quien había denostado con toda razón por su inconstitucional afán reeleccionista, por las corruptelas que proliferaron durante su Gobierno y hasta por sus negocios personales transfonterizos. Ha terminado convertido en un fantoche.
Los ciudadanos y las ciudadanas deben permanecer alertas para desalentar, mediante manifestaciones públicas firmes y perseverantes, las maniobras que tramen contra la República los integrantes de este pacto siniestro.