El Gobierno de “Marito” está sostenido por indeseables

El presidente Mario Abdo Benítez cumplió ayer su primer año de mandato de la peor manera: debilitado, en medio de espontáneas manifestaciones de rechazo a su gestión en la capital y en el interior del país, y auxiliado por políticos y grupos reiteradamente repudiados. Entre quienes le brindaron su apoyo estaba esa clientela política del coloradismo convocada por sus líderes de siempre, integrada por funcionarios públicos arreados en horas de oficina y hurreros del partido. El primer mandatario recibió también el previsible y nada generoso auxilio de Horacio Cartes, a quien agradeció “el gesto que tuvo para garantizar la estabilidad en el Paraguay”, es decir, para garantizar la suya en el Palacio de López. Muy pronto olvidó que él, siendo senador, activó fuertemente para impedir que su antecesor lograra la reelección por medio de la enmienda inconstitucional. Es decir, quien va a garantizar “la estabilidad del Paraguay” y la de él es una persona que, precisamente, atentó en su momento contra la estabilidad del país. “Marito” tendrá que optar entre los bribones que lo secundan y los paraguayos de bien que se levantan contra los despropósitos gubernativos.

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El presidente Mario Abdo Benítez cumplió ayer su primer año de mandato de la peor manera: muy debilitado, en medio de espontáneas manifestaciones de rechazo a su gestión en la capital y en el interior del país, y auxiliado por políticos y grupos ya reiteradamente repudiados. Entre quienes le brindaron su apoyo estaba esa clientela política del coloradismo convocada por sus líderes de siempre, integrada por funcionarios públicos arreados en horas de oficina y hurreros del partido. El primer mandatario recibió también el previsible y nada generoso auxilio de Horacio Cartes, a quien agradeció “el gesto que tuvo para garantizar la estabilidad en el Paraguay”, es decir, para garantizar la suya en el Palacio de López. Muy pronto olvidó que él, siendo senador, activó fuertemente para impedir que su antecesor lograra la reelección por medio de la enmienda inconstitucional, episodio que tuvo como trágico resultado la muerte de un joven político liberal y la quema de una parte del Palacio Legislativo. Es decir, quien va a garantizar “la estabilidad del Paraguay” y la de él es una persona que, precisamente, atentó en su momento contra la estabilidad del país. Entonces, el dueño de su destino político es alguien muy poco recomendable para tal propósito.

El Jefe de Estado podrá evitar de momento el juicio político, pero no así que su autoridad personal resulte notablemente menguada. Salvo que sea de lo más ingenuo, debe de saber que le servirá de poco el apoyo que le brinden funcionarios movilizados en horas de oficina. Si no tiene el valor de librarse cuando antes de sus actuales ataduras, seguirá gobernando no solo con Cartes ejerciendo el poder detrás del trono, sino también con el ambicioso vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, cuyas intervenciones exceden en mucho sus deberes y facultades constitucionales.

Este fue uno de los grandes actores de la tragicomedia internacional que indignó a la ciudadanía, además de ser el gestor del oportuno salvataje cartista. En el último acto partidario compartió la tarima con el Jefe de Estado y allí se lo vio a Velázquez aplaudiéndolo, como si nada hubiera ocurrido, es decir, como si a través de su “asesor jurídico”, el tal José “Joselo” Rodríguez González, no hubiera favorecido a cierta empresa contra la posibilidad de que la ANDE venda libremente electricidad en el mercado brasileño.

De hecho, sus pésimas designaciones de gente con antecedentes no muy recomendables, tanto en el Gabinete como en altos cargos gubernativos, no le favorecieron en absoluto. Por el contrario, contribuyeron a minar su administración. En tal sentido, se puede mencionar al hoy destituido director paraguayo de Itaipú, José Alberto Alderete, mientras continúa en similar cargo en Yacyretá el expresidente Nicanor Duarte Frutos, otro que intentó asaltar la Constitución para buscar una ilegal reelección presidencial. Tampoco fue un acierto el nombramiento de su hermano Benigno López, como ministro de Hacienda, cuestionado tanto por sus manejos en el Instituto de Previsión Social (IPS) como por su presunta participación en el caso del Acta Bilateral.

Con frecuencia, Marito aparece rodeado de la peor gente de la política e, inclusive, de alguna sospechada de tener vínculos con el crimen organizado. Por razones morales y políticas, es preciso que se aparte de quienes contribuyen a que una amplia mayoría de la población tenga una pésima imagen de su Gobierno. ¿Acaso pretende que la gente crea en aquello de “caiga quien caiga” cuando se lo ve en el Palacio de López con los legisladores colorados Miguel Cuevas, Ulises Quintana, Enrique Bacchetta, Juan Carlos Galaverna, Freddy D’Ecclesiis y Silvio Ovelar, cuyos nombres hablan por sí solos? Cuando ahora se alía con Cartes, lo que hace temer es “el retorno de los brujos”. ¿Sería presumible que se combata con éxito el contrabando de cigarrillos, o que desde el Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones se denuncie penalmente al exministro Ramón Jiménez Gaona por el fiasco del metrobús, entre otras acciones que podrían afectar a quienes le arrojaron el salvavidas?

Si quiere recuperar algo de credibilidad, es necesario que el Presidente de la República tome nota de que se ha puesto entre la espada y la pared. Por un lado, están los sinvergüenzas de antes que se aprestan a recuperar de hecho el poder, y los de ahora que quieren conservarlo a toda costa. Por el otro, está la ciudadanía indignada por tantos desafueros y que, como lo está volviendo a demostrar, no está dispuesta a aceptar mansamente las barbaridades cometidas en las altas esferas. “Marito” no debería subestimarla, como si rodeado de personas desprestigiadas y de la clientela política pudiera atenuar la irritación ciudadana. Lo único que puede esperarse, en este caso, es que en nuestro país se repita lo que ocurre en Venezuela y Nicaragua, donde los dictadores Nicolás Maduro y Daniel Ortega se aferran al poder a sangre y fuego, con numerosas víctimas fatales que lamentar. Están divorciados de sus respectivos pueblos, aislados internacionalmente, pero permanecen en el cargo gracias a sus paniaguados que le acercan militantes y a unas fuerzas armadas títeres. Es de desear que esto no ocurra en el Paraguay.

En consecuencia, “Marito” tendrá que optar entre los bribones que lo secundan y los paraguayos de bien que se levantan contra los despropósitos gubernativos. Tiene que reinvindicarse, echando pesados lastres por la borda. Si no lo hace, es muy probable que la ciudadanía, movilizándose pacíficamente, convenza a una mayoría de legisladores para poner fin a un Gobierno que hace agua por todos lados.

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