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“Vivo en el barrio General Díaz y no estoy contento con mi ciudad. Hay basura no recogida y caminar por las calles es un martirio por la falta de veredas en condiciones”. Lo dijo hace unos días un octogenario asunceno y se puede estar seguro de que una gran mayoría de los vecinos de la “muy noble y muy ilustre” capital del Paraguay comparte su insatisfacción, por iguales motivos o por otros no citados por él, como el pésimo estado de las calles, el desorden en el tráfico vehicular o la ocupación impune de espacios públicos.
Es innegable que Asunción está muy lejos de ser una ciudad acogedora, porque las autoridades municipales incumplen sus funciones legales en materia de urbanismo, transporte público, ambiente y salubridad, entre otras. Todo esto, sin desconocer que no son pocos los pobladores que ignoran su deber de respetar las señales de tránsito, de mantener limpios los terrenos baldíos o de reparar las aceras rotas.
Aunque la responsabilidad sea de todos, en la actualidad la mayor la tienen el intendente Mario Ferreiro y los ediles que, por desidia o ineptitud, traicionan la confianza recibida en las urnas. Peor aún, endeudan a la Municipalidad para satisfacer a unos 8.200 funcionarios, en su gran mayoría superfluos, violan la Ley Orgánica Municipal (LOM) cuando concesionan para uso de particulares el paseo central de la Avenida Quinta y malgastan el dinero público en una costosa, inútil y ya deteriorada “bicisenda”. Parece que el intendente Mario Ferreiro ya hizo “mutis por el foro” en lo que hace a la solución de los problemas más importantes, pues solo se lo ve en algún acto intrascendente pero no así en los lugares donde afloran las dificultades para buscar soluciones.
Las obras duran una eternidad, pudiendo mencionarse, por ejemplo, que aún no han concluido las reparaciones de la Terminal de Ómnibus y del Mercado de Abasto, afectados por sendos incendios, y que el edificio del Mercado Municipal N° 4 sigue también inconcluso. Que no se diga que al menos no hay corruptelas, porque no solo los policías de tránsito siguen estando a la pesca de los sobornos del día, sino también al menos dos exdirectores, Antonio Coscia y Julio Duarte, dialogaron por teléfono con interesados en aprovecharse de concesiones ilícitas en el caso de las casillas de la Avda. Quinta. A las autoridades municipales, la calidad de vida de los asuncenos les importa mucho menos que el bienestar de sus respectivas clientelas, que retribuyen las atenciones recibidas a costa de los contribuyentes actuando como operadores políticos en tiempos electorales.
El grave populismo que padecen los munícipes asuncenos les indujo a tolerar, por ejemplo, que la Plaza de Armas esté ocupada desde hace varios meses por unas 240 familias de supuestos damnificados de una crecida a la que ya ha seguido una bajante que comenzó hace dos meses. Recién en los últimos días empezó el traslado de algunas de ellas para limpiar la imagen de la ciudad de cara a su 482° aniversario. El director municipal de Riesgos y Desastres de la Comunidad, Víctor Hugo Julio, informó que a la fecha no estaría despejada toda la plaza, pero al menos se pretendería “liberar la zona donde está la estatua de Juan de Salazar y el sector donde está el monumento del artista (Hermann) Guggiari”. Así ejercen el intendente Ferreiro y los ediles la función municipal, prevista en la LOM, de preservar y restaurar el patrimonio cultural, arqueológico, histórico o artístico, así como sitios o lugares de valor ambiental o paisajístico.
Como esta deplorable situación es de nunca acabar, la historia se repetirá allí o en otros sitios el próximo año. Es que resulta un buen negocio para los politicastros repartir chapas y tablas para los afectados de siempre, con vistas a las siguientes elecciones. La dejadez se observa por doquier, incluso en una plaza céntrica, como la de la Libertad, que está por convertirse en un sucio mercado. Es una muestra más de la privatización de hecho de bienes del dominio público municipal, lo que resulta llamativo dado que Ferreiro no se jacta, precisamente, de ser un “neoliberal”. Es muy triste constatar que su administración no se distingue en absoluto de la anterior, quizá porque la indolencia, la incapacidad, el clientelismo y la corrupción son “parte de la cultura de nuestro país”, como él calificó no hace mucho el contrabando visible no solo en el Mercado de Abasto. Es penoso constatar que Asunción no sea hoy más “amigable” que bajo la gestión del actual diputado Arnaldo Samaniego (ANR), gran exponente de la vieja politiquería. El cambio prometido resultó un engaño, una estafa a los vecinos que deben soportar inmundicias, baches, ruidos molestos y adefesios municipales, entre otras desgracias.
A propósito, en marzo último, la Junta Municipal aprobó, en coordinación con la Intendencia, una “declaración de emergencia ambiental” para mejorar la recolección de basura y eliminarla de los cauces hídricos colmatados, entre otras cosas. Estuvo vigente durante 90 días, sin que hasta la fecha se adviertan mejoras en la calidad ambiental. Una medida estéril para que los pobladores crean que la Municipalidad está seriamente interesada en que vivan en un entorno saludable. Con toda seguridad, esa campaña habrá tenido un alto costo.
Es llamativo, por cierto, que el intendente y la gran mayoría de los concejales actúen a menudo de común acuerdo. En verdad, no hay oficialistas ni opositores y no precisamente porque coincidan en lo que conviene al bien común. Lo que pasa es que comparten los vicios que se arrastran desde hace décadas y que también afectan a muchos neófitos.
La “madre de ciudades” no está en buenas manos, porque los vecinos no se defienden con el vigor necesario frente a la indolencia, el malgasto y la corrupción. Es de esperar que el próximo año no se dejen estafar de nuevo con las promesas electorales de quienes ya han demostrado, una y otra vez, que no pueden ni quieren hacer que los asuncenos vivan mejor. Valga lo antedicho porque es muy probable que todos tengan la desfachatez de volver a postularse. Con ellos en el poder, Asunción solo puede esperar otros tristes cumpleaños en los años venideros.