Sensata reculada del Presidente de la República

El presidente Mario Abdo Benítez no ha podido sustraerse a la indignación popular y ha retrotraído a foja cero el acuerdo concertado entre gallos y medianoche con Brasil por algunos funcionarios de dudoso patriotismo, para destrabar el impasse comercial surgido entre la ANDE y Eletrobras con respecto a la contratación de potencia por ambas entidades societarias en Itaipú. Pero, con todo, el Presidente no ha salido airoso, pues debió conocer con todos sus detalles algo tan trascendental para el país, y no reaccionar cuando la tortilla ya estaba toda cocinada. La reacción pública de la gente contra este oscuro operativo ha sido inmediata y general, con pocas excepciones a favor, como la Capaco y la UIP, que priorizaron los intereses de sus asociados en obras en las binacionales y avalaron el peligroso documento. Es de lamentar que nuestro Presidente se haya dejado seducir por los cantos de sirena que desde la margen izquierda del río Paraná vienen distrayéndolo con mimos pueriles, hasta inducirlo a la firma de la infame Acta Binacional de referencia.

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El presidente Mario Abdo Benítez no ha podido sustraerse a la indignación popular y ha retrotraído a foja cero el acuerdo concertado entre gallos y medianoche con Brasil por algunos funcionarios de dudoso patriotismo, para destrabar el impasse comercial surgido entre la ANDE y Eletrobras con respecto a la contratación de potencia por ambas entidades societarias en Itaipú. Pero, con todo, el Presidente no ha salido airoso, pues debió conocer con todos sus detalles algo tan trascendental para el país, y no reaccionar cuando la tortilla ya estaba toda cocinada. La reacción pública de la gente contra este oscuro operativo ha sido inmediata y general, con pocas excepciones a favor, como la Cámara Paraguaya de la Industria de la Construcción (Capaco) y la Unión Industrial Paraguaya (UIP), que priorizaron los intereses de sus asociados en obras en las binacionales y avalaron el peligroso documento.

La ominosa “Acta Binacional”, firmada en Brasilia el 24 de mayo pasado por el embajador paraguayo en ese país, Hugo Saguier Caballero, y el representante de Itamaraty, Pedro Miguel da Costa e Silva, equivale a una humillante rendición incondicional ante amenazas de sanciones financieras y económicas por parte del Gobierno brasileño, absolutamente inaceptables para un país soberano, por más pequeño e indefenso que sea. Más aun siendo el nuestro propietario de la mitad de la usina hidroeléctrica binacional y, por consiguiente, con derecho a disponer libremente de esa porción de lo que ella produce.

Desde la entrada en operación de la primera unidad generadora en mayo de 1984, el Brasil se ha apoderado del 90 por ciento de la electricidad allí generada, haciendo un pesado uso de esta herramienta geopolítica clave para extorsionar a los Gobiernos paraguayos de turno, desde el dictador Alfredo Stroessner hasta el actual, y quedarse con la parte del león en el emprendimiento hidroenergético.

Es de lamentar que nuestro Presidente se haya dejado seducir por los cantos de sirena que desde la margen izquierda del río Paraná vienen distrayéndolo con mimos pueriles, hasta inducirlo a la firma de la infame Acta Binacional, por la cual el Paraguay renunció a seguir beneficiándose con una mínima parcela de la electricidad engañosamente calificada como “excedente” a la generada por encima de la potencia contratada, pero que, en realidad, es fruto de una astuta ingeniería comercial urdida por Brasil para su mayor beneficio. Es más, esa pérdida va a costar a los consumidores paraguayos unos US$ 300 millones durante cuatro años.

Aunque el presidente Mario Abdo lo ha negado, todo indica que su homólogo y amigo Jair Bolsonaro, con la ayuda de indignos funcionarios, más proclives a ceder al chantaje por razones desconocidas antes que a defender con firmeza los intereses de nuestro país, le dio un ultimátum, amenazándolo con estrangular financieramente al Paraguay si pretendía rescatar del mercado eléctrico brasileño más de la mitad de la electricidad paraguaya que actualmente se lleva. Nuestros negociadores no encontraron mejor manera de esquivar el bulto que renunciar a la pequeña ventaja que el país había obtenido en el 2007, a cambio de una mucho más grande a favor de Brasil, aduciendo estúpidamente que con eso el Paraguay dejaba de ser un socio “peajero” y “pillo”, indigno de sentarse en la mesa de negociación con el Brasil para la revisión del Anexo C del Tratado.

El presidente Abdo Benítez se ha prestado a tragar el sapo aderezado por su ministro de Relaciones Exteriores, Luis Castiglioni; el director general de Itaipú, José Alberto Alderete; y su embajador en Brasilia, Hugo Saguier Caballero, con el presto concurso técnico del ex director ejecutivo de Yacyretá Alcides Jiménez, conocidos funcionarios acomodaticios a las circunstancias.

A esta altura, ya queda claro que si no hubiese sido por la correcta actitud del extitular de la ANDE Pedro Ferreira, del ex gerente técnico Fabián Cáceres y de un equipo de valiosos técnicos, el acuerdo firmado estaría en plena marcha, sin que la opinión pública se enterara de sus nefastas cláusulas.

Compelido por la reacción popular, el presidente Abdo Benítez se vio obligado a despedir al equipo negociador, pero la ciudadanía está expectante sobre los sucesores que elegirá. ¿Recurrirá de nuevo a los escombros ya debidamente conocidos, o se valdrá de los técnicos que han demostrado, con su actuación pública o con sus opiniones, mayor compromiso con el país? Es tiempo de que nuestro Presidente demuestre madurez, deje de emocionarse ante lisonjas de mandatarios extranjeros o de ditirambos que le susurran al oído sus partidarios, o ante los elogios de delegaciones de gente necesitada que los politicastros interesados arrean hasta el Palacio de López.

“Ni intereses privados ni intereses partidarios han de prevalecer en esta hora nacional”, decía el recordado monseñor Ismael Rolón el 2 de junio de 1973, ante la firma del Tratado de Itaipú. Sus palabras continúan tan vigentes, y el Primer Mandatario debería atenderlas y ponerlas en vigencia a rajatabla, para no verse obligado a nuevos bochornos como el actual, porque la reculada de uno de los firmantes de un acuerdo de Gobierno a Gobierno, como el suscrito en Brasilia, no es moco de pavo ni tiene antecedentes en nuestra moderna historia. Pero ha sido la mejor salida antes que someter a nuestro país a un nuevo vejamen. Es así, porque el costo de dejar impune un delito que aparece como de virtual traición a la Patria equivale a una abdicación de autoridad, lo cual no es concebible en un gobernante que se precia de ser “de la gente”.

En cuanto al Brasil, dentro del peculiarísimo entramado de la política exterior de Itamaraty que cataloga al Paraguay como su “prisionero geopolítico”, no debe sorprender que nuestro taimado socio continúe con su diplomacia coercitiva en la usina binacional. Es improbable que Itamaraty dé el brazo a torcer de buenas a primeras, dejando sin efecto el Acta Binacional. Nos va a venir con el viejo cuento del “pacta sunt servanda” que acostumbra esgrimir cuando le conviene, aunque lo ignora olímpicamente cuando no, como en el caso del acuerdo de enero del 2007 por el que Brasil garantizó a Paraguay el derecho a retirar el 50 por ciento de la energía no garantizada más barata, y a la que tontamente el Gobierno ha renunciado por obra de una caterva de presuntos vendepatrias. Por eso, el presidente Abdo Benítez debería nombrar de inmediato un grupo negociador con técnicos, diplomáticos y juristas de alto nivel y sin averías en cuanto a patriotismo y compromiso con el Pueblo soberano, que será el gran juez en la dura puja que se avecina con Brasil por la igualdad de derechos garantizada por el Artículo III del Tratado.

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