"Y serán nuestros pechos la muralla..."

Hoy se conmemoran los 140 años de la gloriosa batalla de Curupayty, cuando una primaveral jornada se tiñó de sangre y los campos se cubrieron de muerte ante el ímpetu guerrero de los paraguayos defensores de las formidables fortificaciones de Curupayty. Aquel hecho histórico cubrió de gloria al soldado guaraní en la férrea defensa de su patria y su nacionalidad. Hoy, solo malezas se extienden sobre esos campos sagrados, cuando que su recuerdo debería estar escrito con letras de bronce en las páginas de la historia.

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Los ejércitos de la Triple Alianza (Argentina, Brasil y Uruguay) habían empezado su invasión al territorio paraguayo a fines de abril de 1866, emprendiendo casi inmediatamente su ofensiva contra diversas posiciones paraguayas, degenerando las batallas de Estero Bellaco, Tuyutí. Posteriormente siguieron los combates de Yataity Corá, de Boquerón, de Sauce y de Curuzú -posición que quedaba a 2.000 metros al sur de Curupayty-. Durante esta acción combinada entre las fuerzas terrestres y la escuadra aliadas, varios acorazados se adelantaron para bombardear Curupayty, pero fueron alcanzados por las baterías paraguayas, quedando fuera de combate el acorazado "Río de Janeiro" y el "Ibahy".


INTENTO DE LOGRAR LA PAZ

Para evitar males mayores a todos los combatientes (aliados y paraguayos), el mariscal López invitó al comandante en jefe aliado Bartolomé Mitre a una entrevista, la que se realizó en Yataity Corá el 12 de setiembre de 1866. Cinco horas duró la infructuosa conversación y, al día siguiente, Mitre respondió que la iniciativa de López fue rechazada por los jefes aliados.


DEFENSA FERREA

A raíz del fracaso de la entrevista del 12 de setiembre, López ordenó la inmediata fortificación de Curupayty, trabajos que concluyeron el 21 de setiembre con el trabajo de toda la guarnición, compuesta de 5.000 hombres. La posición paraguaya fue artillada con 49 cañones más 13 piezas que fueron ubicadas sobre la costa del río y otras dos en el ángulo de la trinchera, en su flanco derecho. Curupayty estaba defendida por las tres armas con un total de 5.000 hombres, bajo la comandancia del general José Eduvigis Díaz. Los aliados tenían planeado atacar el 17 de setiembre, pero la inclemencia del tiempo obligó a postergar el ataque para el 22 de setiembre a las 07.00.

Según un testimonio argentino de la época, el aspecto de las fortificaciones de Curupayty presentaba "unos bultos oscuros de forma esférica, equidistantes sobresalen de sus parapetos (eran los polvorines, especie de casamatas abovedadas, con un espeso revestimiento de tierra. El armazón interior era de madera dura y se descendía por una pequeña escalera para sacar la munición. Estaban colocados a retaguardia de los parapetos a una distancia lateral de las piezas de artillería). A la derecha, próxima a una choza de la que solo se distingue su techumbre, izada sobre un asta medio torcida, una gran bandera paraguaya... Como puntos muy pequeños que se mueven, se ven aquellos morriones paraguayos de heroica recordación, es lo único que se alcanza a distinguir de esas tropas que están inmediatas al parapeto. En cada cincuenta centímetros forman una hilera y en esta formación se les ve en toda la extensión de la línea amenazada y así esperan el comienzo de la batalla.

Más a retaguardia se resguardan las reservas del fuego del asalto; y más lejos aún la caballería formada en línea con grandes intervalos en escuadrones compactos, con el sable filoso en mano o la lanza ávida de sangre... Aquella faja ondulante y negra, imponente y taciturna, que arranca de la orilla del Paraná, se extiende serpenteando hacia Tuyutí como una boa de mar que se pierde en un paisaje de agua y de espesos bosques, que un lejos vaporoso hace entrever azulado. Esta línea formidable de ángulos salientes está artillada por cuarenta y nueve piezas de posición, cuyas troneras se distinguen como manchas oscuras, y trece coheteras que harán más infernal el combate, y defendido está su glasis por una tala de árboles verdes, recién cortados, de imposible incendio y de difícil acceso.

Los capitanes Gill y Saguier mandan las baterías de la derecha y centro, y el coronel Hermosa las de la izquierda.

Cinco mil hombres de tropa aguerrida y fanática, a las inmediatas órdenes del coronel González, sostendrán el empuje de nuestras bravas tropas; y el brioso general Díaz mandando todo, y ansioso de vengar a Curuzú, dará nervio a aquella resistencia".


EL ATAQUE ALIADO A CURUPAYTY

Poco después del amanecer del 22 de setiembre, la escuadra brasileña con sus 22 barcos y 101 piezas de artillería avanzó e inició un intenso bombardeo. A la par, la artillería aliada también atacó intensamente la línea de trincheras paraguayas. Mientras una fuerza de más de 20.000 hombres avanzaba dificultosamente chapoteando en lodazales y esteros, siendo blancos seguros de la fusilería y las metrallas de los defensores de Curupayty. Para peor, poco después del mediodía, la escuadra brasileña dejó de bombardear hacia el frente de Curupayty, concentrándose sobre las baterías ubicadas sobre el río.

La batalla de Curupayty comenzó con el avance de los batallones en dos columnas de ataque: "Las tropas ligeras van a vanguardia (...) El aspecto de la columna es grave, su uniforme sombrío; llevan sobre sí todo el material del asalto, hachas, palos, escaleras, fajinas: los granaderos (...) van a la cabeza de los batallones...", cuenta el general argentino José Garmendia.

"Los batallones marchan con lentitud, serpenteando, sin guardar una rigurosa formación; alguna vez su paso se hace difícil por entre los matorrales entretejidos, salpicados de pantanos (...). Aquella calma precursora de un huracán humano pronto va a desaparecer... Ya están al alcance del cañón enemigo; un momento más y tendrán que atravesar aquella zona mortífera, campo descubierto de pantanos, sombrío y páramo de la muerte... En este momento de ansiedad sublime, por entre los intersticios de los árboles, que aún medio ocultan la marcha de nuestras columnas, se alcanza a distinguir, en un lejano transparente, la negra línea de las posiciones enemigas".

Cuando estuvieron al alcance de las armas paraguayas, comenzó la carnicería. Los que consiguieron alcanzar la línea principal de resistencia guaraní lo hacían a costa de sus vidas. Dieciséis horas duró el combate, que terminó con una rotunda victoria de las fuerzas paraguayas.

Cuenta el coronel George Thompson, mercenario inglés al servicio del Paraguay, que la gran batalla "empezó por un gran bombardeo de escuadra" (ocho encorazados), que mucho daño no pudieron hacer por la altura de las barrancas del río.

"Los aliados llevaron el ataque en cuatro columnas, una se dirigió sobre la izquierda paraguaya, dos sobre el centro y la cuarta sobre la derecha, a lo largo de la margen del río. La última columna marchaba por un buen camino, y algunos de sus soldados llegaron hasta las trinchera muriendo dos o tres dentro del foso mismo. Algunos de los hombres del centro llegaron también hasta el borde del foso, pero los que debían atacarla por la izquierda ni se le acercaron".

Desde su avance desde Curuzú, los paraguayos hicieron fuego de artillería. "Cuando estuvieron cerca, a pesar de la gallardía con que avanzaron, fueron puestos en confusión por los terribles fuegos cruzados de las trincheras paraguayas que se concentraban sobre ellos en todas direcciones (...). Algunos jefes argentinos montados a caballos llegaron hasta el mismo borde del foso, donde permanecieron animando a sus soldados, pero casi todos ellos perecieron".

Luego de infructuosos intentos por vencer las fortificaciones paraguayas y los tiros de sus obsoletos fusiles a chispa, convencidos de que avanzar y tomar Curupayty era más que imposible, iniciaron una dolorosa retirada, dejando en el campo de batalla, teñido de rojo, unos 9.000 muertos, si bien los partes oficiales solo decían que murieron 2.000 argentinos y otros tantos paraguayos.


LIMPIEZA DE CAMPO

Las fuerzas paraguayas solo tuvieron 92 muertos (54 dice Thompson). "La mayor parte de ellos fueron heridos por las balas de los rifleros (aliados) del Chaco". Cuando el enemigo se retiró, el mariscal López ordenó que un batallón saliera de la trinchera a recoger armas y pertrechos. A los heridos encontrados los soldados paraguayos preguntaban si podían caminar y los que contestaban que no, eran inmediatamente rematados. "Apenas había uno que otro que pudiera andar, pues los que podían hacerlo se habían retirado adentro de sus líneas. Apenas se tomaron una media docena de prisioneros". Se tomaron más de 3.000 fusiles en buenas condiciones, gran cantidad de libras esterlinas (los soldados aliados habían recibido recientemente sus pagas), además de tambores y cornetas. La escuadra aliada había lanzado unos 5.000 tiros de cañones, en tanto que los paraguayos respondieron con más de 7.000.


CONSECUENCIAS DE UNA DERROTA ALIADA

Pese a que se intentó minimizar la magnitud del desastre, la derrota conmocionó vivamente en los países aliados, culpándose los jefes unos a otros del desastre. En la Argentina se vivieron duros momentos por las protestas y levantamientos en contra de la guerra y del gobierno, a tal punto que el general Mitre tuvo que abandonar la jefatura de las fuerzas aliadas para defender su gobierno, siendo nombrado en su reemplazo el marqués de Caxías. El general uruguayo Venancio Flores fue reemplazado por el general Castro.

Después de la batalla de Curupayty no hubo combates de importancia durante más de un año, cuando recién en febrero de 1868, los aliados se pusieron nuevamente en movimiento para la recta final de la guerra hasta el holocausto de Cerro Corá.
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