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Cuando el fundador se casó con María Carlota Gracia, ella dejó su trabajo en un banco para dedicarse a la heladería. “Contaba con una máquina muy vieja y una libretita con algunas recetas. Como le iba bien empezó a desarrollar nuevos sabores, y a acondicionar mejor el local. Luego abrió una sucursal en Brasilia que era una zona que florecía comercialmente”, comentó Nicolás Soerensen, hijo del fundador.
Años más tarde le tocaba a la segunda generación involucrarse en el negocio. “Nosotros siempre trabajamos en la empresa, de hecho vivíamos al lado de la fábrica y estábamos empapados de lo que fue París. Ahora estamos iniciando una nueva etapa. Hicimos varias inversiones renovando en un 50% las máquinas de la fábrica con capacidad para producir más de lo que vendemos hoy en día”, aseguró Soerensen.
La heladería tiene varios ítems emblemáticos que perduran con los años como la Copa Ana y la empanada de jamón y queso, además de los sabores de helados en general. El kilo de helado cuesta G. 55.000.
Soerensen asegura que en los meses de verano los helados se vende un 30% más que invierno, pero con el delivery muchos optan por tomar el helado en casa.