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Las entidades financieras más grandes tienen mejores posibilidades de enfrentar distorsiones como son los límites a las tasas de interés. Estas instituciones cuentan con los recursos necesarios para enfrentar los costos fijos que genera un préstamo, además de contar con el fondeo suficiente para atender nichos más grandes (corporativo, grandes empresas, hipotecarios). En cambio, las entidades más pequeñas, que tienen como mercado único a los préstamos de consumo o de bajo monto (microfinancieras) verán afectada su rentabilidad, y en el peor de los casos se retirarán de aquellos lugares que tengan restricciones a las tasas de interés, explica. Un reporte del Grupo Consultivo de Ayuda a la Población Pobre (CGAP, por sus siglas inglés), el cual es un consorcio de 28 organismos de desarrollo que apoyan a las microfinanzas –entre los que destacan el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo, el FOMIN–, señala que en Nicaragua se registró una fuerte contracción en el mercado de créditos después de que el Congreso fijara en 2001 topes máximos a las tasas de interés aplicados por determinados tipos de prestamistas entre ellas las instituciones microfinancieras constituidas como ONG.
Debido a lo anterior, varias de estas pequeñas entidades tuvieron que dejar de ofrecer financiamiento en zonas rurales de dicho país, donde los riesgos y costos operativos son más elevados. Además, la falta de libertad para la determinación de las tasas de interés genera incentivos perversos en el sistema financiero, como la aplicación de políticas poco transparentes en las entidades financieras. Un banco que opera en un mercado con techo a las tasas, y que no quiere perder rentabilidad, apela a medidas como la fijación de cobros distintos a las tasas de interés, según el documento.