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“Es una pena lo que ocurre en Sapucái, porque allí ya se demostró que cuando uno quiere, se puede. La ausencia de trabajo indica que ahora no se quiere”, dijo ayer a nuestro diario el empresario Ramiro Vargas Peña, quien en 2011, cuando presidía el Centro de Industriales Metalúrgicos (CIME), convenció a su directiva para encarar la recuperación de los talleres ferroviarios como un homenaje al Bicentenario de la Independencia.
Todo el sistema, movido a vapor a través de ejes y poleas, se dejó andando, con máquinas engrasadas, los techos y paredes reparados y las herramientas ordenadas. Hoy, se nota que el herrumbre viene avanzando de nuevo y no se observan más trabajos de restauración en ese sector. Las secciones que están en peores condiciones, ya que no habían sido restauradas en el 2011, son las de “herrería” y “fundición”, que están pegadas al taller principal. Ahí las paredes de madera y chapa apenas se sostienen y hay grandes agujeros en el techo.
Más allá, en el lado que da hacia la ruta Paraguarí-Villarrica (Sapucái dista unos 90 Km de Asunción), está el pabellón de los otrora depósitos, convertidos hoy en museo tras ser restaurado en el 2012 con aporte de la Embajada del Japón. Es el área que mejor se conserva.
En donde a uno se le parte el alma de tristeza, según coincidieron en señalar también algunos visitantes extranjeros que estuvieron en estos días por el lugar, es la “Villa Inglesa”, formada inicialmente por una treintena de caserones de diversos tipos, que se calcula fueron construidas hacia finales del siglo XIX y que hoy se van cayendo lentamente a pedazos. Quedan todavía algunas enteras, que son habitadas por gente de la zona y otras que están vacías y cada vez más corroídas.
Y como si fuera una burla, si uno aparta un poco la maleza puede leer desde la distancia un cartel puesto en uno de los corredores en el que Fepasa (Ferrocarriles del Paraguay SA) anuncia, aparentemente, la restauración de la Villa Inglesa. Hay ciertamente pistas de que autoridades del ferrocarril hablaron alguna vez, allá por finales de abril y principios de mayo de 2016, de recuperar dicho caserío como parte de un plan turístico, pero todo lo que se hizo hasta ahora es poner el cartel.
“No es que cueste mucho, no es cosa de otro mundo que no podamos hacer, sólo que el Estado es burocracia y la burocracia responde a la política y muchas veces a la politiquería, y para la politiquería lo primero no es hacer sino ganar”, dijo Vargas Peña al tratar de encontrar un explicación para lo que sucede en Sapucái.
Pese a todo sigue valiendo la pena –literalmente– visitar los talleres ferroviarios, pero lo deseable es que se salga de allí admirado por el cuidado de los bienes históricos y no apenado por lo contrario.
jobenitez@abc.com.py