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La actual administración del Estado, seducida por el canto de sirena emitido desde el Ministerio de Trabajo, pretende iniciar, a partir de este año, lo que llamamos de indexación de la economía, que representaría un “tiro en la cabeza” del trabajador.
Es decir, atar la evolución de los indicadores automáticamente a los índices oficiales de inflación, sin tomar en consideración la evolución de la economía y de la productividad. Este tipo de indexación es una de las responsables de eternizar los altos índices de inflación en países como Brasil.
Círculo vicioso
Cuando se reajustan automáticamente los salarios según los índices de inflación, lo que termina ocurriendo es que los empresarios también reajustan automáticamente sus precios, pero en una proporción mayor, lo que finalmente perjudica nuevamente al trabajador.
Tomemos como ejemplo una industria de confección, cuyo costo de mano de obra en promedio es de 40% del costo total. Si suben los salarios 10% por inflación, el aumento del costo es de 4 puntos porcentuales, pero si este industrial decide hacer un reajuste automático de sus precios también de acuerdo con la inflación, que es lo que siempre ocurre, embolsará 60% más que antes a costa de ese mismo trabajador al que supuestamente se quiere favorecer.
Eso era lo que sucedía en Brasil durante la época de inflación alta y fue una de las razones del aumento continuado de la desigualdad en ese período.
El otro problema que se generaba era que los trabajadores, que se creían protegidos por el aumento automático del salario mínimo, ya no se molestaban con la inflación. Es decir, ya no buscaban los mejores precios para su canasta, con la creencia de que tendrían una reposición automática.
El aumento continuado de salarios y precios alimentará una cadena de eventos que traerá no solo una alta tasa inflacionaria, sino más pobreza, pues dos tercios de los trabajadores paraguayos no están protegidos por la ley del sueldo mínimo y sufrirán una permanente pérdida de poder adquisitivo.
Desindustrialización precoz
Tan grave como la persistente alta tasa inflacionaria es el impacto en el proceso de industrialización, justo en momento en que Paraguay finalmente está dando un gran salto en ese ámbito, con potenciamiento de sectores con alta demanda de mano de obra, como confecciones, calzados, autopartes y alimenticios. Emprendimientos en su mayoría de empresas extranjeras y/o asociadas a paraguayos, y que sí pagan estrictramente el sueldo mínimo y todos los beneficios laborales.
Precisamente, son estas industrias y estos sectores mencionados los que más sufrirán las consecuencias de la indexación económica, más aún si el Gobierno decide intervenir para mantener el guaraní valorizado en relación con el dólar.
Este conjunto de factores derrumbará, ya en el inicio, la competitividad de sectores que pueden incorporar masivamente los trabajadores informales a la formalidad, trayéndolos a los beneficios del sueldo mínimo, que en Paraguay es más alto que en la mayoría de los países de la región. Más aún en el interior del país, donde vive el 65% de los paraguayos, y donde ganar un sueldo mínimo es todo un lujo.
Si no creen en lo que decimos, vayan a la poderosa Federación de las Industrias del Estado de São Paulo (FIESP) o la FGV de Río de Janeiro a ver los estudios más recientes sobre la rápida desindustrialización brasileña, con una reducción del peso de la industria manufacturera del 25% del Producto Interno Bruto (PIB) en 2000 al 10% en 2015.
Uno de los factores que más contribuyeron con esta caída de la industria verdeamarilla fue que, a lo largo de los gobiernos del Partido de los Trabajadores, hubo reajustes automáticos del sueldo mínimo sin el correspondiente aumento de productividad de los trabajadores.
Tres factores a considerar
La ley del sueldo mínimo debería replantear una serie de otras cuestiones, para que sea justa y actualizada.
La actual dice que el valor a recibir tiene que cubrir las necesidades de una familia tipo de cuatro personas.
Sin embargo, los datos del último Censo de 2012 dan cuenta de que la familia típica paraguaya era ya en ese entonces de 3,3 personas en promedio y de solamente 3 personas en el área urbana, debido a la fuerte emigración de más de 300.000 paraguayos a otros países entre 2002-2012 y también a la reducción de la tasa de natalidad.
El otro factor es que la Dirección General de Estadística, Encuestas y Censos (DGEEC) hizo por última vez una encuesta de canasta básica de consumo de las familias en 1998, hace casi veinte años. En este lapso puede haber cambiado radicalmente el consumo típico de los hogares y, en consecuencia, el costo de vida.
Debemos considerar también que el costo de vida es muy diferente entre las regiones. El valor de G. 1.824.000 mensuales puede ser insuficiente para cubrir las necesidades de una familia tipo de 3 personas en el Área Metropolitana de Asunción, pero puede ser suficiente para una misma familia en Villarrica o Caazapá. Lo cierto es que, así como está planteada esta reforma del salario mínimo, el Gobierno se está pegando un tiro en su propia cabeza y en la de todos los trabajadores.
(*) Director de BRASPAR, Centro Empresarial Brasil-Paraguay.