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Mario Espínola ocupó el cargo de presidente de la Asociación de Pequeños Mineros y Afines de Paso Yobái.
Es minero y propietario de un molino de separación de minerales; en la ciudad operan 80 molinos en forma clandestina.
Hablar de clandestinidad es relativo en Paso Yobái: toda la ciudad sabe dónde están las minas y los ingenios donde se procesa el oro.
Los mineros quieren salir del estado de ilegalidad en que se encuentran; sin duda alguna es un reclamo justo.
Y la iniciativa de regular esta actividad debió partir hace tiempo del propio Viceministerio de Minas, dependiente del Ministerio de Obras Públicas y Comunicaciones.
Mario Espínola mencionó que “las minas generan trabajo para 4.000 personas, se tienen 80 molinos y toda una logística destinada a que funcione la explotación de oro. Queremos trabajar con toda la formalidad posible”.
La ilegalidad vuelve muy vulnerables a los mineros y el paso para mejorar condiciones de vida, así como de explotación pasa necesariamente por legalizar la extracción de oro.
El gran perdedor
El gran perdedor en toda esta historia es el mismo Estado: la ilegalidad mantiene un intenso mercado negro en torno al comercio del metal.
El oro de Paso Yobái se vende muy bien y tiene gran aceptación por su nivel de calidad; cada gramo se cotiza en 130.000 guaraníes, comprando en la mina.
No pagan impuestos los mineros, los compradores ni los exportadores.
Las cifras que se manejan en torno a la producción son muy conservadoras, en torno a 25 gramos de oro por molino.
Esta producción mueve 1.560 millones de guaraníes semanales solo en Paso Yobái.
Así como se pierde en materia impositiva, lo mismo sucede en la preservación ambiental.
El empleo masivo de mercurio tiene un impacto negativo, sobre todo en los cursos de agua y genera daños en la salud humana, por su nivel de toxicidad.
Los mineros, por cuenta propia, montan piletas de decantación para reciclar el agua contaminada. Saben del daño que genera el mercurio pero este elemento químico es indispensable para la separación el oro de otros minerales.
Abrir las puertas a la legalidad permitirá que los mineros tengan mejores condiciones de vida y que se pueda brindar asesoramiento para que la explotación del oro no genere los daños que se tienen hoy día.
La legalidad también permitirá que dejen de estar a expensas de la clase política guaireña.
Todo Guairá queda pálido ante el resplandor que genera el oro explotado en forma rudimentaria en Paso Yobái.
Próxima nota: Conclusiones generales. Final.