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Mendigos en colectivos
Además de prohibir la venta en los colectivos, lo que se debe prohibir es la mendicancia en los mismos, así como en la vía pública en general. En un trayecto del centro a Luque, lugar donde trabajo el primero y donde vivo el segundo, fácilmente suben de 10 a 20 mendigos. Entre niños cantores en harapos, el señor que tiene a su hijo a punto de operarse, el muchacho con VIH, el que acaba de salir de la cárcel y te hace sentir que tenés que agradecerle que esté subiendo a mendigar a los colectivos en lugar de estar robando, los predicadores religiosos, los drogadictos recuperados, la mamá también infectada con VIH y cuyos hijos supuestamente también están enfermos; los músicos profesionales que a veces cantan bien y a veces no, pero cuya presencia nadie solicita; el sordomudo que reparte papelitos y hasta un chico notablemente drogado que se sube a aullar a los colectivos y después extiende la mano agresivamente, se conforma un grupo tan grande que si uno fuera a darle dinero a cada uno terminaría gastando más que lo que costaría un taxi.
La limosna es indigna y la mendicancia debería estar prohibida, especialmente la de los niños, porque sabemos perfectamente que son explotados por adultos. Supongo que algunas de las tragedias que suben a relatar estas personas a los colectivos antes de pedir dinero son reales. Pero otras me consta que son mentira, porque las escuché calcadas en uno y otro viaje. Me tocó viajar también con una mujer de gran porte, claramente enferma mental que amenazaba con un palo a la gente y también con una señora que tenía una masa informe en un frasco y aseguraba que era un tumor que le extrajeron.
Quienes viajan en automóvil ni se imaginan por lo que pasamos los pobres. Viajar en colectivo es una tragedia y creo que los traslados se harán un poco menos insoportables si no se permite la explotación humana en ellos. Por supuesto, esto sin dejar de reclamar unidades de transporte dignas, seguras, en buen estado y limpias.
Camila Samaniego
El mayor Vera y los liberales de hoy
El mayor Eduardo Vera fue un héroe de la Guerra de la Triple Alianza, destacado por su valentía y arrojo, primero como asistente del general Díaz, y luego como ayudante de campo del Mariscal López.
Culminada la epopeya, se dedicó, como otros excombatientes, a la tarea de reconstruir los cimientos de la Patria, consagrando sus esfuerzos a la causa nacional desde el Centro Democrático que había sido fundado por un grupo de ciudadanos liderados por Antonio Taboada, enarbolando las banderas y los principios republicanos.
El 18 de octubre de 1891, murió en su ley, a los 45 años, junto al diputado Juan Machaín, peleando contra la corrupción, contra los abusos de poder y los delitos electorales del gobierno de la época. Fue un hombre que sirvió a la Patria en la guerra y en la paz, ofreciendo lo mejor de sí por el bienestar de sus conciudadanos, tratando de brindar un hálito de esperanza a las generaciones futuras.
A la luz de los caídos en la gesta del 18 de octubre, los liberales hemos sostenido siempre con la mayor firmeza que tanto la política como el derecho deben someterse a los principios éticos. Los hombres del 18 de octubre obraron de acuerdo con esos principios.
Quienes se hayan apartado de los principios éticos en su ejercicio político no pueden llamarse liberales, porque al hacerlo ofenden la memoria de Taboada, del mayor Vera, de Juan Machaín y de tantos otros liberales que murieron por los ideales que levantaron nuestros mayores.
En este 18 de octubre, ¡Viva el Partido Liberal! ¡Viva Taboada y el mayor Vera! ¡Viva Machaín y Alón!
Pilar Callizo
Nuestros gobernantes
Una vez más nos referimos a lo que son nuestros gobernantes, sean diputados o senadores, es casi lo mismo, porque de repente ahora nos sorprendemos por este tema de que no quieren hacer saber lo que ganan y, es más, se enojan o realmente nos enteramos nomás cómo realmente son, es decir, sacan a luz sus verdaderos yo. Eran de esperar tales reacciones y nosotros pueblo tenemos a los gobernantes que merecemos, o tal vez el cambio resulta muy lento, tenemos que ser objetivamente exigentes, que ellos se sientan presionados por lo bien que tienen que hacer sus deberes. Es a un país al que tienen que sacar adelante. Deben mejorar la situación de mucha gente, o no piensan que la satisfacción que sentirán al ver que su país realmente progresa, sería mucho mayor que el gozo de sus caprichos personales o familiares. ¡Fuerza Paraguay!
Eleuterio Simón Samudio Franco