LOS LECTORES OPINAN

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El día 22 de febrero del corriente año, tuve la oportunidad de asistir a la misa de cuerpo presente, en la parroquia “Sagrado Corazón de Jesús” de Ypacaraí y al sepelio de un gran héroe de la guerra del chaco, don Gill Cabrera Quiñónez, en el cementerio local.

El sacerdote local, el italiano Emilio Grasso, quien presidio la misa, en su emotiva y quejosa homilía, dijo sentir vergüenza, por la poca presencia del pueblo Ypacariense y la ausencia total de las autoridades locales y nacionales, para darles el último adiós, a este gran héroe de la patria. Pidió perdón a los familiares de don Gill, continuó diciendo que el templo debería estar lleno, encabezado por las autoridades del pueblo y que, inclusive, debería de haberse hecho un desfile militar en homenaje a este gran héroe de la patria. Seguidamente, destacó las cualidades del héroe: patriota, bueno, humilde, honesto, sabio, inocente y amigo. El sacerdote recordó que era muy amigo del Dr. Gill, como lo llamaba cariñosamente. Siguió recordando que era un buen cristiano, que asistía a misa todos los domingos, y que él era el último en comulgar, esperando no solo comulgar, sino que también el sacerdote le tocara suavemente la cabeza, como señal del gran aprecio que se tenían. También contó, que en una oportunidad cayó enfermo, el Dr. Gill le visitaba diariamente, llevándole su pócima milagrosa.

En la iglesia, los amigos y amigas del héroe, depositaron sobre el féretro la bandera nacional y la de los excombatientes del chaco, que con gran patriotismo él había defendido, logrando así salvar a la patria de la invasión enemiga. Posteriormente, los restos del héroe fueron trasladados al cementerio local y depositados en el columbario que el ayudó a construir, para sus hermanos héroes. Antonia su hija única recordó las virtudes de su querido padre y contó que siempre decía que los excombatientes debían tener un lugar digno donde reposar, al final agradeció a los verdaderos amigos presentes con una hermosa frase: “Somos pocos, pero buenos”.

Me indigna la indiferencia de la sociedad ante los héroes anónimos que han dado lo mejor de sí a favor del Paraguay. Hoy son tristemente olvidados. Ellos pasaron penurias, hambre y sed para defender a la patria en peligro. En vida tienen que ser recordados. El castigo de “la indiferencia” suele, precisamente caer sobre los hombros de los que lucharon en el Chaco, que ya son los únicos sobrevivientes. Repudio a aquellos que no honraron la vida, saqueando y manipulando al pueblo, deben ser deshonrados en vida.

¡Honra y gloria a los héroes del Chaco! ¡Viva el Paraguay!

Óscar Patricio Alonso Pérez

Escuela de padres

La educación de los niños se inicia en la casa. Además, no es suficiente con enviarles al colegio, es imprescindible acompañar las actividades que tienen en el centro educativo. La escuela de padres es una actividad que busca que los familiares se incorporen a la tarea de la educación del niño o niña, interesándose en lo que ocurre en las aulas. Es también una oportunidad de acercar experiencias de acontecimientos con los hijos y de generar ideas y hacer sugerencias de cambios o ajustes en las actividades escolares. Seguramente no es fácil disponer de tiempo para, después de, a veces agotadoras jornadas para generar ingresos, concurrir a las reuniones que organizan los educadores (que también han cumplido con sus tareas habituales en ese día), pero el objetivo de un resultado final positivo en la formación de nuestros hijos lo justifica plenamente.

Juan Carlos Guimaraes

Vandalismo

Como exdocente quisiera referirme a los estragos que muchas veces causan los propios estudiantes al patrimonio de las instituciones educativas, cuyo estado de por sí es lamentable, debido al bajo interés que demuestran por ellas las autoridades. La cuestión es que muchas veces son los propios alumnos los que no demuestran ningún amor por las aulas donde se educan y causan destrozos. Escriben las paredes, rompen las sillas e incluso los vidrios y las puertas de las aulas.

Eso significa que no tienen ningún respeto por las instituciones educativas a las que asisten y tal vez, antes que culpar a los alumnos deberíamos analizar qué es lo que nos falta aportarles para que entiendan que las aulas y los muebles con los que cuentan son un bien de todos.

Susana Valdez

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