LOS LECTORES OPINAN

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Obsecuentes, reelección y el que se la cree

La enfermedad inevitable de quienes ejercen un alto cargo público es que “se la creen”. Es decir, que creen que el hecho de que hayan accedido al cargo implica que tienen la capacidad para ejercerlo. Y esto es la excepción y no la regla. Por eso, apenas un presidente se acomoda en el cargo, se instala la perentoria necesidad de su reelección. Un grupo de obsecuentes lo convence que el futuro del país depende de que él pueda continuar en el cargo y lo califican como el mejor presidente que haya habido, pero que el tiempo no le alcanzará. Naturalmente, el ocupante del sillón de los López se la cree; y agobiado por su patriótica responsabilidad acepta a regañadientes que sus leales pongan en marcha una estrategia para obtener su reelección. Esta novela se inicia desde hace unos 50 años con el que no movía un dedo, ya que era el pueblo el que le pedía que continuara.

Luego vienen los debates, los leguleyos y los periodistas opinando a favor y en contra, con un nivel de debate abrumador por la solidez de los argumentos y con una falta de originalidad tal que bastaría escuchar las grabaciones de los anteriores periodos presidenciales para conocer cómo termina esta historia.

En la lista de reformas institucionales de alguna importancia para el país, la reelección no debe estar siquiera entre las primeras quinientas prioridades, por su irrelevancia. Pero aún así, el oportunismo adulón de unos, sumado a las ínfulas del ocupante del trono lo colocan como prioridad nacional, y se la hace aparecer como si de ella dependiera la supervivencia de la República. Y entonces, un gobierno anémico que aún no ha logrado balbucear un gobierno siquiera mediocre, se pone como objetivo su reelección. “Eso son los que yo le estoy ofreciendo”, decía el padre de la democracia paraguaya al momento del nacimiento de nuestra eterna transición. No podía ser más certero.

Daniel Codas

Señalización de rutas y calles

¿Notaron que los nuevos carteles desaparecen de las rutas y nadie hace nada? Tengo una teoría: el mismo que los coloca, vende los mismos carteles al MOPC para otra ruta. Luego, los saca para la siguiente ruta.

Siempre gana la licitación porque le resulta muy barato vender carteles robados.

Para que esto no ocurra los carteles de una ruta deben estar numerados, con marca especial, tamaños diferentes y perforados que no sirvan para techados. ¿Por qué no se hace? Para que se robe.

El MOPC tiene que cambiar. Hacen rutas o recapados y las habilitan. Las señalizaciones vienen después de 2 años. No hay doble raya, no hay raya media, no se marcan los puentes. Cuando llueve y es de noche no se ve absolutamente nada y menos cuando uno se cruza con otro vehículo. Esto es criminal. Las señalizaciones deben acompañar el avance de la ruta, por lo menos las mínimas imprescindibles para habilitar la ruta.

El marcar el kilometraje en la ruta parece que es una cosa secundaria para MOPC, pero es sumamente útil para quien circula. Para ubicar colonias, viviendas, fábricas, accesos, etc. Es tan poco el gasto que sorprende que no les importe.

¿Por qué no se señalizan los nombres de las calles? Es sencillo, muchas empresas se ofrecen a hacerlo gratis, solo a cambio de incluir su logo. Entonces, no hay plata para robar y no se hace. Si hay que poner un caño de hierro al lado de tres columnas que pueden sostener el cartel, sí se hace. Parece estúpido ¿no?

Quisiera sugerir que los lomos de burros se señalicen con ojos de gato y obligatoriamente se hagan las marcas con cemento blanco (o amarillo fosforescente) haciendo una hendidura de 5 centímetros como mínimo que se rellena con el material señalizador. Esto dura años. Se van a salvar muchos vehículos.

Por último, quiera Dios que se ocupen de que los políticos no llenen los carteles que quedan con sus horribles fotos.

Raul A. Rivarola

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