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Momentos históricos propicios
A través de la historia, los hechos políticos se han venido repitiendo casi cíclicamente, y las acciones para contrarrestar esos hechos fueron cambiando de acuerdo con la filosofía y las costumbres de las distintas épocas. Solucionar las situaciones políticas de manera positiva para el país, consiste en encontrar la reacción correcta en el momento oportuno, de entre un menú extenso de posibilidades.
En nuestra historia política, tan llena de sucesos no siempre bien resueltos, hay asonadas, cuartelazos, conspiraciones, guerra civil, revoluciones, dos guerras internacionales, magnicidios, dictaduras larguísimas y una lista de formas novedosas de interrupción de mandatos presidenciales, con que se intentó en diversas épocas resolver los problemas coyunturales, pero que terminaron afectando el crecimiento de nuestra democracia, siempre incipiente: ya dejo de ser niña y no camina.
La extraordinaria historia de Roma, de más de 13 siglos de maduración del Derecho, de la Filosofía y de la Política, también registra una serie de eventos negativos, cuya adecuada solución política y jurídica cimentó la fortaleza de las instituciones republicanas. Pero el vigor de sus instituciones no fue suficiente para detener la corrosión que fue minando el Imperio debido a la relajación de las costumbres y la corrupción de los políticos. Salvando las distancias, el Paraguay se encuentra ahora en un grado similar de descomposición de la situación política y social, sin la fortaleza de las instituciones que distinguieron a Roma.
La codicia descontrolada, la falta completa de vergüenza, la total desconsideración por la ciudadanía, la corrupción generalizada, parecen ya incontrolables y amenazan seriamente nuestra existencia como Nación. No quiero reducirme a cuestiones determinadas por considerarlo completamente innecesario, pero la suma de todos estos agentes de destrucción actuando simultáneamente, si pudieron destruir un Imperio sólido, con seguridad acabarán con nuestra Nación tan amenazada por tantos factores internos y externos.
Ante este panorama, es el momento propicio para asumir como país una actitud alerta y militante, que enfrente a la indolencia tradicional y nos permita iniciar una etapa de reconstrucción moral, de reivindicación de la decencia. Es este el momento propicio para volver a poner de moda las virtudes republicanas, y para ello la ciudadanía debe exigir de sus autoridades moderación en su vida privada y pública, austeridad en sus emolumentos, y rendición de cuentas de su gestión como pasos imprescindibles para la consolidación de nuestras instituciones y para aspirar a gozar alguna vez en el Paraguay de un Estado de derecho permanente.
María del Pilar Callizo
¿Qué expectativas?
Leyendo los diarios del fin de semana y escuchando los comentarios en los medios me sorprendo cada día más de nuestra triste realidad. Más del 50% de los paraguayos afirma que Horacio Cartes defraudó sus expectativas. Y me pregunto, ¿qué expectativas? Debo confesar que no tuve absolutamente ninguna expectativa en su gobierno, con todos los antecedentes que le publicaban y como consecuencia, no lo voté. ¿Es que los paraguayos seguimos creyendo en el “único líder”? ¿Es que el mejor preparado, intencionado y capaz podrá realizar mágicos cambios con esta sociedad absolutamente despreocupada con su responsabilidad ciudadana y contaminada sistémicamente con la corrupción?
Cuando nos detenemos a observar a nuestros representantes de todos los partidos políticos se nos cae la cara de vergüenza ajena. La convicción de que el dinero público está para que ellos se den la gran vida y lo despilfarren es prácticamente generalizada. Con las declaraciones de los dos representantes de ambos partidos tradicionales, que nos hicieron pagar sus vacaciones, tenemos apenas una muestra de lo que alberga nuestro parlamento. Debo admitir, sin embargo, que me sorprende gratamente la iniciativa de este gobierno de hacernos conocer mediante la transparencia de la información pública, el festival de derroche llevado a cabo mediante el dinero que debería ser de todos. A mis años no recuerdo haber tenido la oportunidad en ningún otro gobierno donde mediante un contubernio feroz, todos disfrutaban de las mieles del poder con el dinero público. La “Tangentópolis” de Italia representada en el Paraguay debería tener una solución semejante. Una Justicia de verdad, o algún juez Di Pietro, que juzgue con valentía y decisión todos los actos de corrupción sea del partido, empresa, institución o congregación que sea. Para todo esto necesitamos una ciudadanía digna, íntegra, participativa y organizada que conozca sus derechos y obligaciones y presione para de una vez por todas comenzar un cambio y construir un país serio y para todos.
Mariju Fukuoka