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Crisis de decencia política y empresarial
Carta abierta a Rolando Niella. En un artículo publicado por el Diario ABC del 13 de abril del 2014, el columnista , el empresario Rolando Niella, bajo el título “Crisis de Docencia”, consideraba como una especie de obligación moral el crear conciencia sobre el desgraciado sistema educativo nacional. Es mi intención aportar algunas reflexiones cuyo objetivo es ir configurando una postura más crítica en el imaginario de la opinión pública.
En mi opinión, parece muy simplista, irresponsable e incompleta la argumentación dada por el señor Niella con respecto al brote virulento de la violencia escolar, aunque acá la palabra irresponsable, debe entenderse, como una excusa por parte del columnista de asumir también él, como ciudadano y empresario su responsabilidad en la construcción de una sociedad más saludable o por lo menos hacer una autocrítica con respecto a la función social que debería cumplir el empresariado nacional en este aspecto, y función que no debería ser únicamente en aportes económicos, sino ser también un estamento que debe fomentar la justicia, equidad, mejorando las condiciones laborales y de seguridad social de sus empleados y convertirse, así también ellos en educadores que testimonien con una actitud coherente lo que pregona.
Pretender hacer responsable única y exclusivamente a los docentes del brote de esta violencia escolar que se manifiesta cotidianamente, me parece una actitud pueril y sin basamento. Es importante recordar que el niño desde que nace, ya está bañado por un mundo teñido por el lenguaje que irá configurando todo su bagaje imaginario y simbólico, y ni qué decir de las identificaciones que el infante realiza con sus padres que a su vez surgen de una sociedad enferma y donde cada estamento cumple una función simbólica irreemplazable. Es importante, además, hacer hincapié en otro aspecto no menos importante que se da en las culturas, que es el aspecto contagioso que implica las trasgresiones a las normas y leyes, sobre todo cuando estas trasgresiones están acompañadas de una impunidad galopante, es decir la sociedad misma no educa pues no sanciona a aquel que goza de los beneficios de su delito, por ende si aquella persona incumple las normas y no pasa nada, ¿por qué yo no podría hacer lo mismo?
En este contexto, el aprendizaje es más significativo de lo que el docente pueda venir a recitarle algunas normas sociales de convivencia o valores desprovistos de una coherencia social, en donde los políticos se especializan en cómo engañar mejor al pueblo, autoasignándose salarios millonarios y despilfarrando el dinero público en bocaditos “de oro”, desviar fondos destinados para salud y educación en detrimento del más empobrecido pueblo, y un empresariado que busca solamente aumentar sus utilidades a cualquier costa y costo, explotación de sus empleados que deben trabajar más de las ocho horas establecidas en la constitución nacional con un salario mínimo desvalorizado, en la mayoría de los casos sin una seguridad social ni estabilidad laboral, el contrabando a gran escala en el que estaban involucrados grandes empresas nacionales que con el contubernio de las autoridades atentan contra los fondos del estado que debe sustentar sus rumbos políticos con préstamos del exterior que al final lo terminamos pagando todos, o las evasiones fiscales que tanto debilitan las tetas del Estado que debe engordar a todos los políticos demagogos.
Estoy completamente de acuerdo con el señor Niella en que la capacitación docente es una manera de mejorar la educación para la adquisición de competencias y habilidades en los educandos, pero en lo que respecta a formación y práctica de valores en los niños y jóvenes estamos involucrados todos , y aquí tal vez vale aquello que no siempre el hombre culto es el más bueno.
Hugo Espínola
Cuatro tragedias
Todas son tragedias, todas son lamentables. Arlan Fick, un niño de 16 años lleva más de veinte días privado de su libertad por un grupo de facinerosos, y aunque los encargados de luchar contra ellos tienen más y más dinero, y se quedan de brazos cruzados. La angustia que viven esa familia y sin duda ese inocente debe ser indescriptible y no se la merece nadie. La banda de delincuentes que lo tiene en su poder podría escoger mejor sus batallas.
Otro joven de 18 años, con capacidades especiales, vivía enjaulado por su propia familia. Es un caso muy difícil, porque la familia argumenta que actuó para proteger y cuidar a la propia víctima. Pero no es así. Nadie tiene el derecho de privar de su libertad a otra persona, menos aún a una que necesita asistencia más específica. Lo primero que hay que entender en este drama es que el problema debe ser abordado desde un enfoque de derechos.
Y otra tragedia reciente es la de los dos adolescentes internados en el correccional de menores, bajo custodia del Estado, asesinados por quien debía cuidarlos. Aquí nuevamente debemos atenernos a una cuestión de principios: quien debía cuidar de ellos los asesinó.
De máxima atrocidad es el caso de la niñita de menos de dos años asesinada por su propia madre en un balde agua.
Son temas que nos hablan de la desprotección de la sociedad hacia la infancia y hacia quienes son más vulnerables. Pongamos fin a esta tragedias.
Andrea Pereira