LOS LECTORES OPINAN

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Calculadora, piedra del escándalo

Los postulantes para admisión de la carrera de Medicina, de la Universidad Nacional de Asunción (UNA), tuvieron que soportar una verdadera tortura psicológica cuando al llegar a la Facultad de Ciencias Médicas para presentarse al examen de admisión de la asignatura Ciencias Exactas (Matemática y Física) se encontraron con la noticia de que la calculadora con la que llegaban no era la recomendada por el Comité de Admisión, ¡a pocas horas del examen!

Eran las 11:00 de la mañana, el examen tendría que haber comenzado las 13:00, los pobres jóvenes tenían que correr por todos lados en busca de la calculadora, los comerciantes se aprovecharon de la situación vendiéndola ¡hasta en la suma de 150.000 guaraníes!

La situación se volvió caótica, reclamos, insultos, prensa presente, contradicciones, hasta los propios alumnos de la facultad decían que se avergonzaban de la institución. Algunos lloraban de la impotencia, argumentaban de que cómo si durante un año practicaron los ejercicios con una calculadora, ahora le vienen a cambiar a horas del examen con otra. Que en el examen anterior: Química pudieron usar la otra (la más avanzada), ahora la cambian por otra con menos funciones. Decían que con la que tenían se podían ahorrar tiempo en vez de hacer 2 o 3 pasos con la vieja con la más avanzada se lograban realizar el ejercicio en un solo paso.

La incógnita queda en por qué la institución no dio aviso antes de este cambio, o por qué las instituciones encargadas de preparar para el cursillo no se asesoraron bien para poder adiestrar a los jóvenes en una u otra calculadora. Los padres tuvieron que primeramente comprar una calculadora nueva una vez que se inició el cursillo porque la que usaban en el colegio ya era obsoleta, luego a horas de iniciar el examen resulta que tuvieron que comprar la obsoleta.

Daba pena ver las caras de los que tenían que ingresar en el predio para el examen, formando filas bajo el sol, con mucha incertidumbre. Cuando que lo que se debería brindarles era tranquilidad y optimismo, se les dio nerviosismo. ¿Qué pasaría si a un médico se le cambia su bisturí con el que está acostumbrado a operar? Dejo la reflexión y la respuesta a los lectores. Felicitaciones a los que ingresaron, valió la pena el sacrificio. Fuerza para los que continúan, no se desanimen.

Gloria Elizabeth Benítez González

Ciudadano, de pie

Es innegable que nos encontramos inmersos hacia una crisis. Y ojalá solo habláramos en términos económicos. La hostilidad de la ciudadanía hacia el sector político es inminente y en los días que corren, los cimientos de aquella credibilidad y confianza que algún día existieron hacia el mismo, ya no es que se tambaleen, simplemente son casi inexistentes.

Una de las teorías más sólidas que mantiene a uno indagando respecto al ritmo sociopolítico de los últimos tiempos es no abdicar que todos mentimos, la única variable es sobre qué. Las esperanzas parecen desvanecerse en una espiral de promesas políticas incumplidas. Es creciente la desconfianza hacia aquellos profesionales de la política a quienes percibimos como seres maquiavélicos, que más que por juicios éticos, se guían por criterios utilitarios.

El ciudadano de pie tiene la inexorable sensación de que todos los políticos le están mintiendo continuamente en sus constantes promesas de cambios y rumbos.

Frente al compromiso ideológico bajo y la falta de interés en la moral convencional del político y de la gente, nos encontramos finalmente ante una sociedad que ha pasado a una personalidad cada vez más dogmática, más limitada, en la que el ciudadano ve el mundo, o este caso, el sector político, como un ente amenazante que puede provocarle pavor con tan solo una frase: “El próximo mes habrá una subida de impuestos”.

Debemos de buscar cuáles son los pilares fundamentales que han originado esta crisis de credibilidad hacia el sector político de nuestro país. Lo que sí parece que está bastante claro es que los políticos tienen el deber de conectar con los ciudadanos y que estos perciban las proposiciones y las iniciativas de los mismos como útiles y alcanzables. Personalmente no creo que se trate de un problema que emana exclusivamente de la figura del político.

No cesan las continuas protestas ante la organización del sistema político paraguayo; por lo que solo me queda lanzar al aire la siguiente pregunta: ¿Logrará en algún momento el sector político ganarse la simpatía de los ciudadanos? ¿O simplemente dejarán que pase el tiempo?

Álvaro José Castorino Anzoátegui

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