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La vida cuesta un celular
Detrás de cada accidente de tránsito siempre existe un celular. En cada robo, asalto, secuestro o muerte en la calle, siempre está presente el juguete electrónico. En todo tipo de negligencia médica, odontológica, de laboratorio, de producción, de alimentos, etc., también existe un celular. Nunca aprendimos a usarlo. La sagrada mesa familiar del almuerzo se contamina con juguetes electrónicos. No tenemos otro tema del que hablar.
La seguridad civil está en manos de chateadores, policías, guardias de seguridad, agentes de tránsito, militares. Es realmente una paranoia social que nadie objeta.
Estamos convirtiendo la vida en un absurdo total, justamente cuando deberíamos desarrollarnos con mayor plenitud.
Nos comunicamos dos mil veces más, innecesariamente más de lo que necesitamos, porque nos inducen, obligan y empujan a hacerlo a través de las necesidades creadas por el consumismo.
Y en resumen, hacia la nada vamos, y en función de la nada existimos, alquilamos todo nuestro tiempo, nuestra atención, nuestro interés y nuestra vida al existencialismo pleno que nos ofertan.
Las multinacionales de servicios celulares van creciendo “en su ambiente natural” como pulpos por todo el país, en una forma de dominación subrepticia. Muchas entidades educativas se convirtieron en “cyber”, y ya nada tienen que ver con la educación integral, el desarrollo o la tecnología disponible. Se está creando una generación de incompetentes.
La gente cambió (para mal) y hasta parece atontada, absolutamente esclavizada, incluso en términos financieros, aunque el precio de un celular no justifica la muerte de ninguna persona ni favorece el desarrollo de ninguna nación.
Dr. Roberto Formigli
Último primer día
“Último primer día”, así dice el pasacalle en la vereda del Colegio CIE de Pdte. Franco, “llegamos!”, completa el texto.
Lo dicho expresa la satisfacción del grupo que compone lo que va a ser la promoción de bachilleres de esa institución en este dos mil catorce “CEROCA”, dicen con creatividad.
Es natural y comparto la alegría de esos estudiantes, el inicio del último año significa que han superado, a lo largo de más de diez años, los miles de inconvenientes que pueden haber ocurrido en tanto tiempo.
Ahí incluimos deserciones, enfermedades, traslados, desencuentros, vínculos afectivos, problemas de relacionamiento, en fin, todo aquello que es la vida diaria de un joven en su etapa más difícil, etapa en que se forja el carácter y la personalidad, en que se crean vínculos y afectos o desacuerdos que afectan el desempeño de las personas.
Llegar a este “último primer día” es haber superado todo eso e indica la superación de una etapa en la que se han preparado para la siguiente, en que se formarán como personas de bien útiles a la sociedad y ejemplo para los demás, tanto jóvenes como adultos.
Sinceras felicitaciones.
Juan Carlos Guimaraes