LOS LECTORES OPINAN

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¿Somos solidarios?

Con frecuencia leo en redes sociales escritos sobre un tema importante y sensible como el subsidio.

Algunos son asiduos concurrentes a los oficios religiosos de fines de semana, y no se cansan de compartir en las redes sociales frases del papa Francisco, halagando conductas personales del mismo, referidas a la solidaridad social.

Y afirman que “el subsidio solo sirve para mantener a los holgazanes, que se aprovechan de los laboriosos empresarios y obreros que están al día con sus impuestos”. Harto de soportar la falacia, me permito hacer los siguientes comentarios:

El subsidio es una legítima y legal asistencia pública basada en una ayuda o beneficio de tipo económico dirigido a estimular el consumo o la producción, o una ayuda que se otorga por un tiempo determinado, generalmente a los sectores más vulnerables de una comunidad. Es un mecanismo contrario a los impuestos, pues fomenta el consumo de un bien o el uso de un servicio, a diferencia de los impuestos que lo restringen.

Tiene un fin social, como sería el subsidio de desempleo, que busca que todas las familias cuyos jefes están sin trabajo puedan tener acceso a la canasta básica de alimentos. En nuestro país es conocido el polémico subsidio al pasaje, cuya eliminación produjo su incremento inmediato. El subsidio es, por lo tanto, una noble herramienta que materializa un aspecto importante de los postulados de todas las religiones del mundo, la solidaridad humana.

No es razonable, pues, impugnar la medida porque la misma haya sido ineficaz en algún aspecto de su aplicación, tal como la modernización de la flota de buses a cargo de las empresas privadas que prestan el servicio público de transportación. Peor aún es desvalorar esta útil herramienta porque haya sido mal aplicada por gobiernos anteriores. Lo apropiado es mantenerla cuando sea necesaria y hacer que se administre correctamente. No olvidemos, además, que todo subsidio es temporal, no es infinito.

El subsidio no es un invento de los “zurdos bolivarianos”, lo estudiaron muchos prestigiosos economistas de todas las épocas e ideologías y recomendaron su aplicación en determinados momentos de la historia, sobre todo en períodos de inflación desmedida. Como dice el comercial de una marca multinacional, Just do it, Gobierno nacional, simplemente hágalo cuando la ayuda estatal sea útil para el objetivo de reducir los índices de pobreza.

No es suficiente manifestar públicamente amor por el prójimo, haciendo caridad a algunos niños, ancianos y otros seres vulnerables, y frecuentar templos. La solidaridad se manifiesta colectivizando la caridad, subsidiando los pudientes a los excluidos, ablandando nuestros rígidos corazones.

Aníbal Reinaldo Pangrazio

3 de febrero, feriado

Me parece lamentable la intención de tornar no laborables los días de San Blas, que muchos aprovecharán no para rezar sino para medicar la garganta con alcohol, en honor al santo (ña mokô na ). 

En un país pobre, estimular el ocio es profundizar la indigencia. Nos quejamos de que no hay trabajo y prohibimos laborar a los que toman en serio el mandato bíblico: con el sudor de tu frente ganarás el pan.

Nuestro Estado, laico, no debería imponer ritos católicos con los que no comulgan musulmanes, protestantes, judíos o agnósticos. Para santiguarnos y oír misa no necesitamos desperdiciar todo un día; bastan la mañana temprano o al obscurecer, aplicando la regla benedictina “ora et labora”.

Y si lo que pretendemos es conmemorar el advenimiento del sistema democrático de gobierno, tampoco es necesario cortar el ritmo laboral de la semana para ese fin; es suficiente con dedicar media hora de alabanzas en discursos alusivos en los lugares de trabajo.

Restarle un día de producción al país es mucha pérdida y contradice al espíritu de la alianza público-privada, ideada para trabajar.

Nefasta es la democracia que da un mazazo a la libertad y desgraciado el Estado que alienta el tekorei.

Un tema ya resuelto positivamente en el pasado, que no está creando problemas, no debería formar parte de la agenda parlamentaria.

El Senado tiene que rechazar el proyecto, in límine.

El concepto de nuevo rumbo debe incluir el cambio de nuestra mentalidad kaigue, en la que festejar es sinónimo de holgar.

Víctor Manuel Ruiz Díaz

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