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El convenio entre el Fondo de Inversiones Rurales para el Desarrollo Sostenible (Fides), dependiente del Instituto Nacional de Desarrollo Rural y de la Tierra (Indert), y la Fundación Frontera Seca establecía la construcción en cada hogar campesino de un fogón en alto. El documento fue suscripto por el expresidente del Indert, Luis Ortigoza, y en representación de la Fundación Frontera Seca lo hicieron Eladio Soria Piris y Paulina Pedrozo de Sosa, director y tesorera, respectivamente.
El convenio fue firmado en el marco de la presentación del proyecto de “mejoramiento de la calidad de vida de familias campesinas”, propuesto por la misma Fundación Frontera Seca en agosto del 2012.
El contrato establecía la instalación de 300 fogones en alto para familias consideradas en extrema pobreza, y el monto a desembolsar por el Indert era de 300 millones de guaraníes, es decir que cada fogón costaría alrededor de 1 millón de guaraníes al ente agrario.
Dentro de las especificaciones técnicas establecidas en el convenio marco se menciona claramente cómo debía ser construido cada fogón.
El presupuesto aprobado (de G. 300 millones) fue para la compra de materiales de construcción de los fogones, consistentes en arena gorda, cemento, ladrillo común, tubo de chapa para chimenea, plancha de metal y mano de obra, además del pago de la mano de obra.
El proyecto aprobado, según convenio firmado, detalla que cada fogón debía construirse con material cocido con 250 ladrillos, plancha de hierro fundido y tubo de chapa para chimenea de tres metros de altura.
Sin embargo, tras una verificación realizada por un equipo técnico del Indert, se constató que la Fundación Frontera Seca entregó fogones “portátiles”, hechos de chapa zinc, plancha de metal con 4 hornallas, tubo de chapa para chimenea con altura de 1,50 metros y 6 tejuelones en los costados exteriores.
En definitiva, la ONG entregó vulgares braseros, que no reúnen mínimamente las especificaciones técnicas establecidas por contrato.
Y lo que es peor, hasta ahora la Fundación Frontera Seca entregó apenas 10 de los 300 fogones que debía haber entregado, lo que supone que, una vez más, el proyecto fue utilizado para un gran desfalco al Indert.
Para tener idea, un brasero común con pata alta cuesta en el mercado 70.000 guaraníes y una cocina a gas de cuatro hornallas, horno autolimpiante y encendido eléctrico, unos 900.000 guaraníes, frente a los 1 millón de guaraníes que costaron los “braseros de oro” del Indert.