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De origen humilde, escaló al mundo de la política y se convirtió durante el stronismo en uno de esos temibles y todopoderosos presidentes de seccional.
Después del golpe del 89 se acomodó con Andrés Rodríguez y obtuvo otro cargo de terror: delegado de gobierno del Guairá, de donde le sacaron a patadas. Escarbando en la política, llegó a ser diputado por Paraguarí y culminó su gestión sin haber presentado ningún proyecto, por lo cual se ganó el calificativo de camandulero.
Con su fama de improductivo llegó a la Gobernación y luego ocupó el cargo de ministro del Interior. El fue encargado de la seguridad de la nación al mismo tiempo que en el departamento donde tenía amontonadas sus riquezas le acusaban de mantener un esquema de cuatrerismo encargado de nutrir sus modernas haciendas y proveer de carne ilegal al mercado de consumo formal e informal.
El nombre de Julio César Fanego suena fuerte en el mundillo de la ilegalidad departamental.
Las sospechas se desinflan así como vienen ante el sistema de impunidad que cubre las espaldas de este hombre poderoso, inmensamente rico y fuente inagotable de sospechas.
A la par de su ascenso político e improductivo hizo crecer su fortuna. Tiene decenas de colectivos, sería también dueño de dos estancias modelo ("Santa Lucila" y "Brítez Cue") en la provincia de Entre Ríos, Argentina, y una granja formidable en Paraguarí. Con su socio de ruta Herminio Cáceres explotó por varios años la quiniela y sería accionista "kañy" de las lucrativas básculas de Paraguarí y San José de los Arroyos. Tendría dos farmacias y un montón de mansiones y vehículos lujosos.
Su entorno político amasa sospechas. Algunos jamás podrían justificar sus millones haciendo nada. A un hijo natural Fanego lo mandó nombrar cónsul en Paranaguá sin ningún mérito y al poco tiempo "Jorgito" ya mostró uñas de guitarrero: tendría dos modernos establecimientos ganaderos, uno de ellos en Entre Ríos. "Trabaja" en Brasil solo la mitad del mes. La otra mitad viene a manejar su fortuna con el salario que le pagamos todos.
Ahora, a través de sus capangas, Fanego le hace escuchar al pueblo que es candidato "ideal" de Nicanor para ministro de Obras Públicas.
Mientras él camina seguro en el espectro político nacional prendido del saco republicano, los pequeños hacendados, aquellos que jamás podrían lidiar con este auténtico tendota regional, tiemblan cada vez que lloran las vacas.
El rey del ganado que oficia de senador paraguayo tiene las espuelas bien puestas para aplacar cualquier conjuro que pretenda hacerle competencia.
Después de todo, en sus largos años de "lucha", supo capear tempestades para caer siempre bien parado en el entorno del poder. Hoy día mantiene alineada como velas a una legión de aduladores que, entre otros trabajos, tiene la misión de desactivar el desatino de algún juez interesado en hacer justicia.
Con este tipo de autoridades, bien nos ganamos la mala fama que tenemos.
Después del golpe del 89 se acomodó con Andrés Rodríguez y obtuvo otro cargo de terror: delegado de gobierno del Guairá, de donde le sacaron a patadas. Escarbando en la política, llegó a ser diputado por Paraguarí y culminó su gestión sin haber presentado ningún proyecto, por lo cual se ganó el calificativo de camandulero.
Con su fama de improductivo llegó a la Gobernación y luego ocupó el cargo de ministro del Interior. El fue encargado de la seguridad de la nación al mismo tiempo que en el departamento donde tenía amontonadas sus riquezas le acusaban de mantener un esquema de cuatrerismo encargado de nutrir sus modernas haciendas y proveer de carne ilegal al mercado de consumo formal e informal.
El nombre de Julio César Fanego suena fuerte en el mundillo de la ilegalidad departamental.
Las sospechas se desinflan así como vienen ante el sistema de impunidad que cubre las espaldas de este hombre poderoso, inmensamente rico y fuente inagotable de sospechas.
A la par de su ascenso político e improductivo hizo crecer su fortuna. Tiene decenas de colectivos, sería también dueño de dos estancias modelo ("Santa Lucila" y "Brítez Cue") en la provincia de Entre Ríos, Argentina, y una granja formidable en Paraguarí. Con su socio de ruta Herminio Cáceres explotó por varios años la quiniela y sería accionista "kañy" de las lucrativas básculas de Paraguarí y San José de los Arroyos. Tendría dos farmacias y un montón de mansiones y vehículos lujosos.
Su entorno político amasa sospechas. Algunos jamás podrían justificar sus millones haciendo nada. A un hijo natural Fanego lo mandó nombrar cónsul en Paranaguá sin ningún mérito y al poco tiempo "Jorgito" ya mostró uñas de guitarrero: tendría dos modernos establecimientos ganaderos, uno de ellos en Entre Ríos. "Trabaja" en Brasil solo la mitad del mes. La otra mitad viene a manejar su fortuna con el salario que le pagamos todos.
Ahora, a través de sus capangas, Fanego le hace escuchar al pueblo que es candidato "ideal" de Nicanor para ministro de Obras Públicas.
Mientras él camina seguro en el espectro político nacional prendido del saco republicano, los pequeños hacendados, aquellos que jamás podrían lidiar con este auténtico tendota regional, tiemblan cada vez que lloran las vacas.
El rey del ganado que oficia de senador paraguayo tiene las espuelas bien puestas para aplacar cualquier conjuro que pretenda hacerle competencia.
Después de todo, en sus largos años de "lucha", supo capear tempestades para caer siempre bien parado en el entorno del poder. Hoy día mantiene alineada como velas a una legión de aduladores que, entre otros trabajos, tiene la misión de desactivar el desatino de algún juez interesado en hacer justicia.
Con este tipo de autoridades, bien nos ganamos la mala fama que tenemos.