Cargando...
El nepotismo es inmoral per se, es decir, desde el momento que la relación de parentesco está instalada, cualquier capacidad o virtud que pudiera adornar a un técnico, funcionario o trabajador, pariente del administrador de turno, se verá opacada y apocada. En la jerga escolar equivale al alumno que, consciente de sus limitaciones académicas o disciplinarias, recurre al obsequio (una manzana, una flor, un regalo cualquiera) para conseguir los favores de la profesora.
Roma, civitas meretrix
El nepotismo es un mecanismo más que se acuñó en la Iglesia tradicional en los siglos XIII y XIV para defender las poderosas oligarquías eclesiales. Son muy conocidas las andanzas de los Borgia, influyente familia italiana que tuvo como principal exponente al papa Alejandro VI y cuyo hijo Cesar Borgia fue, a su vez, Obispo de Pamplona, Arzobispo de Valencia y Cardenal a los 20 años; este último murió sifilítico y rodeado de enemigos por los innumerables asesinatos políticos ejecutados, entre ellos el de su propio cuñado.
Lucrecia Borgia, hija, pero a la vez amante del papa Alejandro VI, tuvo una vida totalmente disoluta y entregada a los placeres sexuales. Engendró un hijo, fruto de los amores incestuosos con su padre y murió a los 32 años en un raro aislamiento que algunos consideran un arrepentimiento, mientras otros apenas un remordimiento. El hecho es que terminó sus días administrando cuestiones de la Iglesia, pero muriendo a causa de un doloroso aborto. Este escalofriante relato histórico, rescatado de la Enciclopedia Océano: Grandes Personajes, nos pinta a cuerpo entero lo que es una relación de nepotismo, y cómo puede tener nefastas consecuencias, mismo en la propia organización religiosa. A partir de estos hechos se acuñó en la época una famosa frase: Roma, civitas meretrix que fue abonando una corriente popular en contra de los abusos eclesiales y que más tarde contribuyó al cisma total de la Iglesia de Roma.
El movimiento disidente que aglutinó a laboristas y libertarios de la Europa del Renacimiento y que protestó contra los abusos del Vaticano, pasó a aceptar solamente a las Sagradas Escrituras como única interpretación espiritual. Este grupo escindido del catolicismo acuñó la famosa frase: basta la palabra, la fe y la gracia y es la interpretación más genuina de la reforma luterana, nombrada así en honor a su principal representante, Martín Lutero.
Aunque intentemos escapar de cualquier polémica religiosa, sabemos que habrá personas que lo considerarán santa a Lucrecia y santos a Alejandro VI y César Borgia; aún a éstas respetamos y pedimos disculpas por la crudeza de nuestras expresiones.
Pero aclaramos que solo queremos resaltar que ninguna organización, mismo las eclesiales, está libre de esta terrible lacra llamada nepotismo, que fácilmente degenera el poder y la administración de la cosa pública.
Compra-venta de conciencias y de fidelidad
En varios artículos anteriores habíamos analizado el costo social y moral de una economía basada en la corrupción y el prebendarismo. El administrador que llega al poder utilizando los votos de los parientes y los favorecidos por el sistema es un peligro potencial. Más temprano que tarde caerá en sus propias redes, pues el Estado es finito, mientras que los favores que debe dar el político para permanecer en el cargo, son infinitos.
El otro problema del prebendarismo es que no se requiere de ninguna virtud para acceder a los cargos públicos más que la fidelidad al amo de turno ¡Ni siquiera se requiere una formación académica mínima! La obsecuencia hacia el administrador o político de turno es el currículum vitae mágico que le abre las puertas hacia el empleo o beneficio mal habido. De esta manera se deja a las personas capaces fuera y a los adulones, normalmente con poca o nula formación, adentro.
El amiguismo, es muy parecido al nepotismo; trae consigo la duda sobre la integridad y los méritos del favorecido. Es una desgracia que crea ronchas laborales entre los que buscan una mejoría personal, que se sacrifican e invierten en su formación personal, y entre los que vegetan o parasitan a la hacienda pública. Normalmente los parientes y amigos del sistema tienen mejores salarios, más tiempo de ocio, y por consiguiente, de vicio. Son peligrosos porque les gusta la vida cara a la cual acceden con poco esfuerzo, con muchas adulaciones y con poca vergüenza; y si necesitan pasar sobre la cabeza de cualquiera para lograr sus objetivos, lo hacen sin ningún rubor.
El nepote y el socio son fieles solamente con el pariente que les da empleo y su círculo protector. Su ambiente de vida no conoce el patriotismo, la ética, la moral y las buenas costumbres, y como ha notado que la cuestión académica y la ciencia no representan lucro, se las ingenia para mantenerse en la más absoluta ignorancia. Cae en un círculo vicioso de servilismo ignorancia -lucro fácil-, servilismo. Esto a su vez lo mantiene, a largo plazo, en la pobreza, porque nada de lo que se gana fácil, se mantiene fácil.
El pillo y el manso
La mayoría de los políticos paraguayos son pillos y la mayoría de los paraguayos son políticos. Los mancebos que llegan al primer anillo del poder con servilismo y ambición tienen un solo objetivo: el dinero y el buen vivir. Solo así se explica sus fortunas logradas con espíritu de rebaño y cerebro de chorlito. Fuera del país el pillo se acomoda a las buenas costumbres y a la ética, y progresa. No le queda otra: o trabaja o muere. Da la impresión que la ley de la selva de piedra (las grandes ciudades) le obliga a desarrollar sus instintos de sobrevivencia y también su ética y moral.
El paraguayo común, aquel de los mercados, de los estadios de fútbol y las peluquerías, es muy conformista dentro de su país; espera que el papá Estado le ponga el soquete en el plato y si es posible en la boca. Al paraguayo digno, en franca vía de extinción y absoluta minoría, en cambio no le gusta depender de tertulias adulonas con el Karaí o Mburubichá que está circunstancialmente en el pico de la ola; sabe que el cargo es tan efímero y que todo lo que sube baja inexorablemente. El paraguayo común ya sabe diferenciar al pillo del decente, pero es tan manso que solamente reacciona en circunstancias extremas, por ejemplo en una guerra; por ello es que los pillos llevan la delantera política, y consecuentemente, la económica.
Al poder, sea político, eclesial o económico, le resulta más fácil gobernar a hombres con espíritu de ganado que a hombres libres; por eso seguimos así.
¡Alternancia ya!
¿Cuál es la solución? Sencillamente, primero reconocer que estamos sumergidos en un profundo pozo de ignorancia cívica y moral que tiene un sistema culpable y que nos torna el último vagón de Sudamérica. Es por ello que encontramos necesario relatar el caso de un vecino que, de similares circunstancias, logró emerger con dignidad y ciencia, el Brasil. Este país tenía una inflación galopante, una dictadura salvaje igual que la nuestra; sus derechos, entre ellos la libertad, estaban cercenados por una casta política militar, y su economía estaba cayendo en el abismo. Pero, como en todo momento de crisis se conoce a los grandes líderes, aparece un providencial hombre llamado Tancredo Neves quien encabezó el movimiento ¡DIRETAS YA!, en el que el pueblo en masa sale a las calles a pedir el más fundamental elemento de la democracia, el voto directo.
El resultado todos lo conocen: el Brasil comenzó una senda que hoy lo ubica en la novena economía mundial, tiene una inflación controlada, tiene un desarrollo caminando hacia la sostenibilidad y está expandiendo su cultura y dominación en todo el Cono Sur; pero por sobre todo ¡ganó libertad! Se desprendió de la casta política militar que mantenía el atraso y que solo daba ventajas a una elite muy reducida. ¿No les parece un pasado similar al nuestro y que podríamos recurrir a las mismas soluciones? Otros ejemplos son Chile y Argentina. ¿Qué nos falta? La respuesta: dignidad y coraje.
Luis María Fleitas Vega, Ingeniero Agrónomo. Columnista invitado.
Roma, civitas meretrix
El nepotismo es un mecanismo más que se acuñó en la Iglesia tradicional en los siglos XIII y XIV para defender las poderosas oligarquías eclesiales. Son muy conocidas las andanzas de los Borgia, influyente familia italiana que tuvo como principal exponente al papa Alejandro VI y cuyo hijo Cesar Borgia fue, a su vez, Obispo de Pamplona, Arzobispo de Valencia y Cardenal a los 20 años; este último murió sifilítico y rodeado de enemigos por los innumerables asesinatos políticos ejecutados, entre ellos el de su propio cuñado.
Lucrecia Borgia, hija, pero a la vez amante del papa Alejandro VI, tuvo una vida totalmente disoluta y entregada a los placeres sexuales. Engendró un hijo, fruto de los amores incestuosos con su padre y murió a los 32 años en un raro aislamiento que algunos consideran un arrepentimiento, mientras otros apenas un remordimiento. El hecho es que terminó sus días administrando cuestiones de la Iglesia, pero muriendo a causa de un doloroso aborto. Este escalofriante relato histórico, rescatado de la Enciclopedia Océano: Grandes Personajes, nos pinta a cuerpo entero lo que es una relación de nepotismo, y cómo puede tener nefastas consecuencias, mismo en la propia organización religiosa. A partir de estos hechos se acuñó en la época una famosa frase: Roma, civitas meretrix que fue abonando una corriente popular en contra de los abusos eclesiales y que más tarde contribuyó al cisma total de la Iglesia de Roma.
El movimiento disidente que aglutinó a laboristas y libertarios de la Europa del Renacimiento y que protestó contra los abusos del Vaticano, pasó a aceptar solamente a las Sagradas Escrituras como única interpretación espiritual. Este grupo escindido del catolicismo acuñó la famosa frase: basta la palabra, la fe y la gracia y es la interpretación más genuina de la reforma luterana, nombrada así en honor a su principal representante, Martín Lutero.
Aunque intentemos escapar de cualquier polémica religiosa, sabemos que habrá personas que lo considerarán santa a Lucrecia y santos a Alejandro VI y César Borgia; aún a éstas respetamos y pedimos disculpas por la crudeza de nuestras expresiones.
Pero aclaramos que solo queremos resaltar que ninguna organización, mismo las eclesiales, está libre de esta terrible lacra llamada nepotismo, que fácilmente degenera el poder y la administración de la cosa pública.
Compra-venta de conciencias y de fidelidad
En varios artículos anteriores habíamos analizado el costo social y moral de una economía basada en la corrupción y el prebendarismo. El administrador que llega al poder utilizando los votos de los parientes y los favorecidos por el sistema es un peligro potencial. Más temprano que tarde caerá en sus propias redes, pues el Estado es finito, mientras que los favores que debe dar el político para permanecer en el cargo, son infinitos.
El otro problema del prebendarismo es que no se requiere de ninguna virtud para acceder a los cargos públicos más que la fidelidad al amo de turno ¡Ni siquiera se requiere una formación académica mínima! La obsecuencia hacia el administrador o político de turno es el currículum vitae mágico que le abre las puertas hacia el empleo o beneficio mal habido. De esta manera se deja a las personas capaces fuera y a los adulones, normalmente con poca o nula formación, adentro.
El amiguismo, es muy parecido al nepotismo; trae consigo la duda sobre la integridad y los méritos del favorecido. Es una desgracia que crea ronchas laborales entre los que buscan una mejoría personal, que se sacrifican e invierten en su formación personal, y entre los que vegetan o parasitan a la hacienda pública. Normalmente los parientes y amigos del sistema tienen mejores salarios, más tiempo de ocio, y por consiguiente, de vicio. Son peligrosos porque les gusta la vida cara a la cual acceden con poco esfuerzo, con muchas adulaciones y con poca vergüenza; y si necesitan pasar sobre la cabeza de cualquiera para lograr sus objetivos, lo hacen sin ningún rubor.
El nepote y el socio son fieles solamente con el pariente que les da empleo y su círculo protector. Su ambiente de vida no conoce el patriotismo, la ética, la moral y las buenas costumbres, y como ha notado que la cuestión académica y la ciencia no representan lucro, se las ingenia para mantenerse en la más absoluta ignorancia. Cae en un círculo vicioso de servilismo ignorancia -lucro fácil-, servilismo. Esto a su vez lo mantiene, a largo plazo, en la pobreza, porque nada de lo que se gana fácil, se mantiene fácil.
El pillo y el manso
La mayoría de los políticos paraguayos son pillos y la mayoría de los paraguayos son políticos. Los mancebos que llegan al primer anillo del poder con servilismo y ambición tienen un solo objetivo: el dinero y el buen vivir. Solo así se explica sus fortunas logradas con espíritu de rebaño y cerebro de chorlito. Fuera del país el pillo se acomoda a las buenas costumbres y a la ética, y progresa. No le queda otra: o trabaja o muere. Da la impresión que la ley de la selva de piedra (las grandes ciudades) le obliga a desarrollar sus instintos de sobrevivencia y también su ética y moral.
El paraguayo común, aquel de los mercados, de los estadios de fútbol y las peluquerías, es muy conformista dentro de su país; espera que el papá Estado le ponga el soquete en el plato y si es posible en la boca. Al paraguayo digno, en franca vía de extinción y absoluta minoría, en cambio no le gusta depender de tertulias adulonas con el Karaí o Mburubichá que está circunstancialmente en el pico de la ola; sabe que el cargo es tan efímero y que todo lo que sube baja inexorablemente. El paraguayo común ya sabe diferenciar al pillo del decente, pero es tan manso que solamente reacciona en circunstancias extremas, por ejemplo en una guerra; por ello es que los pillos llevan la delantera política, y consecuentemente, la económica.
Al poder, sea político, eclesial o económico, le resulta más fácil gobernar a hombres con espíritu de ganado que a hombres libres; por eso seguimos así.
¡Alternancia ya!
¿Cuál es la solución? Sencillamente, primero reconocer que estamos sumergidos en un profundo pozo de ignorancia cívica y moral que tiene un sistema culpable y que nos torna el último vagón de Sudamérica. Es por ello que encontramos necesario relatar el caso de un vecino que, de similares circunstancias, logró emerger con dignidad y ciencia, el Brasil. Este país tenía una inflación galopante, una dictadura salvaje igual que la nuestra; sus derechos, entre ellos la libertad, estaban cercenados por una casta política militar, y su economía estaba cayendo en el abismo. Pero, como en todo momento de crisis se conoce a los grandes líderes, aparece un providencial hombre llamado Tancredo Neves quien encabezó el movimiento ¡DIRETAS YA!, en el que el pueblo en masa sale a las calles a pedir el más fundamental elemento de la democracia, el voto directo.
El resultado todos lo conocen: el Brasil comenzó una senda que hoy lo ubica en la novena economía mundial, tiene una inflación controlada, tiene un desarrollo caminando hacia la sostenibilidad y está expandiendo su cultura y dominación en todo el Cono Sur; pero por sobre todo ¡ganó libertad! Se desprendió de la casta política militar que mantenía el atraso y que solo daba ventajas a una elite muy reducida. ¿No les parece un pasado similar al nuestro y que podríamos recurrir a las mismas soluciones? Otros ejemplos son Chile y Argentina. ¿Qué nos falta? La respuesta: dignidad y coraje.
Luis María Fleitas Vega, Ingeniero Agrónomo. Columnista invitado.